Desde que la Farmacia Popular de Recoleta abrió sus puertas, sabemos que hay iniciativas de gestión que hacen la diferencia en política local. “No se trata de una leguleyada”, señaló Daniel Jadue, edil de dicha comuna, cuando conversó con vecinos y vecinas de Ñuñoa, en el marco de la campaña #FarmaciaPopularParaÑuñoa, iniciada por nuestra Concejalía Participativa. Recoleta se plantea verdaderamente como un gobierno local, y asume la responsabilidad de generar políticas que contribuyan a paliar la insultante desigualdad que exhibe nuestro país.
Ñuñoa es un ejemplo de una desigualdad encubierta. Aunque no sea la característica más mediática de nuestra comuna, lo cierto es que basta con atravesar la Avenida Grecia con dirección al sur, para darse cuenta que los supuestos beneficios del desarrollo inmobiliario no han llegado hasta allí. Para verificar que no todos los colegios públicos de Ñuñoa gozan de excelente infraestructura, para darnos cuenta que también hay basurales, falta de conectividad y problemas en la Atención Primaria de salud.
Me detendré en este último punto. Sonará redundante, pero hay que recordar que el renunciado alcalde Pedro Sabat destinó cerca de 11 mil millones de pesos en la construcción de un lujoso edificio que albergará un consultorio y la posta comunal. Un despilfarro incluso interpretable como malversación de fondos municipales. Y aunque hoy contemos con una nueva gestión, las cosas no han cambiado, lo que es posible de verificar en Plan de Salud 2016, documento que solo por segundo año consecutivo podemos revisar como Concejales, luego que personalmente solicitara en 2014 a la Contraloría, revisar las razones por las cuales Ñuñoa nunca había cumplido con la ley en este sentido.
Fueron los propios gremios de la salud, cuyos dirigentes fueron invitados a debatir el plan respectivo, quienes advirtieron esta situación: una orientación que discrimina a los sectores más vulnerables, agudizando la desigualdad en vez de proponer alternativas de superación. Como detectaron los gremios, los gastos de operación muestran diferencias que parecen inexplicables: de un año para otro, el CESFAM Rosita Renard, ubicado en la población del mismo nombre, aumenta sus gastos en 189 millones de pesos, en tanto que el Salvador Bustos, que funcionará junto a la Urgencia en el edificio llamado “Clínica de Ñuñoa”, lo hace en 976 millones de pesos.
La política de dejar que la fruta caiga de madura le traerá consecuencias a Andrés Zarhi. Es tan alto el costo de operar la frustrada “Clínica de Ñuñoa”, que el propio alcalde baraja la posibilidad de no trasladar el consultorio y la urgencia hasta allí, y se abre nuevamente la pregunta acerca de qué pasará con ese elefante blanco. Otro gallo cantaría si el actual edil hubiera pensado en los costos y beneficios para la comunidad mientras era concejal.
Es imposible no concordar con los trabajadores de la salud, cuyo documento de análisis al Plan de Salud 2016 señala: “Lo primero que debe ocurrir son los diagnósticos participativos, la evaluación y programación, cálculo de la dotación, y finalmente el presupuesto. Todos estos procesos acompañados, socializados y elaborados en conjunto con representantes de las asociaciones y de la comunidad”.
Lamentablemente, la planificación de salud para Ñuñoa en 2016 replica y refuerza la segmentación social. El valor más relevante a considerar debiera ser el número de inscritos, algo que el documento no transparenta, pues sólo con ese dato es posible inferir la mayor relevancia o necesidad de un sector de la población por sobre otro. Pero la propuesta pone más recursos donde hay menos necesidades, algo incomprensible.
La salud pública en Ñuñoa está sobrepasada. Quienes antes tuvieron un buen pasar económico, hoy sobreviven con pensiones insuficientes y destinan gran parte de su dinero en atenciones médicas y medicamentos. Es lo que hemos verificado en terreno, con nuestra campaña de firmas por la instalación de una Farmacia Popular, y estamos a la espera de que el alcalde Andrés Zarhi explicite su voluntad de aplicar el programa, respondiendo a una demanda transversal de la comunidad.
De cara al inicio de un nuevo año, las muestras de cambio son urgentes. Pero no se trata de un mero cambio cosmético, de fachada, de estilo en el ejercicio del poder. Lo que se requiere es la voluntad real de avanzar hacia un gobierno comunal decidido a combatir las desigualdades que existen en Ñuñoa, abriendo espacios de participación a la comunidad que permitan que esta realidad se exprese y se vea reflejada en las políticas implementadas.