“Le llaman democracia y no lo es. ¡No lo es!” (Indignados)
Con el último debate parlamentario sobre el estado de la Nación (una especie de discurso presidencial del 21 de mayo español, pero en ágil formato de debate), llegó a su fin la semana recién pasada y en las pomposas “Cortes Generales” (sede del parlamento español), uno de los ciclos más expectantes y frustrantes (luego del protagonizado por Tony Blair y su fantasmagoría llamada “Tercera Vía”) de la socialdemocracia europea: “El Zapaterismo”. Sucumbía, sumiendo, de paso, al PSOE en la más angustiosa crisis en más de cien años de existencia partidaria.
Fue el último debate de la nación de Zapatero y el primero que gana (según Metroscopia y el CIS) su desaprobado contrincante Mariano Rajoy (PP), el execrable y pintoresco líder de los “Populares” (fruto del “travestismo “político tienen ese nombre, pero solo eso. El puro nombre de) cuyo desparpajo y oportunismo no tiene precedente.
Llega a tal punto su obcecación esquizoide que va a contra pelo de todas las medidas hiperliberales recomendadas por los amos del mundo, sus propios colegas, a ZP y que éste, por lo demás, obsecuentemente, adopta “contra viento y marea”.
En esta ocasión, el también llamado “debate de la nación”, estuvo en la tónica de siempre, insultos y descalificaciones por doquier, que rápidamente evolucionaron de lo político a lo personal. No puedo entender cómo es que haya quienes sostienen que este par se profesa mutuamente respeto y consideración personal.
¡Menudo contrasentido!
Como tampoco creo que nadie haya insultado más en la vida a Zapatero que este singular político derechista; quien, majaderamente, en la ocasión en concreto, no se cansó de pedir elecciones anticipadas. Es natural esta es una lucha de poder por el poder.
ZP se murió “matando” y “con las botas puestas”. ¡Nunca mejor dicho! Hizo, en medio de ciertos momentos de patetismo melodramático, una defensa a ultranza de sus “reformas” y un ataque frontal al modelo de “heredado”.
Resulta francamente impensable que siga creyendo que sus medidas son las únicas y las mejores posibles de adoptar (recorte del gasto social). Y completamente inverosímil creer que la fe ciega que, según dicen, profesa por sus hiper-neocom asesores económicos, le impida ver la tamaña traición que asestó a su electorado, como asimismo advertir la infamia que representa el hecho de hacer pagar a los más débiles –a los de siempre- la brutal crisis que ha depauperado a tantas familias de este país.
Y con el mismo entusiasmo que defendió lo indefendible, denostó, en segundo término, el horrendo sistema heredado. Una vieja herencia ilimitada y huérfana, en donde no se reconocen fácilmente tampoco hermanos, ni hijos, que huele a “El Labrillazo” y “El Pelotazo urbanístico”, que terminó “cargándose” por completo la Costa del Mediterráneo, una de las verdaderas joyas naturales de esta parte del mundo.
De la cual, en verdad, todos, sin excepción, “chuparon del bote” y le metieron “mano al cajón”. Un verdadero cáncer para cualquier sistema que se precie de democrático.
Ya lo decían todos los expertos internacionales, que pasaban por acá, entre los cuales se cuentan varios premios nobeles incluido el mediático Paul Klugman: “La octava economía mundial tiene pies de barro”. Es que no se podía sostenerse un modelo basado únicamente en el ladrillo (y en el turismo). Toda vez que España en 30 años construyó todo lo que no han construido Italia, Francia, Alemania e Inglaterra juntas.
Nadie se puso el sayo y reventó el “burbujón”, por el contrario, insisto, ¡todos! usufructuaron de él. Y Zapatero y su gobierno, como el que más, e hizo como Luis XV: “Après moi, le déluge”.
Ahora, la pregunta del millón, ¿dónde fue a parar toda esa “pasta” que dio “El ladrillazo”, los “billardos” de “billardos” de euros por concepto de recalificación de suelos y permisos de edificación, suficientes como para haber reconvertido este impresentable modelo, el portugués y el griego juntos? Directo a la “buchaca” de la corrupción y de ahí a los paraísos fiscales.
Representa un hecho sintomático, en este sentido, que el “Barómetro” (CIS) de este mes, constata que el 85% de los españoles cree que la política y su corrupción, luego del paro, constituyen uno de los problemas fundamentales del país; y que las dos caras del “duopolio” político español (PP-PSOE), como las dos cabezas del mismo monstruo, son situadas por la ciudadanía en el liderato del ranking de la fatal defenestración económica de los últimos décadas de país.
Pues resulta que este “modelito”, viene de lejos. Si, en efecto, lo tomamos de más atrás en el tiempo, nos da certeras claves -a la luz de los recientes acontecimientos- respecto de las verdaderas taras de la “democracia” española actual: una democracia a todas luces incompleta y un bienestar ciudadano francamente deficiente. Cuyo pecado original es haber surgido de las entrañas mismas del franquismo y de la mano del monarca Borbón, como se ha encargado de recordarnos, recientemente, nuestro conocido y octogenario maestro catalán, Vicenç Navarro (fue asesor del presidente Allende en algunas materias).
Con una ley electoral que favoreció la formación del mencionado “duopolio” político y que concluyó dilapidando completamente a la izquierda española. Que impone, por lo demás, serias restricciones a la participación ciudadana en la governanza del país, una política fiscal regresiva y un desfinanciado estado de bienestar, respecto de los demás países de la UE.
Como si fuera poco.
El citado catedrático catalán con la contundencia y la pedagogía acostumbradas, ha señalado recientemente: “Treinta y tres años después de haber terminado la dictadura, España continúa a la cola de la UE-15 en gasto público social por habitante.”
Además de las consabidas carencias en el sistema de medios de comunicación, léase la falta de diversidad y pluralismo (y discriminación a los medios de izquierdas). En donde la información de calidad es considerada un mero y prescindible asunto de “interés público” envés de “derecho fundamental” de las personas como debiera ser en tanto. Pilares de cualquier sistema que se precie de democrático.
Finalmente, al menos queda un consuelo, dentro de lo que cabe. De este par repudiado y vilipendiado por una amplia mayoría de los españoles, uno se jubila.
¡Por fin! (al menos acá algunos políticos se jubilan).
El otro, que no obstante “ganará” las próximas presidenciales -gracias a la horrenda performance de su errático rival, más que por merito propio- vivirá, sin duda alguna, los más sombríos y difíciles días que haya padecido inquilino alguno en La Moncloa.
O sea, tiene, también, los días contados, como los tiene este perverso sistema, alejado por completo de lo que la gente, en realidad, desea y merece.