Los perros son nobles amigos que de pronto se van.
Llegan a nuestras vidas con su alegría de cuatro patas y se convierten en esos compañeros con los que intimamos en la soledad de una calle, en el jardín, en el paseo por la playa.
Sin palabras hablamos con ellos y nos hablan , con el puro idioma de una mirada, una caricia, un gesto, les basta para ser nuestros confidentes más fieles. Su tristeza es genuina cuando nos vamos y su alegría es sincera cuando nos ven regresar.
Hoy, y mientras escribo estas líneas, Laika, nuestra perra, nuestra hermosa pastor alemana nos ha dejado para siempre, para ese siempre jamás con que decimos adiós a su tierna compañía, a su presencia que llenó parte de nuestras vidas y de las vidas de los hijos, de los nietos, de los amigos.
Laika vivió casi catorce años, y hoy, cuando una enfermedad terminal nos obligó a la más grande prueba de amor, a evitarle una atroz muerte decidiendo, por amor, el minuto final de su vida, estuvo con nosotros, como siempre, la mirada atenta, las orejas alerta, el gesto protector de guardiana de esta casa llena de libros, de objetos, de presencias queridas.
Laika amaba este jardín caótico, el mar cercano, los pájaros, erizos, ardillas que encuentran aquí un espacio libre de agresiones y junto a Zarko practicaron el vivir y dejar vivir que hizo de ellos animales ejemplares.
Llegamos a esta casa de Gijón creyendo que era el fin del exilio, el lar definitivo para los hijos, nietos y amigos que la vida nos ha dado con mucho más que generosidad.
Hay que tener un perro, pensamos en voz alta, y Javier Báuluz respondió con el regalo de un maravilloso cachorro de pastor alemán, y Zarko fue uno más entre los nuestros.
Hay que tener un gato, pensamos en voz alta, y de la protectora de animales rescatamos a Manchas y Tigre, dos gatos traviesos que se incorporaron a la alegría de la casa.
Zarko necesita una compañera, dijimos en voz alta, y en Baviera, en un criadero de pastores alemanes encontré a la perrita de mirada dulce que respondió al nombre de Laika.
Nunca consideramos mascotas a nuestros animales, eran y son parte de nosotros, y su compañía respondimos con el amor responsable de los seres humanos dignos de tal condición. Pero la vida de nuestros pequeños compañeros es breve, y primero nos dejó Manchas, el gato que decidió habitar en mi escritorio, y ahora nos ha dejado Laika, la guardiana que siempre me acompañó hasta la puerta en el inicio de cada viaje por el mundo, y sin palabras me dijo: “ ve tranquilo, que yo cuido de tu lar ”.
Hace pocas horas, al decirle hasta siempre, con su mirada atenta y sus orejas alerta me dijo que entendía, y le di las gracias por casi catorce años de nobleza, de fidelidad a toda prueba, de cariño sincero expresado a saltos y carreras.
Es deber de los seres humanos evitar el dolor a los que amamos, sé que hicimos lo justo para preservar la dignidad y la belleza de Laika, sé que respondimos a su nobleza cargando nosotros con el dolor que le evitamos. Y sé que ya ningún regreso será igual, sin Laika en la puerta, sin su cálida bienvenida y el regalo de sus ladridos alegres.
Algo nuestro se va con Laika, pero ese algo va seguro, a salvo, protegido por su mirada atenta y sus orejas alerta. Hasta siempre Laika. Hasta siempre guardiana de los nuestros.