Hace un par de meses el Subcomisario Solar me pidió una declaración. Cada tanto algún tribunal me solicita declarar respecto de las lesiones y su contexto en el caso de mis pacientes grandes quemados. Esta vez era respecto de Carmen Gloria y Rodrigo Rojas. Adjuntó mi declaración en el Tribunal el 3 de Septiembre de 1986. Me sorprendió el contenido y que la tuviera. No la recordaba.
Teníamos otras preocupaciones esos días, Carmen comenzaba a levantarse, tramitábamos su traslado y el de su familia a Canadá, los dirigentes de la Asamblea de la Civilidad estaban presos en Capuchinos, yo subrogaba la Secretaría General del Colegio Médico y la Asamblea. El ambiente era pura tensión. Cuatro días después se produjo el atentado. El escenario cambió, asesinaron a Felipe Rivera, Gastón Vidaurrázaga, José Carrasco y Abraham Muskablit.
Así supe que se había reabierto la causa.Ahora las preguntas eran más precisas. ¿Cómo se enteró? ¿Por qué se vinculó? ¿Quién lo contrató? ¿En qué condiciones los encontró? ¿Por qué no se trasladó a Rodrigo? ¿Pudo ella también fallecer? ¿Salvó Ud. su vida?
Más tarde, hace unos días un periodista me informó que había un ex conscripto que iba a declarar y que quería hablar con Carmen para pedirle perdón. Le dije que le preguntara a ella. Su ubicación es conocida. No pude evitar agregar que me parecía que no bastaba pedirle perdón a ella, tenía que pedirle perdón a la humanidad, pedir perdón al país.
Después se ha producido una avalancha de información y las preguntas de tribunal se han convertido en públicas. Revisar mi declaración de entonces, actualizarla y responder las preguntas que entonces no se hicieron y otras nuevas obligó a recordar.
Recordar la cara de doña Lucy Figueroa, nuestra secretaria del Colegió Médico, cuando ese 2 de Julio como a las once me informó que alguien decía que quemaron a dos muchachos y desencadenó nuestra acción.
Entonces no necesitábamos ni largas reuniones, ni consultas burocráticas, ni cálculos menores. Sabíamos lo que había que hacer. Los médicos, proteger la vida. Los comunicadores comunicar.
Instrucción básica “si te pasa algo, llama a Cooperativa” mejor “llama a la Manola”.
Consiguieron que llegáramos tarde para Rodrigo y lo lamentaré siempre, pero no pudimos. Salvamos la vida de Carmen Gloria. ¿La salvó Ud.? Me han preguntado. Y si… Ese es nuestro oficio, a eso nos dedicamos. Pero somos uno más de un gran equipo.
¿Por qué me involucré? Repite la pregunta un periodista. Porque a eso me dedico, porque soy médico, porque nosotros convocamos el Paro y nos sentimos responsables y finalmente… como dije al pasar, simple solidaridad de combatientes.
Pero salvar la vida de Carmen adquirió otro significado. En una entrevista de Televisión de la época dije “estamos tratando (entonces no sabíamos si lo conseguiríamos) a la que puede llegar a ser una testigo viva de las atrocidades de la dictadura”.
Lo dije pensando en las palabras que el 16 de Julio, catorce días después que la quemaran, a propósito de su santo le escribieran los trabajadores de la “Coordinadora Sindical Zona Centro” cito: “Por más flores que corten del jardín de la juventud, jamás podrán detener la Primavera. Los trabajadores, te rogamos, resiste. Te imploramos, sana. Te pedimos, lucha. Te ordenamos ¡Tienes que vivir!
Esa era la tarea. Miles colaboraron en ella. Los que hicieron guardia día y noche, lo que recolectaron el dinero para pagar la atención. Los que ofrecieron donar su piel. Esos dos anónimos héroes que materialmente lo hicieron, el equipo que cuidó de ella y de ellos. Y si… salvamos su vida, era lo que teníamos que hacer. Por ella, por los que cayeron, por nosotros, por el país. Era lo que teníamos que hacer.
Los años, la familia, la vida han hecho de la niña de entonces una gran mujer, una gran testigo, un gran testimonio.
He dicho muchas veces que la vida me ha dado grandes privilegios. Entre ellos poder escribir estas palabras 29 años después en la sección de Opinión de Cooperativa. Poder decir, como Violeta, Gracias a la vida por darme el privilegio de hacer lo que hago y tener los amigos que tengo.