Las marchas se han relacionado a grupos revolucionarios que dejan los pies y la voz en la calle por expresar ideas que probablemente vayan en contra de la forma como se hacen las cosas: suplican innovación, cambio y vanguardia. Pero no estamos acostumbrados a que sean los grupos más conservadores los que busquen mantener el status quo a través de la revolución.
Estamos acostumbrados a que las marchas denoten el orgullo de pensar distinto, y que probablemente estén lideradas por grupos que representen algún tipo de minoría, y que al unirse y mostrar que juntos pueden más, construyan una plataforma de poder a través de la cual hacer escuchar su voz: juntos son más fuertes.
La marcha por los valores y la familia, convocada por Transforma Chile, y que tanto revuelo ha causado en la prensa y redes sociales, es una demostración de lo anterior: ciudadanos llaman a marchar para mantener el orden al cual están acostumbrados.
Muchos podemos no estar de acuerdo con lo que buscan lograr – yo personalmente soy una ferviente convencida del matrimonio igualitario, y la consecuente adopción de hijos – pero sí debemos resguardar el derecho ciudadano de la libre expresión y de la participación.
Una de las finalidades de la participación ciudadana es impulsar el desarrollo hacia una democracia más participativa.
Esto se logra a través de la integración de los ciudadanos al trabajo político, buscando que éstos puedan efectivamente tener algún tipo de incidencia en las decisiones del gobierno, sin necesariamente formar parte de la administración pública.
Y parte de las responsabilidades de la participación ciudadana es el tener conciencia que, tal como yo ciudadano puedo hacer uso de mi derecho para hablar, patalear, marchar y gritar, el del lado, que probablemente piense muy distinto a mí, también puede hacer uso de ese derecho.
La parafraseada frase de Voltaire, No estoy de acuerdo con lo que piensas, pero daría mi vida para que pudieras expresarlo, refleja el corazón de lo que probablemente es el aspecto más difícil de la participación: la tolerancia y el respeto por quien no quiere que yo logre mi acometido.
Una verdadera lucha por la libre expresión, una verdadera lucha por una democracia participativa e integradora, velará porque existan espacios de difusión iguales y sin discriminación.
Una verdadera democracia se construye con la participación de todos, porque en una verdadera democracia sólo las ideas totalizantes y violentas hay que acallarlas para garantizar su supervivencia. Para el resto de los ciudadanos, el espacio de expresión debe estar siempre garantizado.
La marcha convocada por Transforma Chile pone a prueba las convicciones de tolerancia de quienes pensamos distinto a este grupo, pues las diferencias de opiniones con los planteamientos de este grupo conservador no debieran invitarnos a criticar su forma de protesta y manifestación.
Caer en esa crítica deslegitima una potente herramienta de lucha que ha permitido notables avances sociales y de reconocimiento de derechos.