A propósito de la última Copa América realizada en nuestro país, tuvimos la oportunidad de encontrarnos con una gran cantidad de personas provenientes de otros países; las calles de las principales ciudades del país se llenaron de colores y banderas. Una fiesta de respeto que se hizo patente en los estadios con miles de carteles verdes al momento de cantar los himnos. ¿Es esta campaña reflejo del cómo actuamos cotidianamente?
Si bien nos llamó la atención el gran flujo de visitantes, ello no es una realidad particular ni exclusiva del desarrollo de este importante evento deportivo; por el contrario, si nos ponemos a revisar las cifras, durante los últimos años la población inmigrante en Chile ha crecido exponencialmente. De acuerdo a los resultados de la Encuesta Casen 2013, en nuestro país vivían ese año al menos 354.581 inmigrantes, un 129% más que el año 2006 y un 45% más que en el año 2011… Y la cifra sigue aumentando.
El Departamento de Extranjería e Inmigración indicó el año pasado que los extranjeros residentes en Chile se estimaban en 441.529, y un 26,8% correspondería a población inactiva. Esta realidad implica hacer un esfuerzo consciente por la integración; las prácticas vinculadas a términos tan potentes como exclusión, racismo y discriminación, han llevado en muchos casos a estigmatizar y crear prejuicios contra estas personas, cuando el desafío es precisamente integrarlos de la mejor manera posible.
Nos llama la atención que las cifras de la Casen indiquen que los inmigrantes residentes en Chile presenten tasas de pobreza por ingresos menores a los no inmigrantes, y que esta relación sea inversa al hablar de pobreza multidimensional. Esto implica que hay un grupo importante de inmigrantes que está en situaciones de alta vulnerabilidad y, dentro de ellos, muchos quienes se encuentran en situación de calle. Personas que han venido a Chile en busca de una oportunidad de mejorar sus condiciones de vida, y en muchos casos han terminado peor.
Ya es un fracaso rotundo como sociedad que en Chile tengamos que hablar de más de 12 mil personas en situación de calle, cifra que parece haber aumentado en los últimos años pero que lamentablemente no se ha medido, y ello es igualmente crítico al pensar que hay personas y familias que no logran encontrar en nuestra sociedad un lugar para desarrollarse.
Si bien durante los últimos años han aumentado los esfuerzos públicos y privados por abordar la inmigración desde la integración y el bienestar, el primer responsable debe ser la ciudadanía como agente colectivo. Ella, la sociedad civil, es la primera llamada a integrar.
Somos un país que sabe lo que significa el concepto de solidaridad y empatía, hemos vivido el ser exiliados y refugiados en otros países, y a la vez hemos salido en ayuda de otros. Una cosa es clara: no necesitamos de una campaña para asumir el desafío de la integración y la inclusión social.
Ahí está la otra Copa América, la que se pelea diariamente en nuestras ciudades y en nuestra vida cotidiana, no para las portadas de los diarios.
La otra Copa América es la que hay que ganar, la que se construye con la integración e inclusión y el reconocimiento y valoración de los inmigrantes.