La reciente devaluación del yuan y, ahora, las sucesivas caídas de la bolsa de valores de Shanghái han generado nuevas incertidumbres en los agentes económicos nacionales. Es natural, ya que actualmente China es fundamental en la performance de la economía mundial y cualquier trastorno impacta a nuestro comercio y cuentas externas.
La devaluación del yuan no es tan sorpresiva. Ya en julio de este año, el euro y el yen se habían depreciado en 23% y 21%, respectivamente, frente al dólar comparado con igual mes del año anterior. Lo mismo se había dado con otras monedas. Así las cosas, no era sostenible que el tipo de cambio del yuan/dólar se mantuviera al mismo valor de hace un año atrás.
El impacto de la depreciación de la moneda china para nuestra economía es preocupante en el corto plazo. Por un lado, se encarecerán las exportaciones de cobre, maderas y productos agroindustriales en ese mercado asiático, cuyo valor podría disminuir. Al mismo tiempo, las importaciones desde China, al hacerse más baratas, favorecerán mayores flujos desde ese proveedor.
A mediano plazo, el panorama cambia. La devaluación debiera generar mayor dinamismo exportador, incentivando el crecimiento económico del gigante asiático. Ello se traduciría en una mayor demanda a futuro para las exportaciones chilenas.
En consecuencia, la devaluación exige mantener una actitud vigilante sobre el yuan, evaluando el ciclo de precios del cobre y de otros recursos naturales; pero, también, para dar seguimiento a la incorporación de exportación de bienes no-tradicionales al mercado chino.Para ello, hacia lo interno es perentorio desplegar ingentes esfuerzos de fomento para diversificar nuestra matriz productiva-exportadora.
La diversificación exportadora tiene una buena base en el sector agropecuario. Chile apunta a convertirse en potencia alimentaria y en el mercado chino hemos tenido avances significativos; estas exportaciones han pasado desde US$78 millones en 2003 a US$1.273 millones en 2014. China es hoy el tercer mayor destino para la oferta chilena de alimentos y bebidas, sólo superada por Estados Unidos y Japón.
Sin embargo, persisten serios desafíos. En materia logística hay que doblarle la mano a la distancia geográfica para que los alimentos frescos, altamente perecibles, puedan llegar a destino en mejores condiciones e incorporarlos a la tendencia creciente del comercio electrónico.
Con todos estos desafíos en mente, la semana pasada estuvo en China una gran delegación público-privada, encabezada por el ex Presidente Frei, actual embajador en misión especial para Asia. La iniciativa pretendía atraer la inversión china pero también promover la oferta chilena, principalmente en el área agroalimentaria.
El resultado fue excelente. Más de 550 reuniones de empresarios chilenos con importadores chinos; diez encuentros con inversionistas chinos en las áreas de energía, minería, agricultura e infraestructura; dos seminarios de inversiones; la firma de un acuerdo con el gigante mundial del comercio electrónico, Alibaba; reuniones de alto nivel con autoridades chinas; además de contactos con consumidores finales a través de una feria en Shanghái y la instalación en el marco de la campaña “Foods from Chile” de un food truck en Beijing.
En suma, la devaluación del yuan, la disminución del crecimiento chino y la debilidad del precio del cobre son desafíos ineludibles que las políticas públicas deben enfrentar con responsabilidad, pero también con audacia, y la Semana de Chile en China es una muestra de lo que podemos hacer.