La dicotomía ideológica entre los socialismos reales y el capitalismo pareciera ser un debate agotado por el peso de la historia y los hechos que fueron aconteciendo a finales del siglo XX, que es por todos nosotros conocidos. En este aspecto la idea de una tercera vía, una alternativa en la pelea entre el socialismo y el capitalismo neoliberal también pareciera ser innecesaria, dando paso a una política posmoderna y a una sociedad valórica e ideológicamente líquida.
No obstante, esto no fue el fin de la historia como propugnaba Fukuyama, ni la victoria del capitalismo que se impuso en todos los países. Salvo los regímenes políticos que ya traían el socialismo desde la Guerra Fría y la emergencia del Socialismo del siglo XXI, el resto de países –salvo excepciones– tampoco aplicaron el neoliberalismo a rajatabla, el mundo se llenó de tonalidades donde la tercera vía se fue imponiendo a través del Estado de bienestar en Europa, el modelo nórdico de bienestar y la economía social y ecológica de mercado.
El caso chileno difícilmente puede ser encasillado como una tercera vía, la dictadura y los Chicago boys nos impusieron vivir en un modelo neoliberal y la Concertación, que nació como hija del clivaje de la dictadura, no hizo más que administrar el modelo y modernizar el país bajo el contexto de condiciones institucionales adversas que impedían realizar cambios profundos, no hay frase más adecuada para este tiempo que la realizada por el Ex Presidente Patricio Aylwin, los avances se hacían “en la medida de lo posible”. El “chilean way” del ex Presidente Sebastián Piñera no es más que un espejismo frente a la realidad, porque la vía chilena nada tiene de chilena.
El agotamiento del proyecto político concertacionista hace surgir a la Nueva Mayoría, que no es la caricatura de la Unidad Popular más la Democracia Cristiana. La Nueva Mayoría no es la mezcla de la “revolución en libertad” y de la “vía chilena al socialismo”, que por cierto, ambas tenían medidas mucho más radicales a su tiempo de lo que propone hoy la Nueva Mayoría.
La que propone la Nueva Mayoría finalmente es construir un proyecto de país donde exista dignidad en la vida de los ciudadanos, construir un modelo de Estado social y democrático de derechos, aprendiendo de las fortalezas y las debilidades de los modelos que ya existen en el mundo. Este es sí que es el verdadero “the chilean way” porque no se trata de trasplantar cosas ya hechas, se trata de construir un nuevo camino.
En este sentido la DC, concretamente el humanismo cristiano, tiene mucho que decir respecto a estas ideas, la base ideológica del Partido Demócrata Cristiano y las propuestas del Congreso Ideológico del año 2007 están presentes en gran parte del programa de gobierno de la Presidenta Bachelet: la redistribución de los ingresos, el fin del lucro en la educación, mejorar las condiciones en la negociación colectiva, el fin del binominal, la equidad de género en la participación electoral, etc.
El hecho no es una particularidad que se da sólo en Chile, el SPD –la Socialdemocracia alemana– progresivamente fue tomando las ideas de la economía social de la Democracia Cristiana alemana y haciéndolas propias, aun cuando ambos partidos no forman coalición para gobernar. También se da a nivel de la Unión Europea donde el objetivo de la economía europea plasmados en el Tratado Constitutivo de la UE y en el Tratado de Lisboa es el modelo de economía social de mercado, un contexto donde el socialcristianismo es minoría respecto a los partidos populares de derecha y los partidos socialdemócratas – laboristas.
La construcción de un proyecto político en coalición no puede estar dirigido por los personalismos de cada partido, ni por las ideologías presentes en cada una de ellos, ni en correr los cercos de las ideas para un lado ni para el otro; quienes creen que la Nueva Mayoría debe inclinarse hacia un lado del espectro político están absolutamente equivocados, es más ni siquiera deberían ser parte de la coalición.
Por lo mismo, las retroexcavadoras, los extremismos conservadores e izquierdistas, los caudillismos de partidos unipersonales y de los partidos grandes, más los variados casos de corrupción donde más que servir en política se busca servirse de la política han sido absolutamente nefastas para el proyecto político.
El rol de la DC no es moderar los discursos en el relato político de los más partidos, sí es centrarse de forma responsable en los objetivos que se adhirió al momento de suscribir al programa de gobierno, en tal sentido si hay que hacer una crítica, se hace justificando la razón mayor por la que estamos unidos, cumplir el programa que todos suscribimos.
El rol de la DC no es articular las mayorías, suponiendo esta función por ser el partido de mayor votación en la coalición o por estar en un supuesto espectro político ideológico entre izquierdas y derechas.
Tomando las palabras de Jaime Castillo Velasco, la Democracia Cristiana no se encasilla en una posición de centro donde toma cosas de la derecha y la izquierda, adopta una posición de vanguardia que supera el viejo conflicto entre el individualismo liberal y el socialismo colectivista. Es errado y limitante asumir una postura de centro-izquierda o centro-derecha, porque su rol es transformar el orden establecido y crear las bases de un nuevo modelo.
Cuando la Democracia Cristiana dice que está con las reformas, es porque efectivamente es así, no hay caretas ni dobles lecturas porque negar el fondo de las reformas y sus objetivos es negar a las propias ideas humanistas cristianas de bien común, justicia social, humanismo y dignidad de la persona.
En definitiva respecto al rol de la DC y en medio de los problemas de Gobierno, Castillo Velasco perfectamente nos diría: “cuando el partido llega al poder, no lo hace para salir en la próxima crisis de gabinete. Entra sólo cuando el camino está preparado para cumplir su gran tarea. Ya no se podrá volver atrás. La vía tiene una solo dirección: va hacia adelante. Y este adelante es la transformación de la sociedad”.