Juan Pablo Letelier, vicepresidente del Senado, sostuvo el domingo 31 en El Mercurio que se requiere“redefinir qué tipo de país necesitamos, qué ordenamiento político, económico e institucional necesita Chile para los próximos años. Esto lo saben los empresarios. Hoy estamos arriba de un volcán que va a explotar. Puede hacerlo de diferentes formas como estallidos sociales que se agudicen o que surja un populismo de derecha o de izquierda”.
A su juicio, los acuerdos que hicieron posible la transición están agotados y se requiere un nuevo acuerdo institucional, que incluya la convocatoria a una asamblea constituyente. “Yo sé que eso molesta –afirmó-, que una persona que está en el Parlamento y que es vicepresidente del Senado esté planteando una constituyente parece una contradicción porque se supone que el Parlamento debería ser el constituyente, pero hoy lo que uno constata es que el sistema político no da el ancho”.
Letelier propone que el nuevo pacto incluya, entre otras materias, una reforma tributaria, la modificación del poder municipal, el cambio del sistema binominal, la redefinición de la libre competencia y la concentración económica, la creación de “nuevas instancias de representación y entendimiento con la sociedad”.
Afirma que los actuales movimientos sociales no están dirigidos contra el gobierno de derecha, sino que expresan un malestar más profundo. “Aquí estamos -dice-, frente a la rebelión de la clase media, y la rebelión del mundo popular está a la vuelta de la esquina si no se actúa. Están acumulando rabia y eso no es bueno para un país. Eso en algún momento estalla”.
Necesitamos combatir la desigualdad más eficazmente, pero si el vicepresidente del Senado dice que estamos sobre un volcán a punto de explotar o que la rabia se está acumulando, es como para sentir inquietud.
Curiosamente, en la misma entrevista afirma que “tenemos una buena institucionalidad”, que “los niveles de corrupción son bajos” y que ciertos servicios públicos como Impuestos Internos son los más modernos de Latinoamérica. Aclara, además, que no busca introducir elementos de inestabilidad.
Ciertas propuestas de Letelier, como el cambio del binominal y la necesidad de una reforma tributaria, son ampliamente compartidas, pero él describe la situación del país como si fuera necesario declarar el “estado de asamblea” para ponerlo casi todo en discusión.
Lo que hace en el fondo es confirmar que algunos parlamentarios parecen sentir angustia ante la posibilidad de ser sobrepasados por “los actores sociales”, sobre todo por los estudiantes, y tratan de demostrar que vibran y piensan como ellos, aunque tengan más años y otras responsabilidades.
¿Propone Letelier elegir un organismo que asuma funciones propias del Congreso? Y suponiendo que ello se concrete, ¿la Cámara y el Senado entrarían en receso? ¿Por cuánto tiempo? ¿O habría un momento en que Chile tendría dos parlamentos?
Suponemos que Letelier está consciente de que su propuesta puede interpretarse, dentro y fuera del país, como un signo de inestabilidad institucional, en la línea de los proyectos “bolivarianos” en la región.
Mal que mal, la Constitución que nos rige es el resultado de múltiples reformas desde 1989 en adelante –las más trascendentales, aprobadas en 2005-, y ha permitido consolidar un Estado de Derecho que ha sido la base del progreso alcanzado por Chile.
¿Los delegados a la asamblea constituyente se elegirían este año o el próximo, junto a alcaldes y concejales? ¿O el 2013, junto al nuevo Presidente, los senadores y diputados?¿Y en qué clima político? Es como si se deseara hacer otra transición: al aludir a la obra de los gobiernos concertacionistas, Letelier dice que “se hizo lo que se podía”, como pidiendo disculpas.
Los líderes del Congreso deben ser receptivos de las demandas de los movimientos sociales, pero no pueden renunciar a su responsabilidad política global, es decir, no deben confundir la sociedad civil con una huelga, una marcha o una toma de escuela. Tienen que pensar en el conjunto de los chilenos, la mayoría de los cuales no se expresa en las calles y desea que el país progrese sin alteraciones institucionales ni populismos.
Para impulsar transformaciones dentro del marco legal y no sólo hacer política testimonial, las fuerzas opositoras deben impulsar hoy un conjunto de reformas políticas en el Congreso para perfeccionar la democracia.
Si proponen discutirlo todo, puede frustrarse la posibilidad de efectuar los cambios más urgentes, en primer lugar terminar con el binominal y con el vergonzoso procedimiento de que los partidos designen nuevos parlamentarios en reemplazo de los que dejan sus escaños.
O sea, necesitamos que los parlamentarios de centroizquierda actúen con coraje y realismo, con voluntad de progreso y serenidad. Y que le tomen el peso a las palabras.