Interpretación a partir de los resultados del informe de Desarrollo Humano
El Chile de hoy en día es innegablemente distinto al que se recibió una vez terminado el período de la dictadura militar. Esto uno lo puede observar en el crecimiento mantenido del PIB per cápita, disminución de la pobreza, mayores accesos a educación superior, evolución en el Índice de Desarrollo Humano, etc.
A pesar de lo anterior, aún no ha podido solucionar uno de los mayores problemas que posee desde tiempos de la Colonia: la brutal desigualdad existente. Sin ahondar en demasía, y tomando los casos ocurridos hasta la fecha (caso farmacias, pollos, la polar, financiamiento de la política, lucro en la educación, etc.), podríamos decir que la sociedad chilena ha demostrado su malestar en el abuso cotidiano que se vive a diario, en la codicia y usura de las élites gobernantes, en que no todos somos iguales ante la ley, y en otros casos.
Sobre estos temas, el último informe de desarrollo humano se hace cargo señalando que, fundamentalmente a partir de las protestas de año 2011 se ha configurado en Chile un proceso de politización, en donde es innegable que actualmente se cuestionen ciertos elementos, acuerdos básicos que se encontraban naturalizados.
La discusión en la vida cotidiana de las personas sobre el cómo, cuando y que cambiar o cuestionar, se ha vuelto relevante. Esto es lo que el informe de desarrollo humano llama como “proceso de politización”, es decir, transformar en una discusión política, cotidiana y pública, algo que antes no lo era, cuestionando elementos o consensos naturalizados.
Esto se traduce en datos relevantes como que el 61% de los chilenos considera que hay que realizar los cambios de manera inmediata, mientras que para el año 2004 esta afirmación congregaba tan solo un 37% de las respuestas, o que ante la pregunta ¿qué es más importante para Chile? un 56% señala que hay que cambiar las cosas existentes y solo un 21% piensa que hay que cuidar las cosas buenas que se tienen.
Es decir, estamos ante una ciudadanía que se siente pasada llevar por las clases más privilegiadas, pero que está abierta a la discusión de cambios estructurales (incluyendo la posibilidad de disputar el poder a las élites) ya que considera que el momento en el que estamos es un tiempo de oportunidades.
Ahora bien, si en Chile existe una mayor disposición a cuestionar ciertas estructuras y consensos que antes eran incuestionables, el informe de Desarrollo Humano también señala que se observa una dificultad para llevar a cabo un vinculamiento activo con las demandas que ellos identifican; es decir, se observa un quiebre en la discusión y la identificación de la necesidad de cambio con realizar acciones específicas (organizarse, asistir a manifestaciones, militar en partidos políticos, asistir a votar, etc.), tanto a un nivel ciudadano o no institucional, como a un nivel institucionalizado.
Esto se evidencia en que solo un 35% estaría dispuesto a participar de una organización, un 45% ir a votar, y tan solo un 20% a pagar más impuestos. Hay que ser claros, en el informe se muestra que la forma en que se vincula esta nueva politización es por medio del “estar informado” o adhesión a causas pero que no necesariamente esto se traduce en un acción política propiamente tal.
Ante este panorama problemático y contradictorio el informe no entrega una reflexión clara, y es hacia donde quiero apuntar con esta columna.
Esta escisión entre una creciente politización y la disposición a la actividad política (realizar las acciones políticas) tiene que ver con tres factores.
1) Las condiciones materiales para llevar a cabo una actividad política en estos momentos no se encuentran, es decir, la falta de tiempo producto del trabajo (u otras acciones e intereses), sumado a la percepción de ausencia de instancias democráticas (aspecto que da cuenta el informe); ambas dimensiones imposibilitan a las personas a tener una disposición a la actividad política.
2) Es importante considerar que lo social es relacional, y que por ende, actualmente la política es un aspecto más dentro de un “mercado” de posibles acciones para las personas. El informe, observa el tema de la politización sin relacionarlo con otras esferas que la sociedad chilena puede valorar mucho más; un claro ejemplo de esto son los datos sobre las valoraciones de los jóvenes que entrega la séptima encuesta nacional de juventud, en donde sólo un 19% valoran la política como un aspecto importante en sus vidas, mientras que el 98% considera vital a la familia, el 93,6% el tiempo libre, y el 88,1% a sus amigos.
Si bien esta es una encuesta para jóvenes, no deja de ser puesta en el análisis a la hora de intentar entender los motivos de la contradicción evidenciada en el informe de desarrollo humano.
3) El desprestigio de lo institucional y de las organizaciones en Chile claramente ha de tener un impacto en la disposición a participar en la actividad política. Esto último sí es abordado por el informe pero no en relación con la contradicción que abordo en esta columna. El desprestigio de la política viene a ser producto del abandono de ésta (la institucionalidad política: gobierno, partidos políticos, empresarios) con la gente, y ahora aún más cuando se constituyen como una imagen más del abuso de las élites hacia la ciudadanía.
Entonces, para entender la contradicción que da a conocer en el informe de desarrollo humano entre el proceso de politización y la acción política (es decir, pasar de las palabras a los hechos como se dice popularmente), se hace necesario tener en cuenta estos tres factores mencionados anteriormente.
A su vez, esto plantea un desafío como sociedad, ¿podemos como país generar condiciones materiales para la práctica de la acción política?
¿De qué manera podemos re-valorar la política y que ésta pueda tener una mayor valoración en la vida de los chilenos?
¿Cómo se vuelve a prestigiar a la vía institucional u organizacional para que la gente tenga disposición a participar?