La novela semi-autobiográfica del escritor peruano Mario Vargas Llosa, “La Tía Julia y el Escribidor”, trata la historia de un adolescente, Mario, que sueña con ser escritor. Mario, o Marito como es llamado en la obra, se enamora de un personaje inapropiado.
Se trata de su tía política Julia, divorciada y 14 años mayor que él, lo que lo enfrenta con su propia familia.
En la vida real, Mario Vargas Llosa soñó no sólo con ser escritor sino también político, y aún más, ser Presidente del Perú. Así en 1990 se presentó como candidato a la Presidencia del Perú, perdiendo en segunda vuelta electoral frente a un desconocido ingeniero agrónomo de ancestros nipones, Alberto Fujimori, dura derrota de la cual jamás se recuperó.
Han pasado de ello ya 21 años y ahora Vargas Llosa nos sorprende apoyando vigorosamente al candidato nacionalista peruano Ollanta Humala. Como en la novela referida Vargas Llosa “se enamora” inapropiadamente enfrentando a muchos de su “propia familia”, aquella que mayoritariamente se inclina por Keiko Fujimori, la hija de quien le propinó su inesperada derrota en 1990 y que lidera estrechamente las encuestas en la reñida elección peruana.
Este inexplicable apoyo implica para el escritor renegar de sus convicciones, ya que a lo largo de su vida el premio Nobel reiteradamente ha manifestado su rechazo al nacionalismo.
En sus palabras, “El nacionalismo es siempre fuente de crispación, de confrontación y de violencia, y eso no excluye al nacionalismo que juega a la democracia al mismo tiempo que a la exclusión. Es, sigue siendo, el gran desafío.” (en El Cultural, 19-25 de mayo de 2005).
A su vez en entrevista al diario español ABC Vargas Llosa afirmaba que “el nacionalismo está reñido con la democracia…si usted escarba en las raíces ideológicas del nacionalismo, éstas son un rechazo de las formas democráticas, un rechazo a la coexistencia en la diversidad, que es la esencia de la democracia. Por eso yo combato el nacionalismo en todas sus manifestaciones”.
Sorprende entonces ahora el entusiasta apoyo a Ollanta Humala, un candidato con fuertes vínculos con el venezolano Hugo Chávez, a quien admira y el que ha sido su soporte económico a lo largo de su carrera política.
Así, Vargas Llosa apoya al candidato ‘chavista-nacionalista’, aquel que dudosamente respetará la institucionalidad y que ha hecho de los sentimientos anti chilenos una bandera de lucha, al extremo de instar al Presidente de Chile a pedir perdón por la Guerra del Pacífico. Todo ello en un desesperado intento por impedir que gane Keiko Fujimori.
Curioso por decir lo menos, pues la joven Keiko encarna un Perú sin rencores, un Perú que confía en seguir profundizando su institucionalidad y desarrollo económico. Mira hacia el futuro sin anclajes en el pasado y sin resquemores nacionalistas.
Keiko a diferencia del nacionalismo, aspira en su programa de gobierno a la inclusión y no a la exclusión. ¿Por qué entonces alguien del talante intelectual de Vargas Llosa reniega de esta evidente realidad?
En otra de las obras de Vargas Llosa probablemente se encuentra la respuesta.
En efecto, en “El Pez en el Agua” publicada tras su derrota electoral, Mario Vargas Llosa afirma que “se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias”. Ahora, del mismo modo en el ámbito político, Vargas Llosa actúa intentando llenar un vacío y desquitarse con la realidad, aquella dura realidad que da cuenta del posible triunfo de la hija de su archirrival Alberto Fujimori.
En palabras del propio escritor: “Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores”.
El ‘escribidor’ se refugia entonces en la ficción nacionalista de Ollanta Humala pues es incapaz de resistir la realidad de un Perú que desea mirar al futuro de la mano de Keiko Fujimori, la hija de quien arruinó su propio sueño presidencial.