Mayo ha sido un mes de masivas movilizaciones sociales. Los trabajadores, los estudiantes, los medioambientalistas, la gente de esfuerzo de nuestro país se aburrió de ser excluida de las decisiones y que las políticas públicas siempre apunten al beneficio de los mismos que tienen el poder económico.
Los discursos de crecimiento de la economía del país ya no les dicen nada a las personas, porque saben que nada o casi nada les llegará.
Nuestro país se acostumbró a convivir con la desigualdad social que golpea el alma de nuestro Chile. A algunos les parecerá normal que el 20% más rico se eche al bolsillo el 80% de la riqueza nacional y que al resto de los chilenos se nos invite a seguir creyendo y trabajando por un país donde unos pocos deciden y se benefician.
La mayoría de las personas saben que con el Proyecto HidroAysén se daña y destruye el medio ambiente, la flora, la fauna, y tienen conciencia de lo que será el futuro si se hacen las represas en la Patagonia. Pero, además, estamos conscientes que esto es para el beneficio económico de las grandes empresas que explotan la riqueza de Chile y que ahora buscan alterar el ecosistema en la Patagonia Chilena.
El malestar creciente que se empieza a expresar tiene su raíz en la desigualdad y la indignación, tiene su mirada en la inmoral concentración de la riqueza que existe en la sociedad chilena, y pareciera que nuestra clase política no alcanza a ver lo que está empezando a gestarse.
Mucho se habla de que la Educación es la herramienta con la que se puede salir adelante, pero la Educación sigue siendo estratificada, es cara y los profesores y los estudiantes no son considerados en su opinión sobre el tema.
Salud sigue siendo un sistema especulativo si se trata de las Isapres, y deficiente inoportuna si se trata de la Salud Pública y que convierte en una crisis económica cualquier enfermedad grave.
Pero es en el trabajo donde se genera la mayor desigualdad y empobrecimiento. Es allí donde se acumula rabia y frustración con las injusticias y atropellos a los derechos más esenciales.
Por ello es que se aprecia ya un cansancio y un malestar que va dejando de ser individual y va tomando forma colectiva. Las manifestaciones han dejado de ser de unos cuantos para convertirse en masivas.
La incapacidad de los gobernantes y sectores políticos para entender este justo reclamo y la voz de la dirigencia social muestra que existe muy poca sintonía con el Chile real, ese que todos los días tiene que pelearle a la vida para educar a sus hijos, para tener salud y mantener un trabajo donde además de los bajos salarios, los tratan mal.
Sólo con el discurso del orden público y exponiendo a los carabineros a ser agredidos o agredir, no solucionamos este reclamo que es de una sociedad cansada de ver cómo unos acumulan y a otros les cuesta sobrevivir.