Mi nave, la “Dios ha muerto” o “la solución final”, se aproxima a su destino, la Costa de los Esqueletos, muy cerca de la nada.
El Mar de la Muerte hoy está turbio e inquieto, más bien un poco gelatinoso, mientras nos acercamos con dificultad al puerto por aproximadamente 50 millones de pequeños esqueletos de niños abortados, que en el agua de este lugar, casi logran que encalle la poderosa nave nuclear completamente automatizada.
Pienso que pronto será imposible llegar a algún puerto por la acumulación de cadáveres, después de informarme que en algunos países, entró a regir una nueva ley que permite abortar hasta las adolescentes desde los 16 años sin el consentimiento de los padres, con 14 semanas de gestación sin causas, salvo ser “un embarazo indeseado” o por “riesgo psicológico”, y hasta las 22 semanas “en caso de “riesgo para la salud de la madre o graves anomalías del feto”, como podrían ser las de un síndrome de Down, o de “anancefalia”, es decir, sin cerebro.
En la noche, como los gritos de horror, y lamentos dolientes de los no- nacidos se hacían insoportables entre el viento oscuro y tormentoso, prefería encerrarme en el camarote a escuchar el magnífico tema número cuatro del conjunto post rock “This will Destroy You”, en su disco “Quiet Mountains”.
Mientras bebía un buen vaso de vino, recuerdo que meditaba siempre en la opinión de Jacobo Fitz-James Stuart, editor de “Siruela”, quién afirmaba- “vivir en la época más fea de la historia, por eso parece casi ético aportar valores estéticos”.
Era cierto, no había nada más feo y horroroso que matar a un niño en gestación, por lo que casi nos parecía casi hermosa, su disolución en el fuego primordial.
Los convertíamos, como decían jocosamente los medios de entonces, en “polvo de estrellas”.
Nuestra función era “pescar” los cadáveres y cremarlos en los Hornos Nucleares del barco, para permitir que otras naves pudieran usar los puertos sin los problemas ecológicos causados por el olor de la podredumbre, y el exceso de ruido doloroso contaminante.
Bueno, además los transformábamos, es decir, los reciclábamos, como plasma, para impulsar nuestra nave pos-moderna sin costos adicionales.
Esto había sucedido porque se decía que la tierra, se había cansado de su tarea de descomposición de cadáveres, pero la verdad, era que la esterilización radical de los suelos para suprimir todo lo imperfecto, inútil e impuro en todos los ámbitos, había exterminado paradojalmente hasta las bacterias capaces de descomponer y degradar los cadáveres.
Mi tripulación que irónicamente, eran los únicos que se habían ofrecido para esta tarea neo- humanitaria, estaba compuesta por una joven, dulce y silenciosa, con síndrome de Down, además de su pareja sin padres conocidos y posiblemente adoptado, y el otro, al que le decíamos con cariño el “viejo sabio”, que se había cegado voluntariamente para como él decía, “poder ver sin ver” (y continuar su tarea).
El ritual de desintegración era muy simple.
Se ponía en los parlantes el tema 4 del disco ya mencionado a todo volumen, y después de que el “sabio ciego” murmuraba algo como- “solución final…materia a la materia, energía a la energía”- se arrojaban los grandes contenedores llenos y herméticos a los Hornos de Plasma.
Recuerdo eso sí, que tiempo atrás, a los fetos siempre le poníamos nombres, pero después de un tiempo sólo fueron X1, X2…
Lo único molesto, es que hoy, no puedo evitar a mis 59 años, las lágrimas que sin detenerse, y misericordiosas, ya casi no me dejan ver.
¡Joder, coño! No soporto más mi tarea en este mundo devastado por esta nueva neo-humanidad.
¡Creo que el próximo año me voy a jubilar!(o quizás, a cremar).
Doctor S. Canals, como “polvo de estrellas”, 10 de septiembre del…