Un domingo de septiembre de 2011 fui a jugar golf con un amigo al Club Lomas de la Dehesa.
Para los que no lo conocen, les digo que es un lugar muy hermoso, lleno de árboles ,pero sobre todo con mucha agua: esteritos, lagunas, cascadas y, por lo mismo, con patos, gansos y uno que otro cisne.
Bien, en una de las salidas había que cruzar por sobre una laguna para llegar al green.
A unos pocos metros delante de la laguna había un grupo de cuatro patos, tres blancos y uno de color café jaspeado con verde.
Como este cuento trata de los patos y no de la calidad de mi golf, les cuento sin ruborizarme que mi tiro no cruzó la laguna sino que aterrizó cual satélite que se precipita del cielo, en medio de los cuatro patos. Mejor dicho, le dio de lleno al pato jaspeado.
“!Lo mataste!”, me dijo mi amigo.
Efectivamente, el pato café estaba tendido en el pasto y desde la distancia parecía que sin movimiento alguno.
Lo extraño era que los otros tres patos de color blanco, en lugar de arrancar despavoridos, se agruparon en torno al colega caído tratando de ayudarlo.
Con mi amigo nos acercamos al grupo con curiosidad : ¿qué pretendían hacer los patos con su amigo herido o muerto?
¿Saben que pretendían? ¡Llevarlo al agua!
Y así fue: un remolino de plumas blancas arrastraba hacia el agua el cuerpo del caído. Y una vez en ella, lo sumergían y volvían a llevarlo a la superficie para permitirle respirar.
Los dos humanos ya estábamos al borde de la laguna observándolos, muertos de curiosidad.
“¡Oye, estos patos están jugándosela por el amigo!”
Tal cual, por turnos se lo llevaban hacia el fondo y lo volvían a traer a la superficie, encargándose cada vez que ello sucedía de que el pico del muerto o desmayado saliera por unos segundos del agua.
¿Y qué me dicen ustedes cuál no sería nuestra sorpresa, cuando al cabo de unos cinco minutos el supuesto difunto dio muestras de vida, flotó por su propia cuenta y finalmente volvió a salir a tierra junto con sus tres fieles y albos camaradas?
Mi amigo y yo nos quedamos observándolos a la distancia y nos dijimos: “¡Cuán poco conocemos el mundo animal!”
La solidaridad, por ejemplo, que es el caso de hoy, ¿quién la inscribió en esos genes? ¿Y por qué?
Nota del autor: Esta narración no tendría mayor valor si yo hubiese puesto en ella siquiera una pizca de fantasía. Pueden estar seguros que es 100% real.Esto es indispensable saberlo frente a la siguiente afirmación de Santo Tomás de Aquino:“¿Hay intención en los brutos animales? Los animales irracionales no se proponen un fin, en el sentido propio y principal de dirigir su acción y movimiento, o el de otro, al fin.”(Suma Teológica, Cuestión XII, Artículo V)