Aún no acaban los análisis sesudos sobre lo que fue el año político 2015 y lo que se proyecta para el 2016, cuando entre medio surge el problema de la no invitación del ministro Burgos al viaje de la Presidenta a la Región de La Araucanía. Lo anterior permite interpretaciones diversas en términos de efectos.Entre ellos, negociación municipal y proyección a parlamentarias y presidencial entre DC y PS y posible configuración de opción Presidencial útil para consolidar una primaria competitiva en el marco de la Nueva Mayoría, proveniente desde el acuerdo histórico DC/PS.
Mientras la crisis sigue su curso, se conoció, y de forma muy poco estridente, una noticia que devela una vez más la precariedad del sistema político chileno en sus logros, por lo menos en cuanto al sueldo mínimo se refiere, y que nos recuerda la ‘fortaleza argumentativa’ de un empresariado que logra gobernabilidad y desarrollo nacional a propósito de una siempre muy fundamentada razón ‘económica – productiva’, como es impedir la inflación y el desincentivo a la apertura de nuevas plazas laborales, cuestión funcional a las prácticas capitalistas, las cuales desde siempre se han entendido descarnadas en lo humano, en base a la necesidad de lograr mayores y mejores posibilidades de competencia en un marco de economía global.
Desde ahí, una muy interesante afirmación del ayer que explica, más que la mala práctica empresarial, per sé, la dinámica del Capitalismo,‘los chupasangre’, que alguna vez existieron, existen y, que por supuesto seguirán existiendo; como muestra por estos días una nueva colusión con los pollos, ahora desde los grandes supermercados. Colusión parte 4, 5 ó 6… ¿hay más?
No han sido pocos los que se han manifestado preocupados por este tema. Uno de ellos, fue Pablo Longueira, el cual en su condición de parlamentario y posterior ministro del gobierno de Sebastián Piñera tomó la idea de Sueldo Ético, el cual aseguraba resolver los mínimos para que una familia fuese capaz de vivir de forma digna.
Lo mismo ocurrió con la Iglesia Católica, representada por Alejandro Goic, la cual por medio de su Conferencia Episcopal se ha pronunciado en la misma línea (en el 2007, se propuso la idea de los $250.000).
En julio del 2015, se hizo público un estudio de la Fundación Sol que asegura que más de 1 millón de trabajadores chilenos percibe tal remuneración, siendo por lo tanto muchas más personas las que viven con este ingreso, a propósito de los integrantes del núcleo familiar que percibe ese ingreso.
Se indica, además, que hoy alrededor de $360.000 debiese ser el monto del sueldo mínimo para asegurar que trabajadores y sus familias se encuentren por sobre la línea de la pobreza. Si eso es así la promesa de disminuir la desigualdad se encuentra en tensión, por lo menos en este aspecto, el cual parece fundamental para impedir la desigualdad galopante que caracteriza a Chile.
En este sentido, sería recomendable que la actual crisis política que para muchos es sinónimo de disputas de poder al interior del gobierno, cuestión que ineludiblemente se proyecta al acuerdo municipal y próximas parlamentarias y presidencial, recoja este aspecto para nuclear las definiciones políticas programáticas con sentido de urgencia en un aspecto central para contribuir a disminuir la desigualdad y pobreza por medio de sueldos mínimos éticos.
Hay que hacerlo rápido, ya que si para llegar a los $250.000, debieron pasar alrededor de 8 años, para llegar a los $360.000 ¿podrá demorar la mitad?