14 nov 2011

La “Nana” de Matta, Mercedes Villarroel y Soto

En una de las memorables conversaciones que tuve con Matta, recuerdo que andaba buscando comprender lo que para mí era un enigma: ¿Cómo fue posible que un joven nacido en Chile en el seno de una familia aristocrática derivara hacia ideas proclives a los movimientos revolucionarios?

¿De dónde venía esa sensibilidad tan marcada hacia lo popular que lo había acercado hacia causas tan poco conservadoras como las que él había defendido durante toda su vida?

¿Cómo este niño educado en los Padres Franceses y después en la Universidad Católica había terminado defendiendo ideas tan libertarias y tan solidarias con los pueblos en lucha por sus derechos?

La cuestión era complicada y tenía que ver con el nacimiento de una conciencia humanista y laica en un hombre que había terminado transitando un camino contrario al que tenía que haber tomado por origen y por educación.

La respuesta, sin embargo, no era complicada para Matta. Me la dio sin ambages ni rodeos: todo esto tenía que ver con Mercedes Villarroel y Soto, su “mama Mercedes” personaje clave en su formación y que, a pesar de su importancia, ha estado completamente olvidada en este mes de homenajes y recuerdos a la figura del pintor.

Era una mujer de origen vasco – que según Matta tenía un nombre de conquistador español – que se hizo cargo de los hijos de la familia Matta Echaurren en una época en que en las clases altas chilenas se acostumbraba entregarle el cuidado de los niños a estas mujeres del pueblo, que por eso mismo, con el paso del tiempo, pasaban a ser casi parte de la familia.

Al parecer, la “Nana Mercedes” cumplió su rol a cabalidad, pues según lo que el propio Matta me dijo: “ella es la única persona de la que reconozco su aporte en toda mi infancia”.

Y después de esta afirmación categórica, añadió: “Si no hubiese habido esta “mama”, yo no tendría ningún contacto con Chile. La “mama” es el único pedacito de raíz que hace que, por ejemplo, si veo una fotografía de Pinochet matando al pueblo chileno, es a mi “mama” a la que están matando… ¿me entiendes? Entonces ahí hay una reacción, porque me la tocan”.

Y después definió derechamente estos afectos suyos como “amor”, algo mucho más poderoso que todas las relaciones que muchas veces suelen ser meramente formales y que provienen de la genética.

Al preguntarle por qué había surgido en él este afecto por ella, Matta me explicó dos cosas: una, que cualquiera puede entender: “…la “mama” era la que, si me cortaba un dedo, me curaba el dedo; si tenía que ponerme cataplasmas, me ponía cataplasmas; y cuando estaba sentado en la bacinica, era ella a quién yo le decía: “¡mama, ya hice!””.

La segunda razón es más compleja y tiene que ver con una cualidad que tenía Mercedes que a Matta le interesó mucho y que dejó una huella que no se borraría de su alma en toda su vida. Es lo que Matta llamaba “el sentido común”.

Me decía: “Hay algo como el sentido común, la filosofía fundamental, el buen juicio, que era el capital del proletariado”. Este “sentido común”, que encontraba siempre respuestas acertadas, simples y pragmáticas a lo que uno se preguntara, constituye precisamente un rasgo característico de la personalidad del pintor.

Matta lo oponía a las respuestas convencionales que recibía de su familia: si les preguntaba por qué hay que ponerse corbata, le respondían “porque la gente “bien” se viste así”.

En cambio su “mama” le decía: “porque de esa manera tú conservas cerrado el cuello de tu camisa y, además, tapas los botones”. Y me agregaba: “esta “mama” tenía una inteligencia formidable”.

Esa admiración por la inteligencia fue seguramente lo que lo hizo buscar siempre respuestas propias, y junto con ello, rechazar las respuestas hechas que eran producto de meros prejuicios o de convenciones sociales.

Su relación con Mercedes fue mucho más allá de lo que ocurre habitualmente en estos casos, porque el niño Matta acompañaba a su “mama” a visitar a sus parientes, a sus hermanas y a sus sobrinas.

Una nota curiosa es que una de estas hermanas que visitaban era la cocinera de Arturo Alessandri, lo que de niño acercó a Matta a Jorge Alessandri, con quien jugaba en el Parque Forestal mientras ellas conversaban.

Otro hermano de Mercedes, Juan Pablo, tenía una “golondrina”, y Matta se relacionó con él hasta mucho tiempo después de su infancia, porque cuando instaló su mueblería con su hermano Mario lo contrataba para repartir los sillones y sofás que vendían. La relación con todos ellos era tan cercana que Matta decía que “eran mucho más su familia que la otra”.

Testimonio de su cariño por Mercedes es un retrato que forma parte de los pocos cuadros que Matta pintó antes de irse de Chile y que actualmente todavía conserva su hermana.

Y esta identificación con esta gente del pueblo es sin lugar a dudas una de las razones primordiales del descubrimiento de su propio compromiso con las causas populares.

De hecho, el factor desencadenante de su decisión de irse de Chile fue una huelga que le hicieron sus propios obreros de la mueblería. Como Matta, que era el patrón, estaba de acuerdo con ellos y le parecía injusto defender sus propios intereses, no pudo soportar más esta dualidad en la que vivía y se mandó cambiar. El asunto lo afectó hasta tal punto que estuvo con disentería hasta el momento en que se subió al barco que lo alejó definitivamente de Chile.

La herencia que dejó Mercedes en su vida puede rastrearse y reconocerse en muchos aspectos de la personalidad de Matta.

Y ciertamente no es el único caso en que se han producido estos lazos de afecto tan decisivos en los que las sirvientas pasan a ser más importantes que los propios padres.

Las “nanas”, “mamas”, “niñeras”, “cocineras”, “niñas de mano”, “empleadas domésticas” han jugado un papel fundamental en la educación de muchos chilenos y chilenas, papel no reconocido por la historia oficial.

Ellas, con generosidad han entregado espontáneamente su afecto a los niños que estuvieron a su cuidado y con devoción han criado los hijos de otras. Su “trabajo” ha ido siempre mucho mas allá de lo establecido en sus contratos aunque sus logros como educadoras han sido siempre ignorados. Pero Matta no borró a su “mama” de su historia.

La recordaba con cariño y agradecimiento, porque sabía que algo de esa mujer llevaba él siempre consigo.

En este momento de tantos homenajes es justo entonces nombrarla y poner así las cosas en su lugar. Estoy seguro de que Matta así lo hubiera querido.

Es tan valioso dar lo mejor de nosotros mismos, como saber recibir lo mejor de sí que otros nos dan.

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  • http://pulse.yahoo.com/_VXIEY6QDMINFI2RCIGQ4EHQP4M Daniel B

    Parece que la filosofía nace en los príncipes (no ya rey, mucho más durazno), dónde un giro en la mirada predestinada por su condición es rodeada de un aura especial.

    Violeta Princesa, dijiste:

    Cual vendaval de granizoshan de florear los vocablos,se ha de asombrar hast’el diablocon muchas bellas razones

    Cual vendaval de granizos
    han de florear lo vocablo…

    vendaval de granizos, florear vocablos
    vendaval, granizos, flores, vocablos

    Princesa….

  • http://pulse.yahoo.com/_VXIEY6QDMINFI2RCIGQ4EHQP4M Daniel B

    Parece que la filosofía nace en los príncipes (no ya rey, mucho más durazno), dónde un giro en la mirada predestinada por su condición es rodeada de un aura especial.

    Violeta Princesa, dijiste:

    Cual vendaval de granizoshan de florear los vocablos,se ha de asombrar hast’el diablocon muchas bellas razones

    Cual vendaval de granizos
    han de florear lo vocablo…

    vendaval de granizos, florear vocablos
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    Princesa….

  • Marcelo Vargas

    Matta, me mata…….Gracias Eduardo !!! 

  • Marcelo Vargas

    Matta, me mata…….Gracias Eduardo !!!