La prórroga al fomento forestal anunciada por la Presidenta Bachelet finalmente se concretó con un proyecto de ley de un único artículo, ingresado en el mes de mayo al Congreso. Como era de esperarse, ha surgido una crítica feroz a dicha prórroga y al apoyo del Estado para que pequeños y medianos propietarios planten sus terrenos desnudos.
Han aparecido columnas de opinión que repiten sistemáticamente una idea: las plantaciones forestales con especies exóticas son nefastas, culpables de una serie de males sociales y ambientales, representando lo peor del capitalismo extractivista de los recursos naturales del país.
Han actualizado el discurso incluyendo aspectos de la coyuntura como es el financiamiento irregular de la política y asociándolo a los controladores de los principales grupos empresariales forestales, Matte y Angelini; mezclando todo en un discurso político-económico-ecológico-cultural que no presenta fisuras. Es un discurso por momentos rabioso, principalmente el que se canaliza a través de las redes sociales.
Esta convicción ciega respecto a su propósito y al valor de sus argumentos, ha influido en un grupo importante de tomadores de decisión en del gobierno y del Congreso, además de convencer a una parte importante de la población, personas legas en la materia que aceptan como artículos de fe opiniones tan descabelladas como que las especies exóticas (pino y eucalipto) destruyen el suelo en el que crecen.
Valga toda esta introducción para afirmar que la extensión del fomento forestal en Chile vive un escenario extremadamente complejo. Aun aprobándose la prórroga, es poco probable que los próximos tres años veamos cifras de forestación significativas en el país. El impulso forestador se ha perdido en estos tres años sin bonificaciones (2013-2015) y reactivar las capacidades humanas y técnicas no es algo que se logre de la noche a la mañana.
Incluso aprobando la prórroga, ya existe un daño permanente. Se ha instalado en forma exitosa la idea de que plantar es malo, o al menos plantar especies exóticas con fines productivos. Quizás sea la más dolorosa derrota para el “País forestal” que pretendemos ser.
Esta derrota, sin embargo, es vista como una victoria por los detractores de las plantaciones. Su aspiración es un nuevo fomento forestal con especies nativas, sin cuestionarse su viabilidad técnica en los suelos degradados disponibles e indiferentes al eventual destino productivo que los pequeños y medianos propietarios quisieran darle a sus terrenos.
Son precisamente estos propietarios quienes poseen la superficie que actualmente se encuentra desnuda y en proceso de degradación y no saben quién es Matte o Angelini, solo saben que sin ayuda del Estado no van a plantar y que, obviamente, les gustaría decidir qué especie plantar y qué hacer con esas plantaciones. Pero al parecer no se les quiere confiar esa elección. En una suerte de cruzada ambiental por los bosques nativos y el agua, los molinos de viento que deben ser combatidos resultan ser las plantaciones.
La eventual derrota de las plantaciones es también la derrota del bosque nativo. Las plantaciones forestales son necesarias. Proveen bienes y servicios que la humanidad requiere en forma creciente. Si pretendemos conservar nuestros recursos nativos, no sólo como país, sino como planeta, las plantaciones forestales son la principal estrategia para reducir la presión de uso de los bosques naturales.
Pero esto no lo mencionan los detractores de las plantaciones. La argumentación productiva está ausente. Pareciera que observaran el problema desde afuera y que no fueran consumidores de madera o de papel. Pero eso es imposible, ya que todos somos consumidores de madera y papel.
Otro aspecto omitido en este furioso debate es el rol que ha jugado y juega la agricultura. Históricamente la agricultura ha sido la principal causa de la deforestación mundial y seguirá siendo en el futuro la principal amenaza a la conservación de los bosques.
La creciente demanda de alimentos para una población que no solo aumenta en número sino también en calidad y esperanza de vida es la que amenazará la existencia de los bosques naturales, especialmente en países con una institucionalidad forestal débil. Es imposible analizar la dinámica de los bosques naturales en el mundo sin considerar el impacto de la agricultura.
Pretender que este es un tema en que se relacionan únicamente dos variables: plantaciones exóticas y bosque nativo es, nuevamente, desinformar. Afortunadamente, tanto desde la agricultura, como desde las plantaciones forestales, la amenaza de sustitución del bosque nativo en Chile está controlada. Pero hay quienes nunca van a reconocer esto.
La conclusión es que, en una materia tan importante para el país, el nivel del debate es pobre. Es violento, agresivo, a ratos irracional. Se desinforma con tal de ganar un espacio de opinión. Nada bueno va a salir como política pública forestal en un escenario como este. Perderán, como siempre, los que no pueden avanzar sin ayuda del Estado y miran desde afuera este debate que no los considera.