En Chile esta fecha pasa bastante desapercibida en las noticias y sólo se resalta a nivel de instituciones que trabajan con y por las personas con discapacidad, la gran mayoría de las cuales han sido fundadas por las propias familias.
Esto es un reflejo de lo invisibles que son las personas con discapacidad en nuestro país de cara a la generación de políticas públicas, que faciliten la plena inclusión de ellas a nuestra sociedad. Frente a esta carencia de recursos provistos como consecuencia de la política pública, las familias han tenido que resolver sus necesidades a través de fundaciones y corporaciones principalmente.
Hablar de inclusión no es otra cosa que hablar de reconocer a las personas con discapacidad como ciudadanos plenos de derechos y de obligaciones, lo cual requiere un esfuerzo de todos nosotros en comprender que lo que prevalece en esta población es la condición de persona. La persona por sobre su discapacidad o su diagnóstico, es un ser que tiene capacidades a ser desarrolladas, que tiene sueños, proyectos y motivaciones.
La sorpresa, es que esos sueños, proyectos y motivaciones son los mismos que las de cualquier persona.
Hoy es un día oportuno para preguntarnos y revisar cómo estamos en Chile en cuanto a lo inclusivo que somos con las personas con discapacidad. El término inclusivo es de fácil y frecuente mención, pero que requiere decisión y trabajo para concretarlo.
Como país hemos avanzado en la valoración e inclusión de las personas con discapacidad, sin embargo estamos faltos de políticas públicas y privadas que nos permitan acortar las brechas con aquellos países en que se han asegurado determinados derechos sociales, como la educación, el trabajo, la salud y la vivienda, favoreciendo la dignificación e inserción efectiva de las personas en condición de discapacidad.
En Chile necesitamos hacer más coherente el discurso pro inclusión con acciones concretas.
En Chile no existe voluntad política para pasar de los diagnósticos, seminarios y documentos, a programas concretos, a la generación de políticas vinculantes que aseguren la inclusión en lo educacional, en el acceso a la vivienda, al trabajo, a la cultura ya la salud, entre otros.
Nos falta mucho. Por ejemplo, hoy la legislación laboral permite que una persona con discapacidad mental pueda trabajar recibiendo una remuneración menor al sueldo mínimo.
Los cambios deben comenzar por nosotros, y deben ser estimulados por la política y autoridad pública. Superando los prejuicios y los estigmas, miraremos a las personas con discapacidad como ciudadanos, lo que nos enriquecerá a todos.
Confío que el próximo año, este día sea noticia, y de las buenas.