¿Puede el cambio de gabinete efectivamente ayudar a mejorar la situación del gobierno afectada por la baja aprobación popular y la movilización social reciente?
Creo que si una de las críticas al actual gobierno es que la labor política del gabinete ha sido deficiente, el perfil de quienes ingresan le aporta ciertamente en peso y experiencia política.
Esto puede ser bien favorable para el gobierno.
Pero no creo que los problemas del gobierno pasen solo por mala conducción o coordinación por parte de los “ministerios políticos”, ni que el mero hecho de incluir más políticos experimentados en el gabinete baste para cambiar la situación de manera automática.
Hay un tema de conducción y estilo de gobierno que no corresponde al gabinete, sino al Presidente, y que ha jugado en contra de los objetivos de esta administración. Se trata del excesivo protagonismo de Piñera.
Un presidente protagonista corre muchos riesgos. Es cierto que puede cosechar los frutos de una gestión bien hecha, pero al mismo tiempo, tanta visibilidad hace que más problemas le reboten y que sea visto como culpable directo.
El protagonismo también permea la toma de decisiones y atenta contra el diálogo, la consulta y la apertura a opiniones diversas.
Varios han defendido el estilo de Piñera diciendo que fue precisamente esa forma de ser la que lo llevó a La Moneda y lo que lo ha hecho ser exitoso en su vida, que no lo pueden cambiar. Pero me atrevo a decir que la gente no lo eligió por su carisma o para verlo como protagonista. Lo eligió porque querían un cambio, porque alguien exitoso en el mundo privado podría facilitar que en Chile se hicieran mejor las cosas.
Un mejor gabinete puede ayudar a contener o evitar problemas, facilitando acuerdos. Eso mismo logró Bachelet cuando hizo ajustes en su gabinete en un escenario de alta crítica al gobierno, de movilizaciones sociales y donde el discurso de “no repetirse el plato” debió ser abandonado.
Pero la Presidenta lo acompañó con un menor protagonismo mediático por un buen tiempo, casi desapareciendo y dejando que fueran sus ministros quienes dieran explicaciones.
La ausencia potenció a la presidenta al igual que alejarse de la confrontación hizo que el nuevo ministro Longueira –antes uno de los políticos con mayor rechazo popular- sea hoy altamente valorado.
Esto no parece ser así en el caso del actual gobierno, cuando el presidente a un día del cambio de gabinete le regala una joyita a sus críticos diciendo que la educación es un bien de consumo (aunque sea sacado de contexto), dándole pega extra a su vocero.
Por eso, la verdadera tarea del renovado gabinete es convencer al Presidente que a su propio estilo de gobierno deben llegar también los cambios.
Está bien cambiar el gabinete y dejar a la clase política contenta con más diálogo. Está bien tener ministros más abiertos a escuchar las opiniones de los ciudadanos.
Pero se necesita también un Presidente que deje a quienes nombra hacer las cosas y que dé el ejemplo al momento de abrirse a que otros participen y dejar espacios para la discusión y la proposición de nuevas ideas, aunque estas sean contraria a la propia y, dicha actitud, contraria a como siempre se ha actuado.