El aborto terapéutico, proyecto de ley que se debate en estos días, es una necesidad científica-biológica y moral para la mujer y debemos recuperar la legislación que lo asegura.
Si desde 1930 hasta 1989 era autorizado y estaba garantizado en nuestras leyes, incluso ratificadas en 1965 bajo el gobierno demócrata cristiano de Frei Montalva, ¿por qué negarnos a volver al punto en que nos encontrábamos hace más de cuarenta años? ¿Por qué hacernos sentir la vergüenza de ser el país más conservador y atrasado de América Latina?
Demócratas cristianas como Claudia Albornoz adhieren al proyecto y a nivel mundial, lo defienden las “Católicas por el Derecho a Decidir”. Si algún parlamentario tiene una contradicción entre lo que realmente piensa y lo que le dicta su iglesia para aprobar este proyecto, hágalo solo, callado, pero no arrastre con su acción a la mayoría de creyentes o no creyentes. La objeción de conciencia es individual, propia de personas naturales, no de personas jurídicas ni menos de una legislación general que incumbe a todas y todos.
A los fanáticos de una moral atrasada y feminicida se les ha dicho hasta el cansancio, que a ninguna mujer le gusta abortar; que es un proceso doloroso y delicado, aún cuando se haga en mejores condiciones que las que hoy deben enfrentar cientos de miles debido a la legislación retrógrada vigente; que se trata de dar igualdad de oportunidades a todas las mujeres que por un embarazo no deseado se encuentran en una situación de salud física o síquica peligrosa para su integridad como persona.
Violación como causal
Lo peor que hemos escuchado de los enemigos de este proyecto de ley es que la causa que más los detiene para su aceptación es aquella por violación de nuestro cuerpo… ¡Por favor! Tengan alguna delicadeza para decirlo siquiera en voz alta. Es una ofensa.
Cuando lo dicen así, tan sueltos de cuerpo, es porque no han aquilatado que después de décadas de lucha de la mujer para conseguir que se reconozcan nuestros derechos como personas, todo se derrumba cuando dudan o niegan que la violación es una razón válida para abortar. Un delito que nos obliga a cargar por el resto de la vida con la permanente presencia de un hijo no deseado, concebido en el desamor, con funestas consecuencias para él y la sociedad.
Me informo que al menos 1.000 millones de mujeres del planeta han sido maltratadas y abusadas sexualmente. Entre ellas, 120 millones de niñas, también violadas y vendidas.
“La violación es parte inherente del sistema patriarcal, que a menudo empieza por el incesto —esa pedofilia interfamiliar ya tan extendida que si el mundo se enterase de sus dimensiones los poderes basados en la “familia”, el núcleo del sistema del mercado, se desintegraría— y continúa con la violación marital. Es así cómo el adulterio aparece como la invasión de un hombre a la propiedad del otro”, comenta Nazarin Armanian, columnista española de Público.es.
En otras palabras, el cuerpo de la mujer es una presa del macho, como cuando desde hace miles de años ha sido y sigue siendo, un botín de guerra. Y ahora hasta nos ocultan, como el grupo fundamentalista Boco Haram en Nigeria, que secuestró cientos de niñas.
“Mientras nos enseñan, una y otra vez, las estremecedoras imágenes de varios hombres occidentales decapitados o cientos de soldados sirios maniatados ejecutados a sangre fría por una banda criminal en Oriente Próximo, no hay imágenes de las violaciones, torturas y asesinatos de miles de niñas y mujeres por los mismos terroristas. Son invisibles, al igual que los 700 millones de mujeres de todo el mundo que han sufrido violencia física y sexual severa por parte de algún hombre de su círculo íntimo”, apunta Armanian, y concluye.
“Una situación agravada, si cabe, por los extremismos religiosos, las agresiones militares y un capitalismo desalmado y salvaje que se ceba contra las más pobres, las más mayores, las más niñas, las discapacitadas, las presas, las encerradas en los campos de refugiados… La agresión sexual es una de las manifestaciones de una sociedad sexista levantada sobre el dominio de unos hombres que compiten entre sí por tener más fortuna, más poder y más mujeres”.
El cuerpo es nuestro y tenemos derecho a decidir con nuestra pareja y solamente con ella – no con un intruso que no pudo o no quiso frenar su impulso animal – cuándo embarazarnos y dar a luz una nueva vida.
¿Cómo pueden seguir viendo la violación como un delito que cuando no es condenado por la justicia, sólo pagamos nosotras ? ¿O cómo un pecado que debemos redimir solamente nosotras mancillando nuestra vida para siempre?
El aborto terapéutico con esta y otras dos causales está en el programa de Michelle Bachelet que la mayoría del país aprobó hace apenas un año y medio. No pueden desconocerlo ahora, cuando los políticos de todo signo tienen la gigantesca tarea de recuperar la confiabilidad del soberano que los votó.
Señores, ¡no den ningún paso más en falso!