El sábado recién pasado terminaron las negociaciones climáticas en París. Los líderes políticos declararon que los acuerdos alcanzados por los gobiernos constituyeron un triunfo histórico, para enfrentar el cambio, desde la fracasada Cumbre de Copenhague en 2009. Pero más allá de la estrategia comunicacional, en París se formalizó un paradigma de negociaciones que se acomoda a la “voluntad “de las partes, pero no se ajusta a los objetivos de la Convención de Cambio Climático.
1.- Se renuncia a revertir el calentamiento global, que constituye el objetivo de la Convención firmada en la Cumbre de Río en 1992. El objetivo ahora es evitar que la temperatura planetaria aumente más de 2 grados promedio, procurando no superar los 1,5 grados.
2.- Se creó un nuevo sistema de compromisos de reducción de emisiones, en base a “contribuciones nacionales” que cada país comprometió en París. Pero la suma de esos compromisos es insuficiente, pues no sólo no permite reducir las emisiones para resolver el cambio climático, sino que tampoco logra controlar el calentamiento en más 2°C. Los científicos han advertido que la suma de los compromisos de reducción, implica que a fines de este siglo tendríamos un aumento de temperatura entre 2,7 y 3 grados Celsius. Un desastre climático.
3.- Los compromisos de reducción de emisiones acordados, no son vinculantes. Su carácter voluntario implica que cada nación debe informar a Naciones Unidas como va con su compromiso, pero no hay multas ni sanciones si no cumple con ellos. Lo cual puede significar la ineficacia o fracaso del acuerdo.
4.- En París se avanzó hacia un sistema flexible de compromisos de reducción de emisiones, que incluye a los países industrializados y a los no industrializados, comprometiéndose un fondo de 100 mil millones de dólares para apoyar las acciones de los países no industrializados. Pero este compromiso no quedó escrito en el texto del acuerdo de París.
Por todas estas razones las negociaciones de París no constituyen ninguna garantía para revertir el cambio climático o evitar que el calentamiento de la atmósfera continúe hasta más de 2°C, con todos los impactos y fenómenos extremos que conlleva.
Por eso, se requerirá más que nunca la intervención de los ciudadanos, tanto para presionar a los Estados a cumplir los compromisos voluntarios realizados en París, como también para concretar nuevas acciones que permitan mantener al año 2100 las condiciones de vida en nuestro planeta, al menos, como hoy las conocemos.