A propósito de la muerte de Gonzalo Rojas, hace algunos meses (el tiempo ocurre muy rápido), poeta que nunca conocí en persona, me doy cuenta que no he conocido a casi ningún poeta, solo los he leído, leerlos, es quizás una forma de conocer.
La lectura de los seres que escriben es conocerlos tal vez en esencia. Por sus frutos los conoceréis, se dice por ahí. Siempre hace falta la presencia. El cuerpo inquieto rehuyendo las palabras. En ese cuerpo es donde pude leerse casi lo mismo que en lo que escriben.
De Rojas compré hace un par de años una antología de su poesía en La Habana, publicaciones estoicas de Cuba: lo justo, solo lo justo, fuera todo adorno, un hombre encerrado en los murallones de todo chileno: el mar, la cordillera, y el cielo, como si viviésemos en una isla.
Rojas era un hombre que le gustaba vivir el animaleo diario, me gusta ir al mercado, me gusta estar en los tablones, el mar, la cordillera de los Andes, nos dice. En ese animaleo cotidiano fragua su poesía, la naturaleza siempre es motivo y figura de la escritura, Rojas elige, entre otros lugares, el mar, la costa brava de Lebu, la cueva del toro, que es un útero de mujer.
El personaje central de su ejercicio poético es el ritmo de ese socavón, que permite respirar y asfixiarse al mismo tiempo. Aire y asfixia andan en su poesía, como su tartamudez de joven, que lo obliga a reemplazar las consonantes oclusivas por sonidos más suaves.
Rojas escribe libros y no sabe el precio de sus libros. Es Gonzalo Rojas, pero podría haber sido un vendedor. Me da lo mismo, dice Rojas. Y define a Chile como un país miedoso y mierdoso.
Los señoritos militarotes usaron el miedo y sembraron el miedo en este pequeño planeta llamado Chile y por ahí lo acorralaron y lo tienen todavía apaleado. Chile siempre fue muy poco, con todas sus gracias, siempre tuvo mentalidad de perro apaleado, pero una cosa es eso y otra cosa es el miedo servil: el miedo funcionó y sigue funcionando.
Y cuestiona la palabra porque ya no es la casa del ser (Heidegger). Es una palabra que se usa y de la que se abusa. Ya no es sonido, ni siquiera zumbido. Rojas es un animal del zumbido.
Para él hay dos cosas fundamentales en la palabra: el silencio y el zumbido. Levanta palafitos, casas al interior de sus casas para intentar pensar, para intentar soñar.
Los poco imaginativos son poco dispersos, normativos, aburridos, esquemáticos, bellísticos.La dispersión es connatural a la imaginación. Siempre se recupera, pierde y recupera. ¿Qué es perder?. Perder, saber perder, apostar y perder, sobre todo aportar.Nosotros que somos los anarcas, no andamos tras el poder: apostamos y perdemos.Soy concupiscente, por eso me gustan los místicos. Escribo poesía y empiezo con lo místico.Hay que leerse a Teresa de Ávila, que estaba más que loca.
Habrá que leer a los místicos para poder llegar a la poesía de Rojas.