Av. San Diego, jueves 12 de noviembre, 19:45 hrs. Falta poco más de media hora para que comience el partido en el Estadio Nacional y las piernas apuran el tranco del trabajo a la casa. En las calles se respira el típico ambiente futbolero, la gente contenta y ansiosa, muchos con camisetas de la selección nacional. Uno, dos, tres niños con la roja de Alexis Sanchez… Cuatro, seis, ocho con la 10 amarilla:los James son más que los Garys y la calle se tiñe de Caribe.
Lo anterior es una imagen cotidiana en las calles de Santiago, Recoleta y Estación Central; pero lo es también en los centros de salud de muchas comunas, donde los profesionales cada día enfrentamos el desafío de atender de la mejor manera posible a quien consulta por miedo a padecer la chikungunya (enfermedad infecciosa transmitida por mosquitos, frecuente en zonas más cercanas al trópico) o por enfermedades profesionales sin cabida en el sistema, pues aún no logran la legalidad de la visa definitiva, a dos, tres años de trabajar en Chile.
Son los nuevos chilenos, aquellos que han cruzado la frontera y que se tienen que abrigar el doble por el invierno. Nuevos chilenos, con sus formas de pensar y sentir, de alimentarse y recrearse; por lo tanto, sus propias formas de enfermar y sanar son los que hoy movilizan los centros de salud hacia una nueva concepción de a quienes atienden y cómo deben hacerlo.
Lentamente nos vamos dando cuenta, en salud, que el país está cambiando y las herramientas que estaban ya tan probadas para los antiguos chilenos van dejando de ser útiles, pues no sabemos expresarlas en creole, ignoramos cómo se prepara el rocoto relleno y desconocemos a qué santos le rezan en Medellín.
Y el salto que nos demanda esta nueva realidad es abismal, se requieren nuevos profesionales y nuevos sistemas capaces de comprender y abordar la multiculturalidad, la transculturalidad y la interculturalidad.
Recoleta, al igual que con la farmacia popular, ha dado un paso adelante, contratando para uno de sus centros de salud a una persona haitiana que realice interpretaciones idiomáticas y permita el mutuo entendimiento entre el paciente y el profesional.
Santiago, por su parte, está llevando adelante un proceso serio de reflexión, acompañado por el departamento de Atención Primaria y Salud Familiar de la Universidad de Chile, respecto de la migración, del que se espera obtener importantes conclusiones que orienten el proceder en salud de la comuna.
Nos queda un largo camino por recorrer, el que debiera implicar un cambio de paradigma en lo que significa hoy ser profesional de salud en Chile. El problema no es tan simple como marcar más goles que el rival (¡bendito fútbol!), porque en esta pasada no hay rivales.
No debiéramos ver un oponente en este interlocutor distinto, sino un otro legítimo que busca ayuda. De no mediar este cambio, es probable que nuestra medicina se vuelva obsoleta para el nuevo Chile y comencemos (si no lo hemos hecho ya), a pensar que toda dolencia necesita de un ibuprofeno y que los tamales se preparan igual que las humitas.