La próxima elección parlamentaria se efectuará en noviembre de 2013 (junto con la elección presidencial), por lo que el Congreso tiene más de dos años para discutir, aprobar y poner en ejecución una reforma que reemplace el sistema electoral binominal por un sistema proporcional, lo que implica elegir más de dos diputados por distrito y más de dos senadores por circunscripción, con una nueva división electoral.
Se trata de un cambio absolutamente crucial para la salud del régimen democrático, pues permitiría crear condiciones de verdadera competencia político-electoral y establecer una adecuada correspondencia entre los votos que obtienen y los cargos que eligen los diversos partidos.
Significa reconocer a la mayoría y a la minoría, o sea, poner fin a la vergüenza de que una fuerza que ha recibido 57% de los votos, obtenga un cargo, y otra fuerza que ha recibido 29%, obtenga el otro cargo.
¡Esa es la estafa que la derecha ha defendido durante más de 20 años al bloquear en el Parlamento las innumerables propuestas dereforma!
La Democracia Cristiana acaba de proponer un conjunto de reformas político-institucionales, en primer lugar el reemplazo del sistema binominal. Además, propone elegir gobernadores regionales que reemplacen a los intendentes; transformar los municipios en gobiernos municipales autónomos; reformar el estatuto de partidos políticos; crear nuevos gobiernos metropolitanos; revisar las “súper mayorías” para efectuar reformas legales; dictar una ley de elecciones primarias; crear una superintendencia de partidos; eliminar el Consejo de Seguridad Nacional, etc.
Es una propuesta a la Concertación y al resto de la oposición, y que, en los hechos, interpela directamente al gobierno.
Nuestra democracia está amenazada de grave erosión si las fuerzas políticas no se ponen de acuerdo en reformas como las indicadas y otras, por ejemplo las normas sobre plebiscitos nacionales. Lo primero es sanear el sistema de elección de los parlamentarios.
Necesitamos reforzar la legitimidad del Congreso Nacional, la cual se está debilitando aceleradamente debido al abuso por parte de la UDI de la norma que permite que los partidos reemplacen a los parlamentarios que renuncian, en este casolosex senadores Longueira y Chadwick que acaban de asumir como ministros.
Por si fuera poco, la UDI considera la posibilidad de designar a diputados en ejercicio en los escaños del Senado, lo quea su vez le permite “promover” a la Cámara a cualquier persona, con lo cual la fuente de legitimidad del Congreso, que es la soberanía popular, queda seriamente dañada.
Esa norma de reemplazo nunca debió aprobarse. Y todos los partidos tienen responsabilidad al respecto. En el caso de que un escaño quede vacante, lo justo sería realizar una elección complementaria, de manera que sean los ciudadanos del distrito o la circunscripción correspondientes los que tengan la última palabra respecto del reemplazo.
Esa es otra reforma imprescindible.
El cambio del sistema binominal no puede depender del cálculo que hagan los actuales parlamentarios sobre los riesgos que correrían con un nuevo mapa de distritos y circunscripciones. Tampoco puede depender de las cuentas que saquen los partidos. Lo que se necesita es hacer sentir la voz de los ciudadanos en múltiples formas para concretar este cambio lo más pronto posible.
Si el binominal se mantiene, se profundizará el divorcio entre la elite política y la sociedad civil, se acentuará el desinterés de los jóvenes por las elecciones, y empeorará la mala evaluación del Congreso y los partidos.
Esta es la reforma política más importante, para la cual se requiere un gran acuerdo nacional.
¿Entenderá el gobierno la necesidad de establecer un sistema electoral proporcional para mejorar la democracia?
¿La entenderán los actuales senadores y diputados? Esta es una oportunidad de mejorar las prácticas políticas, de favorecer la renovación de los partidos y el Congreso, de alentar el compromiso cívico de los jóvenes.
En noviembre de 2013, deberíamos votar con un sistema proporcional. Hay tiempo para materializar la reforma. Ella contribuiría decisivamente a mejorar la calidad de la política.
Esperemos que la Concertación levante esta bandera democratizadora con coraje y energía.