Hay apenas un pendón –cerca del control de aduanas- que recuerda en Ezeiza que habrá Copa América.
Acá, en Buenos Aires, el principal problema es el clima. El gobierno de Cristina Fernández, consecuente con su raíz peronista, le cortó el gas a las empresas para que los domicilios particulares no racionaran la calefacción ante la ola polar que se avecina. Dicen que nevará en Mendoza e incluso en la costa, en el sur.
Las Madres de Plaza Mayo soportan como pueden el escándalo financiero que escondía su principal asesor que, de acuerdo a la prensa de hoy, había creado una empresa trucha en Paraguay para hacer lavado de dineros. Entre la lealtad y la vergüenza, las dolientes víctimas de la represión militar de la junta de Videla siguen sufriendo.
Hay elecciones pronto y se nota en todas partes, pero poco importa porque acá el tema es River y su deceso tras lenta agonía. Que se fuera a la B a estas alturas es sólo una anécdota, pues la corrupción y el escándalo lo inundan todo.
Como sabrán, hay un video que demuestra que los dirigentes le dieron pasada a los barras bravas para ir a “apretar” al juez del partido en el entretiempo, y, lo que es peor, que la policía fue cómplice de la situación. Los dos funcionarios a cargo de la custodia decidieron ir, juntos, al baño en el entreacto.
Para mí –imparcial- son síntomas evidentes de una descomposición general, profunda y violenta donde la sociedad contribuye en distintos grados. Ayuda el periodismo, por cierto, pero también los caudillismos tan propios del fútbol y de la Argentina. Que la banda sangre, en todo caso, es meramente un tema meramente futbolístico. Por aquí pasaron muchos técnicos capacitados (incluidos el mismo Passarella, y Cappa) que no supieron sacar al cuadro del fondo.
Y es que los entrenadores siguen siendo la clave de todo. Sobre todo cuando logran dar con las teclas del hincha. En eso está Borghi, tratando de interpretarse a sí mismo ante las exigencias que le dejó la era Bielsa será su primer gran desafío.
En la última conferencia de prensa, apresuró la definición que hoy nos divide, si hablamos dejando de lado la hipocresía. Hay un porcentaje grande de hinchas que no olvida la enseñanza de Bielsa y que -para reafirmarse en su creencia, en su postulado, en su convicción más íntima, en su religión futbolera- debe apostar al doloroso tránsito de la derrota. No es nuevo, ha pasado muchas veces, pero en pocas de manera tan evidente como ahora.
Con el chistecito irónico de las “viudas de Bielsa”, Borghi relativiza todo el resto de su discurso, el respeto por el antecesor que declama y la humildad como arma de batalla. Y separa aguas otra vez.
En mi criterio, de manera innecesaria, porque ahora el Bichi se auto impone una tarea titánica, que no pasa por ganar ni ser semifinalista, sino también por acercar el afecto de quienes van a añorar, por mucho tiempo y con razón, la sombra grata, tajante y autoritaria del rosarino.
Enfatizar esa pérdida –por la vía de la mofa- sólo va a acentuar la división. Y saber que cuando esta Copa América comience finalmente a rodar habrá muchos de los nuestros deseando la derrota, no es una buena manera de comenzar.