Nuestra reforma educacional se centra sobre nuestros maestros y profesores secundarios. Han sido malos profesores. Esto ha de cambiar. El cambio no es fácil. En el Congreso hay un proyecto ley de reforma, pero los profesores están en la calle, los estudiantes para el magisterio están ocupando sus aulas en manifestaciones o tirando piedras.
No fue siempre así. Tuvimos un buen magisterio, pero con el gobierno militar todo cambió.
Ha de surgir en el magisterio una nueva voluntad: el bien común de preferencia a las ventajas individuales. Luego se ha de buscar en el diálogo entre profesores y parlamentarios traducir en ley los acuerdos obtenidos. La tolerancia pedirá más flexibilidad ante matices secundarios de la legislación.
El descrédito político que rige en Chile si nos atenemos a las encuestas no nos ha de desequilibrar. El camino de Chile es el legal, por algo somos una democracia en cierta manera envidiada por muchos de nuestros coterráneos. La calle puede ser hasta cierta medida un lugar de expresión de muchos pero no es el lugar de deliberación y decisión.
El camino de Chile es el de la sensatez. La sensatez de un Diego Portales o del mismo Quijote de la Mancha que decía a su escudero: “Cabalguemos, Sancho, deja que los perros ladren”. Eso dijo el Quijote. Nosotros creemos que las voces de la calle hay que escucharlas. Pero luego hay que buscar las soluciones en un diálogo parlamentario.