Después de esta gran crisis de credibilidad y confianza en las bases mismas de nuestra democracia, por la evidencia de esta pérfida relación entre poder económico y político, se comienzan a trazar las líneas de una nueva etapa en la vida política y en la democracia de nuestro país.
Hay tiempos de maduración en la vida social de un país y este es uno de esos.
Me explico. Esta relación incestuosa, como también se le ha llamado a esta vinculación dinero y política es tan vieja como la historia misma. En el caso de Chile, hay muchas páginas escritas por historiadores que se refieren a esta realidad desde los albores de nuestra independencia. Más cerca aún.
Proliferaron documentos que hacían referencia al tema durante los años 60 y 70.Sin embargo, en esa época se les tildaban de marxistas o comunistas, ya que avivaban la lucha de clases, sin siquiera indagar sobre su validez misma. Se negaban ideológicamente. Lo mismo pasó con documentos que se referían a la gran desigualdad social que ya se vivía en el país.
Con la vuelta a la democracia las condiciones de la acción política estaban enmarcadas en la constitución desarrollada por el Gobierno Militar y la extrema derecha de nuestro país. En tal situación, se cuidó y resguardó que se mantuviese esta relación entre el poder político y el económico. Se tomaron todos los resguardos posibles, incluso electorales con el binominal. De tal manera de asegurar la mantención de una importante cuota de poder, aun cuando no contaran con un amplio respaldo electoral.
Cuando la música era colocada por esta derecha política y económica, la oposición o quienes generaron el término de la dictadura, debieron bailar con esa música. Es así que desde un comienzo, se sabía que para tener éxito electoral había que buscar financiamiento. Naturalmente la derecha contaba con esos recursos desde siempre, pero la Concertación debía conseguirla de alguna manera.
Es así que inevitablemente se entra en el juego perverso de esta relación. Se necesitaba dinero para poder asegurar alguna cuota de poder, porque las campañas valen plata y mucha plata. Es sabido que los aportes personales son limitados y siempre los que entregan las empresas, son más significativos. Recordemos que el Estado no colocaba ni un peso y cada cual debía “rascarse con sus uñas”. Si la Concertación se hubiese negado a este juego perverso ¿podría haber alcanzado el poder?
La derecha siempre se opuso a todo lo que les impidiera mantener esta perversa relación. Incluso cuando se abre al financiamiento de las campañas electorales, mantiene los gastos reservados en contra la voluntad de la Concertación ya que sabía que contaba con muchos recursos que no convenía transparentar y por lo mismo no le quiso otorgar un real poder fiscalizador al SERVEL. Y es sabido cómo se opusieron al cambio del binominal.
No tengo elementos de juicio para afirmar que la búsqueda de esos recursos siempre se hayan hecho a través de boletas ideológicamente falsas. Sin embargo, sabemos que el sector empresarial, por lo general, entrega su aporte a cambio de algún beneficio; inmediato, boletas que se asignan a gastos o mediato, algún apoyo futuro frente a temas que les afecte en alguna instancia pública.
Quiero ser muy claro. No pretendo en estas líneas justificar nada, solo explicar cómo se han dado las cosas y colocar así en su real dimensión esta relación entre dinero y política.
Se sabía, porque era de conocimiento público que el grupo PENTA era el gran financista de la UDI, sin embargo no había pruebas que lo evidenciaran. Se suponía que muchas de las posiciones de este sector frente a ciertas leyes, estaban marcadas más, por la defensa de esos intereses, que por el bien nacional. Pero no había como comprobarlo con evidencias tangibles.
Hoy, la realidad se ha transparentado y las evidencias han quedado expuestas al juicio de todo el país.
Esta derecha política que convive con la derecha económica, porque no podemos generalizar en toda la derecha, ya no puede resguardarse tras los medios tradicionales, que generalmente han manejado directa o indirectamente para influir en la opinión pública.
Las redes sociales e internet, han colaborado en todo esta transparencia. Gracias a estos medios nada queda en la oscuridad o en la opacidad de acuerdos e intereses poco claros. Más aún, los medios modernos y tradicionales exigidos por esta realidad, han aportado con un nuevo periodismo investigativo.
Es por eso que hoy estamos frente a una maduración en la vida social del país. Ayer comprendimos y asumimos que vivimos en un país muy desigual. Hoy se ha develado claramente como el dinero ha distorsionado nuestra democracia.
Por lo mismo, parece muy razonable que la Presidenta, junto a los cambios que mejoren nuestra probidad, haya incorporado también la generación de una Nueva Constitución. En definitiva es la ley madre la que ha sido el sustento a todas estas distorsiones.
Siguiendo esta lógica, no puede extrañarnos que miembros de la UDI y la directiva de la CPC sostengan que no se debe generar este cambio constitucional porque producen incertidumbres que afectarán nuestro futuro económico.
Repiten hoy el chantaje de siempre.