La participación total de la Industria chilena en la economía con valor agregado representó un 27,2% del PIB el año 2014, porcentaje bajo la media de los países latinoamericanos que alcanzan el 30% para el mismo año, según el Índice de Sostenibilidad de Chile y sus regiones (Observatorio de Sostenibilidad, Facultad Economía y Negocios de la Universidad de Chile).
Este dato contrasta con la información del Servicio de Impuestos Internos (SII), que señala que el mismo año las empresas de menor tamaño (EMT) participaron de un 15,3% de las ventas totales que se realizan en Chile, cifra que sigue bajando.
Hoy, son alrededor de 820 mil y generan el 64,4% del empleo total del año 2014. Es decir, son el 88,5% de las empresas existentes y se llevan un 15% de la torta. En estas condiciones, ¿quién puede competir, innovar y asumir los beneficios de la competitividad? Además, a ello debemos descontar la inversión de tiempo en asuntos burocráticos y de gestión administrativas.
Sin embargo, un micro y pequeño empresario, además de generar empleos e ingresos familiares, debe hoy estar atento a los cambios del entorno sin descuidar su legítima aspiración de ser rentable y competir en un ambiente, que no está pensado para su desarrollo empresarial, salvo honrosas excepciones. La gran mayoría de los empresarios no se baja de su “bicicleta” y se pasea por tortuosos caminos de altas y bajas pendientes.
Efectivamente, los casos de conglomerados empresariales reñidos con la ética y los desafíos que plantea el calentamiento global, no le son ajenos al pequeño y mediano empresario.
La influencia de la ética protestante y el puritanismo de siglos atrás desarrollaron códigos, que exaltaron el trabajo y la sobriedad “dentro de un sistema de valores sobre los cuales funcionaba un orden social que servía para movilizar a la comunidad y reforzar la disciplina”, sostiene la filósofa española Adela Cortina.
Sin embargo, el interés se convirtió más tarde en uno de los fundamentos éticos de la sociedad moderna, por encima de las necesidades humanas. Así, el deseo de mejorar la situación propia y el egoísmo se convierten en un motor de un sistema que, para algunos, ha generado enormes beneficios para innovar y crecer, mientras que para otros ese mismo interés se autonomizó de las regulaciones de justicia y prudencia, bases de una ética cívica y democrática.
Para muchos, hoy asistimos a un desmoronamiento de un tipo de capitalismo instalado en los estilos de hacer negocios, que no necesariamente se refleja en una empresa ética debido a la incompatibilidad que existiría entre las exigencias de una democracia pluralista y el interés propio.
Adam Smith, en la Riqueza de las Naciones, creyó en un sistema económico que se controla a sí mismo por la competencia del mercado, que crea bienestar y armonía en la medida que el interés propio o privado produzca el bien de todos. Sin embargo, la “mano invisible” parece perturbar un sistema ético, que luego fue influido por el concepto de “utilidad” que enaltece el principio “utilitarista” basado en los costos por sobre el beneficio.
En otras palabras, las utilidades si bien legítimas, se obtienen mejor cuando no consideran el bienestar de todos sino el particular. Pagar la multa o indemnizar por el daño causado quizás sea la expresión más gráfica de este enfoque. Lo anterior aplica tanto a organizaciones como a individuos.
Las pequeñas y medianas empresas tienen una oportunidad gigantesca para recuperar su autoestima y aporte a la sociedad debido a que son las que generan más ingresos familiares y empleos al país, en un momento donde los niveles de desconfianza en Chile aumentan hacia la elite política y empresarial. Existe la percepción de que los abusos llegaron a su fin y que es necesaria una economía, que regrese a la administración de la casa por sobre aquella que solo se preocupa de los objetos y de su intercambio.
Este cambio de enfoque en la economía viene fuertemente impulsado por el desarrollo sostenible o sostenibilidad del desarrollo, donde el Producto Interno Bruto (PIB) empieza a abandonar su liderazgo complementado por índices sociales, ambientales y económicos que dan cuenta que la cercanía.
Flexibilidad para hacer los cambios e innovación son asuntos que tienen valor para los usuarios y consumidores que conscientes de sus derechos ciudadanos, empiezan a preferir la trazabilidad del servicio o producto que consumen sea por razones de salud, educación, medioambiente y mejoramiento en su calidad de vida y están dispuestos a pagar un precio por aquello.
El desafío pendiente para el mundo de las empresas de menor tamaño es que la empresa hoy regresa a la administración de una casa, donde sus miembros están menos dispuestos a asociarse para grandes causas, pero sí disponibles para organizarse y dar pequeños pasos para el grupo y grandes pasos para la comunidad donde dicha empresa actúa.