En época de elecciones municipales la atención mediática sobre lo que dicen o prometen los candidatos a alcaldes, queda reducida a un conjunto de ciudades que son catalogadas como “emblemáticas” por partidos políticos y medios de comunicación.
En el resto del país se genera menos atención y por cierto se producen mayores libertades para que aparezcan varios tipos de candidatos en comunas “no emblemáticas”.
En estas comunas, se puede identificar a lo menos 4 tipos de candidatos que ofrecen a la ciudadanía “representaciones” mediante las cuales se proponen disputar los votos.
Estos tipos de candidatos que, por cierto, no son exclusivos ni excluyentes de lo que pueda suceder en las llamadas comunas emblemáticas, lo que menos discuten o destacan de sí mismos son sus propuestas programáticas, siendo la dimensión más ausente en época de campañas.
Es así como se pueden distinguir los candidatos “pragmáticos” que basan su discurso en ofrecer obras y proyectos cuantificables. En general, es más común encontrarlos en candidatos a alcaldes que buscan la reelección, y en ellos la presencia de programas o propuestas de gobierno , probablemente se entienda como una sumatoria de obras pendientes por realizar en su comuna.
El segundo tipo de candidatos son los que ofrecen “lobby”, o gestión municipal basada en “contactos y redes políticas”. En general, este tipo de candidatos se concentra en resaltar su capacidad asociada a la cantidad de políticos que conoce y que puedan garantizar apoyo en su eventual gestión alcaldicia. La presencia de programas es relativa, porque lo esencial y lo importante es resaltar la imagen de “gestor”, al alero de figuras de renombre regional o nacional.
La tercera tipología son los que ofrecen capacidad de gestión asociada a un “éxito empresarial” o “profesional” previo. Destacan en esta categoría, profesionales o empresarios locales o regionales que para el común de la gente aparentan tener su vida económica resuelta. Por lo tanto, buscan generar la impresión de que con la alcaldía no pretenden aumentar sus ingresos, muy por el contrario, hacen ver que su aparición en la vida política es “prácticamente” un favor que le hacen a la comunidad.
La presencia de propuestas programáticas será igualmente relativa, porque su sólo éxito previo, es garantía de que una municipalidad despegará en materia de desarrollo social, económico etc. Es común encontrar en sus afiches, slogan del tipo “el empresario de la zona”, el “doctor del pueblo”, “un profesional para el municipio”, etc.
El cuarto tipo, es el candidato “mesiánico” o el candidato “soy de aquí”. En ambos no queda muy claro lo que ofrecen, porque la variable más relevante que se aprecia en ellos, es que poseen el mejor diagnóstico y la mejor solución de los problemas de su ciudad, ya sea porque toda su vida la han dedicado al servicio público/privado, porque han vivido toda su vida en la comuna, o porque simplemente poseen virtudes distintas a la de todos los mortales que habitan la comuna.
No cabe duda que estas tipologías (u otras que puedan aparecer) tienden a desviar la importancia sobre lo que debiera discutirse para elegir a un alcalde.
¿Qué se supone que debieran ofrecer o discutir los candidatos en época de elecciones?
Lo ideal sería programas de gobierno, entendido como aquel conjunto de medidas que se enmarquen en una propuesta de desarrollo local, real y factible de implementar en un municipio. La pregunta que surge aquí es ¿están dispuestos los candidatos a alcaldes a ofrecer un programa de gobierno?, o más aún ¿están dispuestos los ciudadanos a exigir programas de gobierno?
La respuesta políticamente correcta sería que sí. No obstante, en la mayoría de nuestras comunas “no emblemáticas” la realidad política se ha construido históricamente en base a relaciones clientelares, mesiánicas, no programáticas, de la cual todos los candidatos usufructan o han usufructuado.
Para paliar un poco esta debilidad política en el espacio local -que requiere de cambios generacionales, culturales y estructurales-, la incorporación del voto programático municipal vendría muy bien como medida para el fortalecimiento de la democracia local.
Este instrumento consiste en obligar a candidatos a cargos de elección popular –en este caso a alcaldes- a cumplir sus propuestas de campañas por medio de la Ley.
Significa que todo candidato a alcalde o alcaldesa se compromete a que si resulta electo convertirá todas sus promesas en planes de desarrollo local. Esto promovería mucho más el control social, el empoderamiento ciudadano y algo más de pudor en algunos candidatos a la hora de ejercer la actividad política en comunas intermedias o pequeñas.
Ayudaría mucho más a contextualizar en un programa de gobierno, y darle sentido “político y de gestión” a las cualidades que los candidatos destacan de sí mismos.
Finalmente, no creo que sea suficiente con haber tenido amplias movilizaciones durante estos años para encontrarnos con “otra ciudadanía en comunas pequeñas”, diametralmente opuesta a la que ha votado durante estos años.
Por ello creo necesario exigirles a los candidatos a alcalde un mayor esfuerzo por dignificar la actividad política, al menos presentando programas de gobierno y haciendo un esfuerzo posterior por cumplirlo.