La situación que vive hoy Jorge Sampaoli es lo opuesto de lo que vivió el protagonista del gran cuento de Eduardo Sacheri “La hipotética resurrección de Baltasar Quiñones”, un héroe futbolístico que se aburrió de la fama, los flashes y planeó su desaparición para vivir en un pueblo escondido, para ser oficinista, tener un pasar tranquilo y que nadie lo molestara.
Sampaoli sufre tal como lo hizo el personaje de Sacheri, versiones de prensa aseguran que teme por su familia, que quiere irse de Chile, que ya no quiere trabajar acá. Ahora, la duda que ronda es ¿qué quiere Jorge Sampaoli?
Baltasar Quiñones quería ser una persona normal, no quería firmar autógrafos ni besar niños y menos tener sobre sus hombros los sueños de un país. En realidad se cansó de esa vida y quiso desaparecer. La cuestión es que no creo que Sampaoli quiera volver a Casilda y quedarse viendo fútbol en su barrio, todo indica que Europa será su destino profesional, para disfrutar del reconocimiento pelotero y tiene todo el derecho a quererlo.
Sin embargo, Baltasar Quiñones, en el cuento de Sacheri, se sentía violentado por su fama, no quería vivir eso, quería tener tiempo para su familia. En tanto, Sampaoli quiere desaparecer de Chile porque está molesto por la filtración de su contrato, porque se conoció cómo maneja sus dólares. El DT se enojó porque tuvo que responder a fiscalizaciones hechas por el SII y la Dirección del Trabajo después del escándalo de Jadue en la ANFP, esto sin duda es una señal de que el argentino no entiende qué está pasando en nuestro país, está nublado, su cabeza no procesa lo que ocurre en su entorno y una señal más de que está en la vereda opuesta de Quiñones.
Sampaoli quiere ser especial, que nadie lo critique, que nadie lo moleste, pero le tocó vivir en un Chile muy particular que tiene una crisis de credibilidad tremenda y él no puede estar ajeno a eso.
Es más, lo mejor que le puede pasar es que lo investiguen y quede de manifiesto que él no hizo nada ilegal, sólo ser el entrenador de la selección más exitosa de la historia, pero bajo una de las administraciones más oscuras. Pero el de Casilda no entiende eso, cree que todos estamos en su contra.
El oriundo de Casilda ya sentenció, “no quiero trabajar, ni vivir en Chile, pero soy un rehén” y tiene toda la razón Sampaoli porque es un rehén de su propio contrato que negoció, firmó y que le significó un aumento sustancial de sus ingresos mensuales.
Ahora si se quiere ir, tiene que pasar por el mismo proceso, es decir, negociar, firmar y listo. Así funcionan los contratos en el fútbol actual y eso él lo sabe, incluso se lo dijo a Matías del Río en TVN: “El fútbol se ha transformado más en un comercio que en un deporte”. El amateurismo ya quedó en el olvido.
Los millones que ganó Sampaoli fueron bien pagados. Nadie puede debatir el nivel de nuestra selección, somos uno de los mejores equipos del mundo, campeones de América, jugaremos la copa Confederación, estamos en la lucha de ir a nuestro tercer Mundial consecutivo algo impensado hace un par de años. Dinero perdido no es y quien ponga en duda eso, sencillamente es un termocéfalo y que no merece más comentario.
A Sampaoli no le cabe en su cabeza que la gente lo odie. No puede entender que Marcelo Bielsa sea amado, idolatrado, siendo que no ganó nada y cobró tantos dólares como él. Sampaoli creyó erradamente que con el título de la Copa América, no habría nada, pero nada que hiciera tambalear su imagen. Sin embargo, no entendió el peso moral de su maestro.
Baltasar Quiñones nunca aspiró a la gloria, quería vivir como simple mortal en su pueblo, Jorge Sampaoli quiere todo lo contrario, quiere ser reconocido, que le toquen el lomo, que lo alaben y no que lo critiquen por su vida.
Sampaoli no entendió que su actitud, sus reacciones lo alejan no solo de Baltasar Quiñones, el notable personaje del cuento de Sacheri, sino también de Marcelo Bielsa, su maestro, a quién superó en los números, pero no alcanzó en el respeto.