30 abr 2015

¿Para dónde vamos?

Se ha producido en estos días un cambio de giro en la conducción del país.  Después de varias semanas en las que el debate político estaba centrado en la denuncia y repudio de actos de corrupción y que, estando incluso dentro de la legalidad, generaron el rechazo de una ciudadanía asombrada con la cantidad de dinero que pasaba de mano en mano en la oscuridad de la clandestinidad, la Presidenta Bachelet ha logrado recuperar la conducción de la agenda con una cadena nacional en la que esbozó un conjunto de medidas para establecer una clara diferencia entre el dinero y la política, erradicar prácticas ajenas a la ética que ni siquiera estaban en debate y promover una mayor consciencia moral entre las personas.

Además, como corolario, anunció para septiembre el inicio de un proceso de consultas ciudadanas que deberá concluir en una nueva Constitución.   Este anuncio en particular es especialmente interesante ya que, si bien el debate político y los comentarios en las redes sociales se han enfocado en el procedimiento para llegar a este resultado y la vigencia de una eventual Asamblea Constituyente, es bien poco lo que se ha dicho sobre las definiciones de fondo que se deben tomar al respecto.

Hay acuerdo en que, a pesar de todas las reformas, la actual Constitución tiene un origen ilegítimo, al haber sido impuesta por una dictadura con un plebiscito fraudulento y sin participación de toda la ciudadanía en su redacción.

Hay acuerdo también en que una Constitución es la que proporciona el contexto al ordenamiento legal e institucional de un país.   Una Constitución es, como se dice hoy en día, la “carta de navegación” para el desarrollo de una nación.

Si vamos a navegar entonces en otra dirección -porque si se la va a reemplazar resulta evidente que hay un cambio en la dirección que llevábamos- es esencial preguntarse entonces cuál será esa nueva dirección.   Es por eso que resulta importante que nos preguntemos para qué queremos esa nueva Constitución.

La contienda política en el último medio siglo de historia nacional ha estado centrada en la definición del modelo económico más apropiado para el país.  Desde el comunitarismo al mercado, pasando por el experimento socialista de la Unidad Popular, se ha asumido sin mayor convicción que Chile se desarrollaría mejor con el liberalismo, pero al mismo tiempo se cuestionan las limitaciones de esta fórmula para una mejor distribución de la riqueza y asegurar reales oportunidades de desarrollo para todas las personas, dejando de lado los promedios que significan que si algunos están muy bien entonces, al mismo tiempo, hay muchos que están mal.

Promover una nueva Constitución es entonces una excelente oportunidad para definir de una vez por todas este asunto, porque la indefinición coarta nuestro desarrollo como nación y nos mantiene entrampados en discusiones que nunca zanjan las decisiones importantes.Los países que han logrado un acuerdo sobre su estrategia de desarrollo han registrado éxitos notables y uno de los síntomas del subdesarrollo es la incapacidad para lograr este tipo de consensos.

Debe aceptarse que esta estrategia tiene que contar con un amplio acuerdo.  Una Constitución no es un asunto que pueda ser impuesto con mayorías políticas ocasionales, y menos en un país en el que vota menos de la mitad de las personas habilitadas para hacerlo.

Por otro lado, si hay mayorías claras para reclamar sobre ciertos abusos y la inexistencia de algunas libertades, eso tiene que recogerse en el texto constitucional que se proponga, y los partidos tienen que contribuir a recoger el sentir ciudadano, organizarlo con un sentido de largo plazo y aportar a las soluciones antes que los problemas les pasen por encima.

Tiene que atenderse que en todo el mundo se está produciendo un cambio respecto del sistema de democracia representativa que lleva en funciones poco más de dos siglos.

Este también es un desafío que debería recogerse en una nueva Carta Fundamental o pronto comenzaremos con un largo desfile de reformas para adecuarla a la realidad y sus exigencias.

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  • Eduardo González

    Las normas eticas y morales varian entre las personas, culturas, religiones, edades, sexo, etc, etc es decir son subjetivas y eso ha quedado demostrado especialmente durante los últimos días, cuando en el denominado caso Penta, el fiscal Gajardo dijo: “Es una máquina para defraudar al fisco”. Carlos Délano, uno de los dueño del grupo Penta, respondió “Empresas Penta es una máquina para dar trabajo”. Otro ejemplo ha sido el denominado caso Caval, donde hay involucrados de distintos sectores políticos, sociales,con edades y sexo diferentes pero todos ellos con algo en común: ganar mucho dinero de la forma más rápida posible; mientras que la gran mayoría de los chilenos tienen que hacer grandes esfuerzos a diario para que a fin de mes les paguen un salario, que muchas veces no les permite ni siquiera pagar sus cuentas básicas. No hablemos del derecho a la salud, a la educación para los sectores más pobres, que por cierto son la mayoría de Chile. De que nos podrían servir entonces los conceptos de ética y moral en un país donde somos todos tan distintos y en donde se nos ha hecho creer que somos los mejores y que el neoliberalismo sería la solución para todos nuestros problemas?; Donde vemos que la politica está al servicio del capital y tanto politicos como empresarios se lucran a costa de la gran mayoría que no tiene acceso más que a tarjetas de crédito, que no han hecho otra cosa que esclavizarlos y someterlos a un sistema cruel.
    Sin lugar a dudas no podemos funcionar con normas éticas y morales, debemos crear leyes claras, que sean justas para todos, sin excepción y que realmente incorporen a todos los sectores sociales, no se puede seguir gobernando bajo las leyes generadas por un sector determinado y para su propio beneficio, cualquiera que sea.
    Legislar de forma clara y precisa es un paso adelante en lo que refiere la lucha contra la corrupción, a los estados de excepción y a los privilegios, pero tambien es la oportunidad de que la gran mayoría de los chilenos se sientan partícipe de un proceso que finalmente resulte en una “carta de navegación” que muestre a todos el mismo camino a seguir.

  • RuizMnica

    De acuerdo con Don Eduardo . Los que pueden llevar la vida con dinero efectivo , son los que someten a que otros que sacan las tarjetas porque no tienen acceso a otra cosa. Los dueños de tarjetas siguen con ellas estrujando los salarios bajos , de los trabajadores . Pagan más con los créditos por lo adquirido y sigue la sacada de intereses . Pronto se les ocurre que hay que cobrar otro impuesto y así van achicando el salario que apenas alcanza para cubrir las necesidades vitales de una familia. La clase media se ve afectada , no se identifica plenamente porque no tiene más opción y reclamar es vergonzoso , los inhibe y finalmente es la que más debe aportar, en pagos de todos lados. ´Creo en los cambios, para que nosotros también los Chilenos cambiemos y saquemos la voz para hacernos sentir dueños de este País . Que no sean los adinerados los que tengan ese privilegio que en muchas ocasiones son a costa de los otros Chilenos que tienen menos pero con las mismas necesidades.