En estos días algunos diputados e integrantes de la Comisión de Salud citarán a la Ministra de la cartera, por el endeudamiento que afecta a la salud pública. Su planteamiento se basa en que “la enorme deuda que existe en el ministerio de Salud, no es sólo preocupante, sino que habla de una pésima gestión”.
Por su parte, la secretaria de Estado fue clara hace algunos días en solicitar más recursos al ministerio de Hacienda, para cubrir el déficit para ir en ayuda de los chilenos más necesitados.El origen de esta cifra se encuentra en compromisos vencidos, cuyos principales acreedores son los laboratorios farmacéuticos, las clínicas y los proveedores de insumos.
Cabe recordar que la deuda hospitalaria pública es un aprieto -que se transforma en ahogo cada cierto tiempo-y coexiste con el sistema nacional de servicios de salud en Chile, inclusive desde antes de la existencia de los gobiernos democráticos. Y esto, porque se ha definido que la deuda es una fuente de financiamiento del sector, y en la práctica así ha sido, dado que un hospital endeudado nunca caerá en la quiebra como ocurriría en un establecimiento de propiedad privada.
Siguiendo al reconocido filósofo y teórico social francés Michel Foucault[1]el problema fundamental reside en el desarrollo del sistema médico y el modelo seguido por el despegue médico y sanitario de Occidente, a partir del siglo XVIII.
Este autor considera tres aspectos a tener en cuenta, uno de ellos es “la bio historia”, es decir el efecto en el ámbito biológico de la intervención médica, evidenciado esto por la evolución de las enfermedades infecciosas, muchas de las cuales desaparecieron de Occidente como consecuencia, principalmente, de la farmacoterapia que se agregó a otros factores como el cambio de las condiciones socioeconómicas y las medidas de higiene.
A su vez, “la medicalización”, es decir, el hecho de que la existencia, la conducta y el cuerpo se vieran englobados en una red de medicalización más densa y amplia, con una investigación médica cada vez más penetrante y minuciosa, además de la ampliación de las instituciones de salud y, también la “economía de la salud”, o sea, la integración del mejoramiento de la salud, los servicios y el consumo de salud en el desarrollo económico de sociedades más privilegiadas.
Foucault señala a la “Economía política de la medicina” como una característica de la medicina moderna; se recurrió a la medicina como a un instrumento de mantenimiento y reproducción de la fuerza laboral para el funcionamiento de la sociedad moderna. En la actualidad, la medicina se entronca con la economía porque puede producir directamente riqueza, en la medida en que la salud se convirtió en objeto de consumo y se introdujo en el mercado.
El cuerpo humano se vio englobado en el mercado por considerarse un cuerpo asalariado y por intermedio de la salud. Sin embargo, el nivel de salud no operaba como el nivel de vida. Para una vida prolongada es preferible poseer un mayor nivel de educación que un mayor consumo médico, éste no disminuye la tasa de mortalidad. Además, se perpetúa la desigualdad de consumo de los servicios médicosy el derecho a la salud igual para todos lo convierte en desigualdad.
Los que obtienen mayor rentabilidad de la salud son las empresas farmacéuticas y los médicos se dan cuenta que son intermediarios entre éstas y los clientes. Esta afirmación es perfectamente aplicable a la realidad contemporánea y puede dar respuesta a algunas de las preguntas planteadas.
Se debe revisar la historia de la medicina para conocer el modelo histórico de la disciplina y ver cómo modificarla hoy. Dado que no se trata de una ciencia pura, hay conciencia de una aproximación conceptual, se hace necesario determinar los vínculos entre la medicina, la economía, el poder y la sociedad a fin de rectificar o aplicar el modelo. Esto no debiera hacerse sin estudiar la percepción de la sociedad que no es inocente en el ir configurando los sistemas o modelos a los cuales hemos llegado.
El problema del ahogo no se resolverá llevando a esta Ministra -o a otros- al degolladero, sino intentando -o al menos haciendo un mínimo esfuerzo- por entender las complejas lógicas y funcionamiento del sector salud, comprendiendo sus interacciones médicas, la intimidad en la atención de las enfermedades, la dinámica de los motivos de consultas de las personas, entre otros.
El problema es multicausal y miradas reduccionistas no favorecerán a nadie, sólo al protagonismo narcisista de algunos.
[1] Foucault, Michel, Historia de la medicalización , Cap. 7, en la vida de los hombres infames. Argentina: Editorial Altamira, 1996.