Pienso que en Chile estamos entrando definitivamente en una nueva época política, marcada por la evaluación y cuestionamiento desde amplios sectores, principalmente juveniles, a aspectos fundamentales de la sociedad que se ha ido consolidando después de la recuperación de la democracia.
Al mismo tiempo que surge la crítica, aparecen nuevas demandas a partir de representaciones de un futuro deseado al cual se quisiera llegar.
Es la expresión de lo que podemos llamar los fines hacia los cuales queremos encaminar al país. A su vez, esa visión viene acompañada de acciones para enfrentar la situación actual y producir los cambios que conduzcan hacia el nuevo objetivo, es decir de medios para lograr los fines.
Las movilizaciones estudiantiles o más ampliamente del mundo educacional, son un buen ejemplo de ello, por lo me parece que es un buen momento para hacer una reflexión sobre el tema de la relación entre los fines y los medios, algo que me parece de mucha importancia en situaciones como esta ya que generalmente se le trata de manera poco analítica.
En el lenguaje habitual la expresión “el fin justifica los medios” se usa para acusar y descalificar motivaciones o acciones por su supuesta carencia ética.
Más específicamente, se escucha en vocerías políticas y periodísticas, generalmente aplicada a grupos que desafían el poder y el orden establecido, posiblemente porque esta sentencia acusatoria se la relaciona con las ideas políticas de Maquiavelo, cuyo apellido da origen al adjetivo “maquiavélico”, que también se usa para calificar un actuar oscuro, intrincado, malintencionado o inmoral.
Sin embargo, la frase como tal no se encuentra en la obra de Maquiavelo, pero sí en la del teólogo jesuita alemán Hermann Busenbaum, en cuyo manual de moral de 1645 dice que “cuando el fin es lícito, también lo son los medios”.
En nuestra época, Juan Luis Segundo, en este caso teólogo jesuita uruguayo, también ha reflexionado con profundidad sobre el tema, defendido como válida la denostada frase.
Estas posiciones, vertidas desde la ética y la teología, en primera oída desconciertan, pero a la vez llaman a profundizar la reflexión sobre la relación entre medios y fines, sobre todo cuando no se trata sólo de disquisiciones teóricas sino del debate en torno a situaciones reales, actuales y nuestras.
¿En qué sentido se puede defender el principio ético de que el fin justifica los medios? Para explicarlo hay que precisar lo que se entiende por medios y fines.
El fin alude al ámbito del sentido y de la finalidad de las cosas, mientras que los medios se refieren al ámbito instrumental, al de los mecanismos o de las mediaciones a través de lo cual se pretende alcanzar aquello que se busca.
Así entendidas las cosas es del todo razonable decir que los medios no son auto justificables, sino que su justificación sólo se puede derivar de la forma como se relacione con el fin que se pretende. Es decir, que es el fin el que justifica los medios y no estos en sí mismos ni menos al revés.
La reflexión sobre la ética en la relación entre fines y medios debe comenzar, por lo tanto, por el análisis ético del fin, que es lo que le da orientación y sentido al actuar.
La acción sin relación a una finalidad deja de ser medio para algo y se transforma en fin en sí misma.
Al describir las características de la realidad que se desea construir y al explicitar sus valores, es decir, lo que se valora de ella, implícitamente se está dando un marco referencial para la ética del actuar.
En el fin se encuentra la imagen del futuro deseado, la cual está cargada de contenido ético, y es esa realidad deseada la que se tendrá como parámetro para justificar el diseño y uso de los medios para construirla.
Como se puede deducir, una vez que se ha visualizado, caracterizado y definido el fin que se pretende alcanzar, sigue el imperativo de hacer un riguroso análisis de los medios que se utilizarán para garantizar que éstos llevan efectivamente al objetivo deseado y que no conducen a otro resultado. Y es en ese análisis donde se puede hacer un juicio sobre la validez de los medios, es decir el juicio que justifique o no el uso de determinados medios para conseguir el fin definido.
La realización de este juicio es una tarea compleja, pero me parece que la clarifica y facilita si se consideran al menos dos criterios fundamentales, de manera conjunta:
1) El criterio de la eficacia y de la eficiencia. El fin justifica los medios que conducen efectivamente a él. La realidad material, la social y la humana tienen ciertas leyes o formas más o menos objetivables de funcionar, de modo que para intervenirlas con eficacia es necesario conocerlas y utilizar adecuadamente mecanismos que permitan prever y controlar los efectos sobre la realidad intervenida.
Utilizar medios inconducentes, sin relación con lo que se busca, muy costosos o que no son controlables en sus efectos pueden considerarse injustificables por el fin y por lo tanto habría que modificarlos o descartarlos.
2) El criterio de la coherencia o de la convergencia. El fin justifica los medios que contienen en sí mismos características del fin que se busca. Los medios que se utilizan para lograr el fin, especialmente cuando se trata de procesos humanos y sociales, van construyendo el fin en el camino, de manera que es una necesidad que en el trayecto ya se prefigure el fin.
Asimismo, gustar en el proceso los valores y beneficios esperados, fortalece las convicciones y moviliza las energías para un trabajo que en empresas de gran escala son largos y pesados.
Este criterio lleva a sospechar de la utilización de medios intrincados o incoherentes con el fin deseado, porque es altamente probable que se produzca un cortocircuito que oscurezca el camino, se pierda el fin y el resultado termine siendo algo muy distinto del esperado.
Considero que reconocer que es el fin el justifica los medios, al contrario de ser el principio de un maquiavelismo anti-ético, representa la manera más responsable de pensar y actuar, por lo que en lugar de utilizarlo como cliché descalificatorio, que en nada aporta a la reflexión, sería aconsejable incentivar a que todas las personas y grupos asuman la lógica interna de la frase y los desafíos que ella contiene para la ética política actual.
Esto implica, primero analizar la ética de los fines que se buscan y luego encontrar los medios de mayor coherencia con esos fines y los más eficaces para alcanzarlos.
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