¿Cuál es la razón del comportamiento de las barras en el fútbol, en particular de los equipos más populares?, está claro que a pesar de los sentimientos y cariños que expresan a través de sus cánticos, el perjuicio a las instituciones no es algo que vaya a cambiar el comportamiento de sus entusiastas bullangueros.
También queda claro que los clubes no han asumido y al parecer no asumirán su derecho a usar las leyes vigentes para sancionar a quienes causan desordenes. Y eso estos hinchas ya lo saben.
No se conoce de nadie que haya sido sancionado por conducta incorrecta con la pena de no ingresar al estadio, ya ni siquiera en forma permanente sino por algunas fechas. La ley existe pero no hay interés por aplicarla.
El mundo del futbol quiere sacar las castañas con la mano del gato y en este caso el gato es el gobierno. Sin ninguna colaboración real de los dirigentes deportivos los dos últimos experimentos en los dos últimos gobiernos han fracasado.
En el gobierno de Piñera el programa Estadio Seguro, basado sólo en acciones represivas consiguió exactamente el efecto contrario, no sólo no volvió la familia al estadio, sino que el trato vejatorio al que se nos sometía a todos los asistentes, alejó a aquellos que queríamos ir a ver sólo el espectáculo y provocó un incentivo adicional para las barras de cómo vulnerar y entrar al estadio bengalas y bombas de ruido. Un fracaso total.
El actual gobierno ha, en la práctica hizo desaparecer este programa, en lugar de modificarlo como era obvio dada la mala performance anterior ahora simplemente ya no existe, el resultado es escandaloso ya no sólo aparecen algunos artefactos prohibidos sino que la vigilancia o el control han sido humillantemente superados. Parecen casi infantiles los llamados del locutor oficial para no usar esas bengalas.
El problema, a mi juicio está en un falso diagnóstico, los que burlan las leyes no son niños idealistas, llenos de entusiasmo capaces de dar la vida por su equipo favorito, muy por el contrario es simplemente lumpen que van a confundirse con los hinchas verdaderos para ejercer su mal entendido espacio de libertad.
No les interesa la suerte de su equipo, les da igual que ganen o pierdan, el desafío personal es actuar impunemente desafiando las normas.
Ni la autoridad pública ni los clubes quieren asumir la responsabilidad de expulsar definitivamente a estos individuos de los estadios, en chileno se hacen los lesos y dejan actuar.
Así jamás volverá la familia al estadio, lema que aparece perfectamente discutible como objetivo dirigencial, la tele les entrega mayor recaudación que la familia en el estadio, un asistente al estadio es un tele auditor menos y por lo tanto muchos menos pueden hacer fracasar el negocio y hoy los dirigentes sólo buscan el negocio.
Lo que extraña es la negligente pasividad de las actuales autoridades de Estadio Seguro que no aciertan a prevenir, controlar y sancionar sin que ello signifique el dar por hecho, como en el gobierno anterior, que todos los que vamos a los estadios somos potenciales delincuentes y debemos ser tratados como tales.
El romanticismo de Los de Abajo, si alguna vez existió, desapareció cuando se dieron cuenta que ocultos en esos sentimientos nobles podían dar rienda suelta a su rebeldía con la sociedad.
Este trompo tiene varias cuerdas y es indispensable que los que tienen responsabilidades, las asuman de una vez por todas.