21 sep 2011

Roberto Torretti y Carla Cordua, Premios Nacionales

Los Premios Nacionales a menudo se han prestado para operaciones no siempre claras.

Han intervenido intereses políticos, personales y de todo tipo, que muchas veces han distorsionado los resultados.

Por eso, en más de una ocasión uno se ha quedado indiferente frente al otorgamiento de un galardón que no ha parecido tener motivaciones muy justificadas.

Por lo menos, esta vez, el otorgamiento del Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2011 no fue así.

Carla Cordua y Roberto Torretti no solo son las personas que desde hace años deberían haber obtenido este premio, que por inexplicables razones no se les había dado, sino de lejos son los intelectuales más connotados en esta área.

Cada uno de ellos en su especialidad representa la excelencia llevada a un extremo al que nuestro país no está acostumbrado y que tal vez por eso mismo ha tardado tanto en ser reconocida.

El mejor acierto del Jurado en la designación de este premio ha sido otorgárselo a ambos.

Habría sido injusto entregárselo a cualquiera de ellos por separado, tanto por los merecimientos que ambos tienen sobradamente, como por el hecho de haber llevado ellos una vida intelectual en la que siempre cada uno de ellos ha sido el primer lector y crítico del otro.

Si bien sus obras siguen derroteros muy diferentes, es cierto que ha habido un trabajo intelectual que no se comprende sin esta mutua colaboración.

Roberto y Carla son de esas personas que se han complementado de un modo tan profundo que no se puede pensar a ninguna de ellas sin la otra. Y esto, no solamente en la creación intelectual, sino también en el ámbito personal.

Roberto estudió filosofía y derecho en la Universidad de Chile. Se doctoró en Friburgo, Alemania, con el profesor  húngaro Wilhelm Szilasi, amigo de Heidegger. Su vida académica está llena de éxitos y de reconocimientos.

Es miembro de importantes academias, como la Académie Internationale de Philosophie des Sciences, con sede en Bruselas y el Institut Internationale de Pihilosophie con sede en Paris. En el 2005 la Universidad de Barcelona le confirió el Doctorado Honoris Causa.

Sus intereses pronto se dirigieron hacia el estudio de la filosofía y la historia de las ciencias, temas en los que ha sido internacionalmente reconocido.

Su libro Manuel Kant, Estudio sobre los fundamentos de la filosofía crítica es uno de los trabajos más profundos que se hayan hecho sobre este filósofo y sin duda el más importante de habla castellana. Para los que hemos estudiado filosofía después de su publicación, este libro ha sido un texto insoslayable para comprender la filosofía del pensador alemán.

Sus trabajos sobre filosofía e historia de la geometría son grandes aportes en su especialidad y sus estudios sobre la teoría de relatividad y sobre la comprensión creativa en la física señalan su obra como determinante en la filosofía latinoamericana del siglo XX.

Quienes lo conocemos, nos hemos sentido siempre admirados por su fenomenal erudición, que abarca temas históricos, filosóficos, científicos y hasta tecnológicos.

Su conocimiento de varias lenguas es de una rigurosidad pocas veces vista y habla de su amor a la perfección. Es uno de los pocas personas en Chile capaz de leer a los filósofos griegos en su idioma original, conocimiento que lo ha llevado hasta a hacer traducciones de tragedias de Esquilo y Sófocles.

Carla, por su parte, estudió filosofía en la misma época e hizo estudios de doctorado en Alemania y España.

Se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid e hizo una carrera académica paralela a la de Roberto en las mismas universidades y con el mismo reconocimiento.

Ambos fueron profesores de la Universidad de Chile, de la Universidad de Concepción y de la Universidad de Puerto Rico, donde fueron nombrados Profesores Eméritos poco antes de  volver a Chile.

También juntos crearon el Instituto de Estudios Humanísticos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, que reunió en su momento a lo más granado de los intelectuales nacionales.

Los conocimientos de Carla sobre Kant, Hegel y Wittgentein son reconocidos en todo el continente y han dado lugar a importantes libros muy cotizados entre los especialistas.

Además de sus trabajos filosóficos, que incluyen obras sobre Sartre y Husserl y últimamente sobre Sloterdijk, Carla se ha destacado por sus estudios literarios, por sus columnas en diarios y sus entrevistas.

Su trato con el lenguaje es de una gran perfección: habla claro y va derecho al grano, sorprendiendo siempre al lector con sus adjetivos que dan en el blanco con una puntería admirable. Sus comentarios sobre Kafka son profundos e iluminadores y ubican al lector en la perspectiva más acertada para comprender la obra.

Conversar con ellos, juntos o por separado, es una verdadera fiesta, porque además de tener ambos una inteligencia aguda y profunda, tienen mucho humor y del bueno.

Ambos tienen un espíritu lúcidamente crítico: Roberto, más distanciado y escéptico frente a la contingencia, Carla, más apasionada y política.

Roberto  vive bastante alejado del mundanal ruido, vinculándose a través de Internet con sus amigos y con los profesores más cotizados de su especialidad. No cesa de interesarse en nuevos temas, como ha ocurrido últimamente con la genética. Lee y escribe sin parar.

Es además un apasionado de la música y del cine, y como en todo, pone aquí altas exigencias. Es tan minucioso en sus publicaciones que él mismo diseña sus libros de punta a cabo.

Carla tiene muchas ventanas hacia el mundo, la invitan de todos lados a dar conferencias, a participar en seminarios, a presentar libros y a apoyar buenas causas. Lo hace de buen grado, siempre alegre y bien dispuesta.

Lee todo lo que cae en sus manos y la verdad es que caen muchos libros con diferentes temas. Es apasionada de la literatura y está muy atenta a los vaivenes de la política. Escribe con una gran soltura y tiene una curiosidad infatigable, quiere comprender a fondo su propia circunstancia.

Son personajes de excepción y da gusto que por fin se les haya reconocido su esfuerzo y su valor.

Ambos han sido valientes, han defendido sus ideas y han sido consecuentes.

Espíritus libres en un país donde eso no es precisamente lo predominante.

Ojalá que este premio les signifique ganar lectores para sus libros.

Si algo puede hacer mejor a Chile es precisamente acercarse a este tipo de frutos del país, que han crecido en muchos sentidos a pesar y hasta en contra de nuestras instituciones,pero que han logrado madurar y dar pruebas de que también en este lugar tan alejado del mundo se puede volar alto en los cielos del espíritu.

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