Se acabó. No hay vuelta atrás.Por primera vez en 38 años de existencia, nos vamos a segunda división.
Han sido meses duros, muy difíciles para todos los hinchas de Cobreloa.
Por más que los últimos años no hubieran sido buenos (el último campeonato fue el 2004). Pero nunca, nunca en nuestra historia deportiva habíamos tenido tan malos rendimientos. Incluso desde el último campeonato, teníamos un subcampeonato, un par de semifinales y buenas campañas en la Copa Sudamericana.
Pero este nivel jamás.
Y fue terrible, se perdió todo, hasta uno de nuestros más grandes orgullos, ser el único equipo chileno que tenía estadística positiva con Colo – Colo, nuestro gran y único rival.
El domingo pasado, cuando promediando el primer tiempo se va expulsado uno de nuestros jugadores, el entrenador explota, las emociones se desbordan. Figueroa entra a la cancha y se insulta con el árbitro y al salir, se da un gusto y se despacha la frase en cuestión, tomando el micrófono de ambiente del CDF, le da un mensaje directo al dirigente de Ñublense: eres una rata, con nombre y apellido.
Luego, terminado el partido, en la conferencia de prensa, explica y hace ver la molestia. La rabia y la sensación de injusticia.
Es cierto, como lo explicaron los periodistas deportivos el domingo en la noche, Cobreloa se va al descenso por el promedio de las últimas tres o cuatro campañas. No es solamente por el partido del domingo o por la infame resta de puntos por un asunto reglamentario.
Es verdad, nos vamos por las malas campañas. Por un plantel de mala calidad comparado con los históricos. Por la pésima labor de nuestros dirigentes, que después de haber vendido a Alexis Sánchez, Eduardo Vargas y Charles Aránguiz (por citar solo a algunos), no fueron capaces de potenciar a un plantel que se fue hundiendo poco a poco.
Todo eso es verdad, pero lo que dice Figueroa también es cierto.
Es inaceptable que se haya urdido una maniobra administrativa para intentar alterar el orden deportivo. Es inaceptable que los Tribunales hayan concretado esta resta de puntos, tres días antes del partido definitivo, en fallo express. Al hacerlo de esa forma y ad portas de la definición, se destruye la moral y el equilibrio de cualquier grupo. Es inaceptable que una situación tan ambigua, pueda determinar la caída de un equipo a segunda división.
La norma aplicada es muy discutible. Se argumentó que Hisis era director técnico, lo que no es cierto. Hay dos fallos apretados (4 a 3 uno y el otro 3 a 2) que en menos de dos semanas expresan sanciones contradictorias. No era algo claro, por eso estaba abierta la puerta al Tribunal Arbitral de la FIFA, pero para eso era indispensable que Cobreloa ganara el domingo. Y no fue así. Y los empresarios y los dirigentes gremiales con intereses comprometidos, hicieron todo lo posible por que fuera así.
Durante toda la vida de mi equipo, siempre fuimos mal mirados y mal tratados.
Claro, Cobreloa, no vende diarios ni publicidad. No es negocio que Cobreloa sea campeón, ni que goleáramos a los equipos de Santiago.
Nunca nos dieron facilidades. Siempre intentaron inhabilitar el estadio, sacarnos de Calama, con toda clase de mentiras. Se nos obligó a jugar dos finales de la Libertadores en calidad de visitantes. Si en lugar de tener que recibir a Flamengo (1981) y Peñarol (1982) en Santiago, se hubiera jugado en Calama, otro gallo habría cantado. Pero claro, a los dirigentes chilenos, no les interesaba. Y nadie nos defendió.
Nunca olvidaré cuando los árbitros chilenos se negaron a arbitrarle a Cobreloa por los reclamos de nuestro entrenador don Vicente Cantatore (un caballero del fútbol, como los que ya no quedan), en cambio cuando un jugador de Colo – Colo, acusa derechamente a los árbitros de tener arreglado el campeonato en un programa de televisión (Paredes en Vértigo), sencillamente no pasa nada. O cuando en 1989, en la Copa Libertadores, la dirigencia chilena trató de antipatriotas a los jugadores de Cobreloa, por negarse a perder con Colo – Colo y hacer un tongo (como sí lo hicieron los paraguayos de Olimpia y Sol de América).
En fin, siempre supimos que no éramos queridos. Que éramos los invitados de piedra y que nunca nos iban a favorecer, que siempre habría algo en favor de los equipos de Santiago.
Pero no nos importaba, lo hacía más entretenido, más heroico aún. Porque teníamos excelentes jugadores y técnicos. Y pese a todo, les ganábamos igual.
Ahora no se pudo, no fue igual. Ya no tenemos los mismos planteles ni entrenadores. Ni menos los mismos dirigentes. Sólo nos quedaba el viejo orgullo. Y caímos.
Y caímos como debía ser. Dejando todo en la cancha, con escándalo.
Se avecinan tiempos difíciles para mi equipo. Nos va a costar.
Porque en el nuevo esquema de las sociedades anónimas deportivas, no vamos a tener el apoyo de Codelco. Y con planteles pobres, no basta con la historia, como ha quedado de manifiesto en los resultados.
Es por eso que la imprecación ratonil hacia el dirigente de Ñublense resulta tan ajustada. No contra él como individuo, pues no lo conozco en persona, sino como símbolo de la nueva clase de empresarios que actúan en este nuevo ámbito de negocios (el fútbol), de la misma forma en que hemos visto que los grandes empresarios actúan en todos los otros ámbitos.
Lo único que les importa es ganar dinero, no hay nada más. Si para eso es necesario comprarse al gobierno, a senadores y diputados, les da lo mismo. Si es necesario alterar la contabilidad con contratos torcidos para no pagar impuestos, está bien, no hay problema, el tema es reducir los impuestos y aumentar las ganancias. Como sea. Si para eso, se deben bajar los sueldos o debilitar a los trabajadores, está bien. Si deben hacer trampas con los valores en los planes de los seguros de salud, no hay problema, sólo queremos nuestra ganancia. Si nos hacemos una pasadita ocupando los cargos de Gobierno o las relaciones de parentesco con las autoridades, les parece regio, una viveza.
Acá se usó la estructura administrativa de la ANFP para obtener en tiempo record un fallo que condenaba a Cobreloa independientemente del resultado deportivo de la última fecha y que le daba luz a un equipo (Ñublense) que en otras condiciones estaba condenado al descenso.
Y se hizo una campaña sucia para eso, como por ejemplo cuando el Presidente del Colegio de Entrenadores (el Sr. Díaz, entrenador de Ñublense) se permitió decir que habían cosas oscuras en la victoria de Cobreloa a Huachipato, sembrando mantos de dudas donde no cabían y usando su cargo para intentar crear un ambiente a su favor, aunque eso implicara que ofendiera a sus colegas, a quienes él también debe defender y representar.
La competencia moderna, lo admite todo. Y claro, los dirigentes ratoniles, optan por salvarse como sea, aunque deportivamente no sea posible, lo que importa es salvarse, aunque sea solamente con una argucia administrativa. No importa el honor deportivo, los valores, sólo el resultado.
En todos los temas, la educación, la salud, la banca, las pensiones, etc. Da lo mismo, lo que importa es la ganancia, como sea. El mundo es de los vivos y los románticos se deben ir al infierno. Los valores, los principios, las ideas, la moral. Todo a la mierda. Queremos nuestro dinero. Y ya.
Pienso que hay áreas de la vida “económica”, como el deporte, la salud, la educación, las pensiones, entre otras, en las que lo importante no es la utilidad, ni el resultado económico. Es la vida de la gente. Pienso en la gente de El Salvador y Diego de Almagro, que en medio de todas las emergencias y el abandono que han vivido, celebraron con alegría el primer campeonato de Cobresal (eso habría sido imposible si se aplicara únicamente un criterio comercial).
Por eso, espero que Codelco no le quite el piso a Cobreloa y entienda que ese club juega un rol muy importante para la comunidad de Calama. En el orgullo y sentido de pertenencia de un pueblo que vive en condiciones muy duras, para extraer el mineral que sigue siendo el sueldo de Chile.
La Historia la escriben los que ganan, es verdad, pero como les dijo el gran Leonidas a sus 300 espartanos, vamos a perder, nos van a matar a todos, pero la historia nos va a recordar. Va a recordar a estos valientes que dieron la vida por su dignidad. Aunque murieron. Y así ha sido.
Es por eso, que mantengo la fe y espero que los que vengan (y los que se queden) puedan conectarse con la historia y desde ahí construir. De otra forma. Desde otro lugar. Desde la dignidad, desde el honor deportivo, de la comunidad y el sentido de pertenencia. Y que no prime el dinero, ni la utilidad.
Por mientras sólo queda brindar, por el zorro del desierto y unirse, para que esta travesía sea corta y volvamos por la senda de la gloria y el triunfo.