Incentivar, legitimizar y promover la igualdad de género en el mundo laboral, no es sólo justo, sino además necesario. No existe en el mundo país desarrollado que haya alcanzado tal condición sin incluir a las mujeres como motor de desarrollo de su economía. Ejemplos sobran. Y es que al aprovechar las competencias y habilidades de las mujeres no sólo se genera un beneficio para las empresas, sino algo más grande que pasa a ser un bien público, que agrega competitividad, desarrollando a la sociedad y al país en su conjunto.
Para las mujeres incorporarse al mercado laboral no ha sido tarea fácil, más aún si de posiciones de liderazgo se trata. Todavía la mujer debe sortear diversos obstáculos importantes a la hora de llegar a cargos y roles de protagonismo en el mundo del trabajo.
¡Para qué hablar de directorios de empresas! Cultura patriarcal, muticiplicidad de roles, empoderamiento e historia, pueden ser algunos de los factores que les han jugado en contra y que han llevado a la escasez de mujeres en lo más alto de las empresas.
Mientras más grande sea una empresa u organización, más compleja es la posibilidad de que las mujeres ocupen cargos de ejecutiva máxima – menos del 15% de los directivos de las principales empresas del mundo son mujeres y en Chile esa cifra llega recién al 5,6% (19 mujeres directoras de un total de 331 posiciones de directorio), de acuerdo a los datos entregados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su informe “Chile, Liderazgo femenino en el sector privado”.
No obstante, en este escenario aparecen luces que hacen ver más optimista el futuro para el mal llamado sexo débil. Una de aquellas luces es el gran avance que representa para nuestro país la firma del primer compromiso público-privado que selló la alianza entre la Subsecretaría de Economía y la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC); pacto que en un plazo de cuatro años pretende incrementar la participación de mujeres en cargos de alta responsabilidad, comités ejecutivos y directorios.
La subsecretaria de Economía, Katia Trusich, puso de manifiesto la relevancia de este intento por innovar en la estructura de las posiciones de liderazgo, indicando que una mayor diversidad de género “aporta a la rentabilidad de las empresas porque da una visión diferente al emprendimiento, la innovación y el liderazgo organizacional, en sintonía con un mercado de consumo orientado cada vez a más mujeres”.
Y aunque es indesmentible la importancia de hacer cambios en los niveles directivos altos respecto a presencia femenina –ya que en Chile el número de mujeres ha crecido sólo un punto porcentual anualmente desde 2011- lo más lógico es potenciar su fomento desde la base de la pirámide de nuestra economía: las pymes y el ecosistema emprendedor. Ello, debido a que la gran mayoría de las mujeres que trabajan se concentran en los empleos que se generan en estos sectores.
Lo anterior no tiene que ver con motivos antojadizos, sino que encuentra sólidos argumentos en estudios internacionales como el realizado por la ONG sin fines de lucro estadounidense “Catalyst”, el que reveló que las empresas de Fortune 500 con más mujeres en su junta directiva son un 16% más rentables que las demás.
Otro dato relevante que nuestro país debe mirar con atención es que las empresas con más mujeres en sus equipos directivos obtienen un 26% más de rentabilidad sobre el capital invertido versus las que tienen un menor nivel de presencia femenina. Incluso más, las empresas con 3 o más mujeres en sus juntas directivas en los últimos 4 a 5 años registraron tasas de rentabilidad sobre las ventas un 84% superiores y en sus fondos propios, 46% superior.
Finlandia, Noruega, Suecia y Reino Unido ya han notado de esta realidad y han generado los cambios necesarios. En estos países más del 20% de los cargos en sus juntas directivas son ocupados por mujeres, muy lejos de los que pasa en países como Omán, India, Baréin y Chile por citar algunos ejemplos en donde este porcentaje bordea el 5%.