El centenario de su nacimiento ha sido motivo de innumerables homenajes pendientes a la gran actriz chilena -una de las mejores- Ana González Olea. Entre merecidos reconocimientos los hay a su persona y a su personaje principal “La Desideria”. Incluso se ha llegado establecer un premio que recuerda el rol de ese personaje como asesora del hogar. Más allá de si corresponde lo uno o lo otro, quisiera detenerme en la Ana González ciudadana.
Sus actuaciones como actriz del TEUC, el Teatro de Ensayo de la UC, la llevaron a los más destacados papeles y por cierto al Premio Nacional de Arte, en 1969, galardón en el que se sumó a Alejandro Flores, Rafael Frontaura, Pedro de la Barra y Pedro Sienna, siendo la primera mujer en alcanzarlo.
Sus armas como ciudadana, las expresó en el escenario, encarnando a Rosaura, una de las combativas floristas de la Pérgola de la Flores, obra de su amiga Isidora Aguirre y Francisco Flores del Campo. Pero, su compromiso no estaba sólo en las tablas. Fue una entusiasta partidaria del Presidente Allende, junto a sus cercanos: Luz María Sotomayor, su pareja y Juan González, su mozo. Entre julio y agosto de 1973, la actriz participó activamente del Festival Mundial de la Juventud y de los Estudiantes en la RDA, cuyo lema era: “Por la solidaridad antiimperialista, la paz y la amistad”.
Recibía “baños” de cariño cuando agarraba, en su casa de Cartagena, el bolso de compras y caminaba hasta la feria libre a comprar las materias primas de sus magistrales porotos granados, que preparaba minuciosamente para sus invitados. Era francamente dificultoso avanzar hacia los feriantes debido a la enorme cantidad de personas que querían saludarla e intercambiar unas palabras, que era lo usual, en tiempos sin selfies ni polaroids.
El golpe militar de 1973 la sorprendió como una de las propietarias de la Sala del Ángel, ubicada en un breve pasaje del centro de Santiago. Fue una de las primeras en mantener viva la llamita del teatro. Para no despertar las iras de la dictadura estrenó, a poco del golpe militar, obras inocuas políticamente como “Ángel, mujer o demonio”, dirigida por Eugenio Guzmán en la que ella encarnaba los roles estelares.
Y, tras bambalinas, ayudaba a quienes podía de entre los que comenzaban a sufrir la despiadada persecución del régimen militar. Así, la precaria compañía comenzó a llenarse de periodistas que hacían comunicados de prensa, mensajeros que malamente distribuían correspondencia, escenógrafos y sonidistas de dudosa experiencia pero vasto compromisos con las fuerzas de izquierda.
En su valioso legado que hoy descansa en la Biblioteca del GAM, se encuentra el siguiente manuscrito: “Yo soy Ana González, muchos de ustedes me conocen como la Desideria … La Desideria es una mujer del pueblo y como tal es muy sabia, por eso yo le pregunté qué pensaba del triunfo del No. Y me dijo que ella no era lesa, que todo lo que le ofrecían lo recibía, caseta sanitaria, viviendas de 34 metros, regalitos y festivales de los alcaldes, de las damas de color… aguinaldos, los escuálidos bonos y el ingenioso medio de movilización, la bicicleta. Pero como no es lesa, va a votar por el No, igual que yo… Porque las dos sabemos que en democracia, se terminarán los abusos mediante auténticas y efectivas leyes que protejan al pueblo y le permitan participar en el desenvolvimiento social y económico del país … Usted, Señora, que a veces le da miedo, atrévase como la Desideria y vote No”.
Su compromiso con la búsqueda de la democrática, la llevó a convertirse, ya recuperada la normalidad, en anfitriona de la fiesta cultural y popular con que el Presidente Patricio Aylwin inauguró el Centro Cultural Estación Mapocho, el tres de marzo de 1994. Tal rol no se explica sólo por su condición de actriz notable sino también de vecina del centro y, sobre todo, de regular asistente a sus diversas actividades, a las que llegaba caminando desde su departamento en el “edifico redondo” de Miraflores y Esmeralda. Hoy, una sala con su nombre inmortaliza ese idilio entre la actriz y el centro.
Por ello, no fue extraño que acogiera con entusiasmo la propuesta del Centro Cultural de celebrar allí su cumpleaños número 80, el 4 de mayo de 1995. La asistencia excedió todas las expectativas. Desde el Presidente Eduardo Frei y su esposa Marta Larraechea a las floristas de la ahora cercana pérgola, que regalaron, en la puerta de la vieja estación, un clavel rojo a cada uno de los asistentes.
A pesar de todos los esfuerzos de sus asesores, Frei permaneció hasta el final de la actividad que duró unas cuatro horas, dejando de lado un compromiso en el Museo de Bellas Artes, que asumió su esposa. Entre muchas de las obras que se presentaron esa noche, una representaba a Anita en el lenguaje del teatro circo, luciendo una rojísima nariz de payaso. Una buena intención que no gustó a la homenajeada y que por tanto, llegó sólo hasta el primer acto que entonces se anticipó… por única vez.
Para la siguiente campaña presidencial ya estaba retirada y enferma. No obstante ello, en antecedentes de que el candidato -su candidato- Ricardo Lagos marchaba seguido de centenares de adherentes a inscribir su candidatura al Registro Electoral, ubicado a pasos de su departamento, se asomó a la ventana a saludar mediante señas a Lagos, quién detuvo la marcha, se acercó al edificio y respondió los cariñosos saludos de la ciudadana González, despertando el aplauso cerrado de los seguidores a Anita.
Una demócrata ejemplar y una actriz excepcional.