La evaluación del gobierno de Piñera en el contexto de su cuenta al Congreso el 21 de mayo, tiende a hacerse como un balance del cumplimiento de sus propuestas o promesas formuladas ya sea en su campaña o en su primer Mensaje del 21 de mayo de 2010.
Y hay diversos estudios hechos por centros favorables al gobierno y por otros favorables a la oposición que compiten por mostrar lo más exactamente cuanto se ha cumplido y cuanto se ha fallado y oh! sorpresa los centros favorables al gobierno le dan un mayor porcentaje de cumplimiento y los de la oposición un porcentaje muy bajo, aunque hay que reconocer que en todo caso se trata de un nivel bajo de cumplimiento, lo que hace que desde La Moneda se afirme que se ha cumplido la casi totalidad de lo prometido.
Sin negar que alguna importancia tiene este tipo de balance sobre todo por la expectativa generada en algunos sectores afectados por las promesas y su cumplimiento o incumplimiento, el riesgo es caer en una visión contable de la política que reduce la acción de un gobierno a una especie de lista de compras, sin relación entre ellas y sin prioridades.
Especialmente si estamos frente sólo a un cuarto del período y algunas promesas no cumplidas, podrán serlo más adelante. En efecto, este enfoque es distorsionador porque puede ocurrir que muchas veces promesas que se han hecho podrían ser portadoras de malas consecuencias y por lo tanto es mejor no cumplirlas.
A su vez la tarea de una oposición es intentar oponerse a medidas o promesas que considere que son malas para el país y, por lo tanto, en ese caso habría que alegrarse porque el gobierno no las cumpla y felicitar a la oposición por haberlas impedido.
Dicho de otra manera, la política no es un listado de tareas de una agenda sino que es el resultado de proyectos que se expresan en políticas las que a su vez se expresan en resultados. Y lo que cabe entonces, y a mi juicio ha faltado, es un análisis más comprensivo del primer año del primer gobierno de derecha elegido en la democracia inaugurada en 1990, que dé cuenta del significado que ha tenido para el país.
Desde este punto de vista, lo primero que llama la atención, en materia de contenido programático, es que estamos frente a un gobierno sin un norte claro, que no sabe lo que quiere, que hace anuncios que cambia al día siguiente ya sea por otros o que modifica el contenido de lo anunciado (educación, por ejemplo), que no tiene ninguna prioridad clara excepto las que en un momento puedan significarle un rédito de popularidad (caso ejemplar del post natal), con políticas que no guardan relación entre ellas, que reacciona apagando incendios a los problemas que se le han presentado, a veces bien como en el caso de los mineros y en general mal como en el terremoto, la cuestión mapuche o medio ambiental y muchas otras.
Y no se trata de una falta de relato como se ha insistido majaderamente. Todo lo contrario hay demasiados relatos y pocas ideas, el Presidente y su gobierno hablan demasiado y de todo y dicen poco.
Los relatos se parecen a la charlatanería y a veces uno no sabe si estamos frente al presidente o frente a Kramer.
Lo que falta es un proyecto que le dé sentido al conjunto de acciones y respuestas aisladas y contradictorias. Y en este sentido, el gobierno ha sido ayudado por fenómenos fuera de lo ordinario (terremoto, mundial de futbol, movilizaciones medio ambientales, bicentenario, mineros, etc.) que le han permitido ocultar su falta de proyecto acudiendo a recursos de gestión y comunicación, aunque generalmente sin éxito, saltándose la institucionalidad a veces, y permanentemente apelando a la unidad nacional y deslegitimando la acción de la oposición como mezquina o divisoria.
En segundo lugar, el énfasis principal del gobierno ante su falta de proyecto ha sido en lo que llamó nuevo estilo o “nueva forma de gobernar”, es decir, en la gestión más que en las ideas, nuevas o propuestas y en la “excelencia” de sus autoridades y equipos, Y en este campo “estrella”, el fracaso y el desastre han sido completos.
Está de más enumerar los permanentes conflictos de interés en todos los niveles gubernamentales que los hacen no incidentales sino estructurales, las declaraciones desafortunadas y los errores e improvisaciones del gobierno y sus personeros también en todos los niveles.
Los casos de la Intendencia del Bio-Bío y del Ministerio de Vivienda bastan para mostrar que no se trata de cuestiones aisladas sino que constituyen, ellos sí, el nuevo modo de gobernar.
Si hay algo común en todas estas situaciones, sin duda es el predominio de una visión que no distingue entre lo particular o privado y lo público y que traslada el modo de actuar en el primer campo al segundo.
La ausencia de una visión de Estado, de que la cosa pública (la república) no es lo mismo que una empresa, un fundo, un grupo de amigos o familias y, por lo tanto, el traslado de los principios y criterios que rigen en éstos a la vida pública, a la política, a la acción del Estado y sus relaciones con la sociedad, han sido el sello fundamental de este gobierno.
Y en ello la responsabilidad principal recae en el Presidente. Y precisamente por esta distorsión el tan mentado principio de excelencia queda en el aire, porque en política la excelencia tiene que ver no con los grados académicos sino con la competencia para enfrentar los asuntos de Estado y de relación con la ciudadanía. Si no se entiende esto, la excelencia se transforma en incompetencia, que es exactamente lo que ha ocurrido.
Las principales consecuencias de ambos rasgos señalados, han sido, para el gobierno la falta de confianza y credibilidad, el indicador más persistente en su imagen frente a la opinión pública y, para la oposición, su arrinconamiento frente al dilema de parecer obstruccionista o aceptar todas las propuestas de gobierno.
Pero aquí cabe señalar que no sólo es esta forma de gobernar la que dificulta la labor de cualquier oposición, sino que ésta también ha adolecido de la falta de una visión o propuesta general con la cual contrastar las políticas de gobierno, quizás porque todavía no logra recomponer su cohesión después del triunfo electoral de la derecha.
La consecuencia sin embargo para el conjunto del país, es que todo lo anterior contribuye al desprestigio de la política y al distanciamiento de la ciudadanía de ésta, a lo que contribuye el rol que han jugado los medios de comunicación en su tarea de desinformación de las cuestiones que atañen al interés público y de desincentivación del debate político.
En este contexto, el país ha visto crecer la riqueza y prepotencia de los grandes grupos económicos. Si algún cambio positivo ha ocurrido en este año (crecimiento, empleo), ello no se ha debido a la acción del gobierno sino a procesos acumulados anteriores.
Lo más positivo de este período viene exactamente de la reacción de ciertos sectores que se movilizan para que el país haga un debate sobre los grandes temas y problemas que le aquejan con visión de futuro, a lo que el gobierno responde a veces con dureza sin comprenderlos.
Es sólo en un marco como éste que tiene sentido hacer listas de promesas y cumplimientos que no impidan a los árboles ver el bosque.