En “Apologías y rechazos” (1979), Ernesto Sábato desafía – una vez más- a la censura impuesta por la dictadura militar argentina.
Dentro de sus páginas encontramos un texto sencillo y elocuente, su título “Sobre algunos males de la educación”; título, contenido y necesaria lectura absolutamente vigentes en éste, nuestro escenario nacional.
En “Mayéutica”, uno de sus acápites, el escritor señala:” El ser humano aprende en la medida en que participa en el descubrimiento y la invención. (…)En el sentido etimológico, educar significa desarrollar, llevar hacia afuera lo que aún está en germen (…).Platón pone el asombro como fuente de la filosofía, es decir del conocimiento. Y debería ser por lo tanto la base de toda educación”.
En julio del año 2011, en Santiago de Chile, mientras se cortan cintas y se aplaude frenéticamente, el actual Presidente de la República, Sebastián Piñera – como ritual de inauguración de una nueva sede del DUOC- define así a la educación : “(…)es un bien de consumo , que tiene un componente de inversión.(…) Significa conocer más, entender mejor, tener más cultura, poder aprovechar mejor los instrumentos y las oportunidades de la vida para la realización plena y personal de las personas, pero también la educación tiene un componente de inversión”.
Aunque después se deshizo en explicaciones, diciendo que no había dicho lo que dijo.
En 1999, la colección Libros del Ciudadano, de la Editorial Lom, publica un desafiante ensayo del sociólogo chileno, Tomás Moulián.
Su título “El consumo me consume”. Es un pequeño libro de atrevidas ideas. En el instante en que el autor reflexiona respecto al mundo del consumo y cómo éste nos envuelve, se detiene en los aspectos de la fetichización del dinero y nos aclara: “Al ocurrir este proceso de apasionamiento por el consumo, el medio que hace posible la adquisición se transforma en objeto de deseo. Al ser el consumo una pasión también lo es el dinero”.
Leyendo las tres citas anteriores, resultan evidentes los paradigmas que rigen y han regido desde los años ochenta la definición respecto de la educación en Chile.
Sus ópticas, sus estructuras, sus políticas, sus articulaciones están años luz de lo que vociferaba el viejo amigo Sábato y su condición de humanista, de pensador.
El reclamo de la ciudadanía, el reclamo de los estudiantes de Chile, no promulga un enunciado vacío, ni catártico, menos es metáfora, menos pataleta de jóvenes. Se trata de una demanda concreta como historia viva en la que todos estamos involucrados desde nuestros particulares mundos, desde nuestras particulares ficciones, desde nuestras estéticas, desde nuestros callejeos, también.
Y, porque el arte y la literatura también han estado presentes en la creatividad de estos reclamos, y porque organiza ideas y propone y está más cerca de la realidad de lo que comúnmente suponemos, tendríamos que – en un inventado juego dialógico- responderle y contradecir al personaje Juan Pablo Castel, quien en la primera página de aquella pequeñísima novela “ El túnel”, como un modo de autodefensa y a propósito del crimen cometido , afirmaba: “(…) En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de autodefensa de la especie humana” que , allá afuera en las calles de Chile, la ciudadanía sostiene, justamente lo contrario, porque de lo que se trata aquí es de una demanda concreta como historia viva.
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