Israel Huerta respira profundo, mira a los ojos fijamente a su víctima quién lo mira a su vez sorprendida, apunta con precisión, aprieta el gatillo sin dudar y da en todos en los blancos con un implacable y certero tiro.
Sólo una mujer escapa con un rasguño en el cuello.
La fractura psicótica dejó al mundo y las personas como sus enemigos y culpables de un vacío amenazante, pero lleno de un sufrimiento “frío y sin imágenes”.
Sólo es voluntad de muerte. Disolución de las víctimas.
Atrás dejó “una angustia ácida y turbia, poderosa como una navaja”.
Atrás dejó “una angustia en que la mente se ahorca y se corta a sí misma”.
Ya no siente dolor. Es el horror del no dolor.El horror del horror.
Sale del metro calmado, esclarecido de irrealidad.La realidad ha perdido sus apoyos subyacentes.
Regresión total.
Sólo es fragmentos de un vacío a los que escupe, para no transformarse en una bestia, que hace ya mucho tiempo lo engulló.
No es más que la soledad absoluta, que lucha contra las emanaciones de la nada.
Piensa que ya no existe, y tampoco sabe si algo más existe.
Sólo es un instante eterno. Sólo vive entre los tic-tac (inexistentes) de un reloj digital.
Es el abandono final del sentido.
“Es el retorno de lo trágico en las sociedades posmodernas”.
Es tragedia infinita.Sólo es un residuo que se disuelve como gotas de espuma, sobre la arena del mar embravecido.
Sólo fue, dolor y furia. Sólo fue, su felicidad perdida.
Locura híbrida. Locura emocional.Locura racional.
Viaje metanoico a la locura.Mutación mental.Metanoia mutante.
Transmutación de una mutación.
Y un tiro perfecto.Suicidio y fin de la tragedia. Putrefacción final.
El problema es que los ojos vacíos de las víctimas, aún lo miran fijamente.
Siguen mirándolo.