Por mi trabajo, visito muchos establecimientos educacionales al mes. Al conversar con directivos y educadores sobre la incorporación de tecnologías al trabajo pedagógico, un tema que aparece recurrentemente es el masivo acceso de teléfonos móviles por parte de los alumnos.
Hace unos días, en un aula de 6º básico de una escuela municipal le pregunté a los alumnos cuántos de ellos tenían celulares con acceso a Internet. Todo el curso me respondió que poseían un teléfono inteligente con esas características. Pregunté entonces si lo usaban en la escuela. La respuesta de algunos fue que sí, siempre y cuando el profesor lo permitiera. Pero algunas risas cómplices delataron que no era la única respuesta posible.
La mayor parte de los reglamentos de convivencia de los colegios establecen que no está permitido llevar celulares y que, en el caso que los alumnos sean sorprendidos usando uno de estos dispositivos, el teléfono quedará “requisado” hasta que lo venga a retirar el apoderado. Sin embargo, esta norma es insostenible y casi imposible de hacer respetar.
¿Qué hacer entonces con los celulares en la escuela? La respuesta es simple, básicamente debemos realizar lo que mejor sabemos hacer en las escuelas: educar.
Las habilidades que muestran las nuevas generaciones en el uso funcional de los dispositivos, no significa que los estudiantes tengan las competencias para un uso adecuado y de valor agregado de las oportunidades que ofrecen los teléfonos inteligentes. Y permitir su uso en el aula, no implica necesariamente que aporte a los objetivos de aprendizaje que desafían a las comunidades educativas.
El ingreso de un celular a la sala de clases debe realizarse como parte de un plan educativo que le agregue valor al dispositivo y naturalice su uso, evitando que sea visto exclusivamente como un medio de entretención o un riesgo de distracción al interior del aula. Un acompañamiento pedagógico exitoso relacionará el uso con el respeto por la intimidad y privacidad, el derecho a la propiedad intelectual y la empatía con otros.
Los alumnos están produciendo textos en sus dispositivos, lo que ofrece una oportunidad de exploración de estilos y formatos de expresión escrita. Pero también, los alumnos están capturando imágenes a través de poderosas cámaras fotográficas disponibles en sus móviles, lo que ofrece la oportunidad de profundizar conceptos en artes visuales, creatividad y comunicación.
Por otro lado, los estudiantes buscan permanente información en sus teléfonos conectados a Internet, lo que desafía desarrollar en los estudiantes habilidades de análisis, comparación de fuentes y criterios para la selección de contenidos. Ésta es una buena oportunidad de buscar información en el aula un mismo tema, comparando diversas fuentes y analizando las características que debiera tener un contenido de calidad.
Para incorporar los dispositivos móviles en el aula, necesariamente hay que innovar respecto a las formas tradicionales de enseñanza. En primer lugar, se debe planificar el momento en que el uso de los dispositivos y de sus aplicaciones será pertinente y agregará valor al programa de la clase. Esto debe realizarse, con el objetivo de desarrollar hábitos que modelen usos adecuados y pertinentes de los dispositivos.
En segundo lugar, es importante establecer pactos y compromisos en conjunto con los estudiantes, con el fin de establecer el modo en que podrán ocupar sus teléfonos inteligentes en el aula. En este ámbito, es importante que las normas tengan un sentido que le dé significado a la decisión. Por ejemplo, acordar que no está permitido grabar vídeos sin consentimiento, lo que debe estar relacionado con la valoración de la privacidad e intimidad.
Por último, se deben incorporar estrategias que permitan ir ganando experiencias en la incorporación de los recursos asociados a los dispositivos móviles en el aula. Se puede partir por usos básicos (calculadora, diccionario) hasta interacciones más complejas y sofisticadas que impliquen modificar las estructuras tradicionales de la sala de clases.
Existen plataformas que hoy permiten transformar el uso de estos dispositivos en ambientes colaborativos de aprendizaje. Éstos ofrecen a los establecimientos contenidos curriculares, modelos pedagógicos y sistemas de retroalimentación que respetan ritmos y estilos de aprendizaje, otorgándole al docente herramientas para un liderazgo pedagógico efectivo.Estas soluciones, requieren un esfuerzo de innovación sostenido por parte de la escuela.
Hoy no basta con reconocer que el uso de celulares en la escuela es incontrolable.Es más interesante reconocer que estos dispositivos, que forman parte de la vida cotidiana de los estudiantes (y de muchos docentes), son una herramienta poderosa para enfrentar los desafíos pedagógicos al interior del aula.