Nuevamente las mujeres nos sorprenden, aunque ya no es novedad, porque cada vez más, marcan la pauta en diversas esferas del quehacer nacional. Esta vez se trata nada menos que de las Fuerzas Armadas, un espacio reservado por siglos a los hombres y donde hoy, en Chile, las cosas son absolutamente distintas.
En los próximos meses se cumplirán diez años de la entrada en vigencia de la Ley Nº 20.045, normativa legal que modificó el Decreto Ley Nº 2.306 de 1978, que recopila las materias referidas a este tema. La citada ley en su aspecto más relevante rediseñó el sistema de reclutamiento, de modo que éste fomentara la voluntariedad en la presentación y, en subsidio, la selectividad por sorteo; considerando, por cierto, resguardar la mantención de una cantidad suficiente de contingente que satisfaga las necesidades de la defensa nacional.
Por ello, estamos en un momento oportuno para hacer una adecuada evaluación y tomar acciones correctivas y poner los incentivos que permitan mantener el cambio expuesto.
En este contexto, los números nos llevan a sostener que el alistamiento voluntario en Las Fuerzas Armadas ha venido presentando una considerable y sostenida disminución, afectando incluso la cobertura de la cuota mínima, siendo necesario recurrir al sistema de sorteo que la ley contempla para alcanzar el número de personal que satisfaga las necesidades de las FFAA.
Algunas cifras que muestran este fenómeno fueron expuestas por el ministerio en la Comisión de Defensa. El año 2007 hubo más de 32 mil voluntarios, cifra que se redujo a 18.881 en el año 2015. De esta última cifra 10.341 fueron incorporados al SMO. De un total de 11.377 acuartelados en el proceso de reclutamiento de 2015, 1.036 no son voluntarios.
Como Comisión de Defensa y desde el Ministerio respectivo, existe el convencimiento que necesitamos con urgencia crear mecanismos que vayan en la dirección de incentivar que los jóvenes opten voluntariamente a realizar el Servicio Militar. En los próximos meses tendremos una propuesta sobre la materia.
Con todo, hay que reconocer –y con alegría- que las mujeres mantienen un elevado nivel de interés en su presentación como voluntarias. Este año se presentaron más de 4.210 mujeres para cubrir 1.520 plazas. El mal llamado “sexo débil” está sacando la cara en esta materia, cuestión que ya no es nueva en las Fuerzas Armadas.
Su incorporación plena, ya sea en el contingente del Servicio Militar, o en otras formas de participación, se encuentra en desarrollo en nuestro país y en la mayoría de las instituciones armadas del mundo. Hoy, la participación de las mujeres en el conjunto de las Fuerzas Armadas bordea el 14% y todo indica que esta cifra seguirá aumentando.
En el año 2005, la creación del Comité de Integración de Mujeres en las FF.AA. sentó las bases de la política de género en el sector Defensa. Gran avance que hoy ya tiene efectos concretos.
Sin embargo, falta aún bastante por avanzar. Es nuestra responsabilidad, implementar políticas que además de facilitar su ingreso a las FFAA, permitan que las mujeres que opten por la maternidad puedan hacerlo sin inconvenientes ni restricciones, de manera plena, como cualquier mujer en otro ámbito del quehacer nacional, sin perder espacios ni afectar su desarrollo profesional al interior de las ramas respectivas.
Procurar despejar todo tipo de obstáculos es clave, de tal forma que ingresar a las Fuerzas Armadas no sea incompatible con la aspiración de formar una familia. Como país que quiere alcanzar el desarrollo, que anhela a ser realmente inclusivo, el compromiso debe ser seguir avanzado en este ámbito, analizando las positivas experiencias de las prácticas de otros países que han transitado por el mismo camino y con éxito.