06 nov 2015

Confesiones

“Si yo fuera un líder árabe, nunca firmaría un acuerdo con Israel. Es normal, nosotros hemos tomado su país. Es cierto que Dios nos lo prometió, pero ¿cómo podría interesarles esto a ellos? Nuestro Dios no es el suyo. Ha habido antisemitismo, nazis, Hitler, Auschwitz, pero ¿fue su culpa? Ellos sólo ven una cosa: nosotros hemos venido y hemos robado su país. ¿Por qué podrían aceptar eso?”. David Ben Gurion

“Esto hay que decirlo con crudeza: el Estado de Israel ha sido establecido a expensas de los árabes, y en su tierra. Nosotros no llegamos a un sitio vacío. Hemos establecido judíos en lugares donde había árabes. Estamos convirtiendo tierra árabe en tierra judía”. General Moshe Dayan

“Los jóvenes palestinos no salen a asesinar judíos por el hecho de ser judíos, sino porque somos sus ocupantes, sus torturadores, sus carceleros, los ladrones de su tierra y de su agua, los que destruyen sus hogares, los que los expulsan al exilio, los que obstruyen su horizonte.” Amira Hass

Las tres sentencias que transcribo más arriba normalmente deberían hacer acreedores a sus autores a los calificativos de “antisemitas”, “difamadores de Israel” o “incitadores al odio”, por parte de los defensores incondicionales de ese país. Y sin embargo se trata de tres judíos israelíes: el primero, Padre fundador del Estado de Israel y ex Primer Ministro; el segundo,  quien comandó el ejército israelí  en la Guerra de los 6 días contra los países árabes en 1967, y la última, periodista del diario israelí Haaretz.

En el caso de los dos primeros, sus confesiones obedecen a un rapto de sinceridad no exento de una buena cuota de cinismo, ya que el poder militar a nivel regional y el poder político a nivel mundial de que disponía Israel, al igual que hoy, les permitió emitirlas a cada uno en su momento, en la certeza de que ellas no  generarían ningún costo para ellos ni para el Estado de Israel, pese al manifiesto desprecio que dichas declaraciones reflejan respecto del  Derecho Internacional y de los árabes.

Amira Hass, en cambio, optó por  abstraerse de la prédica racista, segregacionista y difamatoria que se difunde en las escuelas israelíes respecto de los árabes y decidió hacer algo que la mayoría de sus compatriotas evita: conocer de cerca a los palestinos y convivir con ellos y especialmente con quienes (sobre)viven en la Franja de Gaza.

Y no está sola, existe hoy una legión de historiadores israelíes revisionistas que han demolido, punto por punto, el relato sionista respecto de la creación del Estado de Israel y su supuesta calidad de víctima, basándose en los archivos militares fundacionales de ese mismo Estado. Han dejado en claro que la única meta de éste ha sido, desde el siglo XIX, conquistar la mayor cantidad de territorio árabe y tolerar el mínimo de población nativa en su interior.

Ilan Pappé y Schlomo Sand constituyen el paradigma más relevante de dicha legión y deberían ser lectura obligada de quienes, desde una óptica imparcial, buscan alternativas a la propaganda israelí omnipresente.

Como se ve, ya sea desde una perspectiva netamente sionista, como la de Ben Gurion o Dayan, o desde la de los israelíes disidentes, todos coinciden acerca de la causa de la violencia que aflige desde hace más de 70 años a Palestina: el robo de la tierra palestina, sin eufemismos, y la expoliación y limpieza étnica de su pueblo por parte del sionismo israelí.

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