Las situaciones de emergencia y catástrofe afectan la seguridad e integridad de todas las personas que habitan un territorio, especialmente de aquellas que-incluso en tiempos de normalidad- enfrentan inequidades y discriminaciones. En este grupo se encuentran niñas, niños, adultos mayores, personas con discapacidad y, en su gran mayoría mujeres.
En este sentido, los aluviones que han ocurrido en el norte de nuestro país nos plantean el desafío de abordar la emergencia y el proceso de reconstrucción considerando una perspectiva de género.
Durante las catástrofes, es frecuente que las mujeres, además de tener que hacerse cargo de sus propias pérdidas y necesidades, asuman responsabilidades como el cuidado de quienes no pueden valerse por sí mismos, la contención emocional de los miembros de la comunidad afectada, la preparación de alimentos, la limpieza de los lugares comunes y el reestablecimiento de redes de apoyo y asociatividad disueltas por la emergencia.
Al mismo tiempo, el estrés posterior a los siniestros y las condiciones provisorias de sobrevivencia, aumentan el riesgo de que las mujeres experimenten vulneración en sus derechos y no pocas veces situaciones de violencia de género.
Las realidades propias de una catástrofe resultan particularmente desfavorables para las mujeres: falta de privacidad en espacios como los albergues, problemas en la iluminación de los hogares y la vía pública, limitada disponibilidad de servicios sanitarios básicos y de artículos de higiene personal, dificultades en acceso y uso de métodos de prevención de embarazos y enfermedades de transmisión sexual, distribución desigual del trabajo comunitario,falta de redes del cuidado de hijos e hijas, pérdida de fuentes laborales.
Por ello, la labor que actualmente realiza el Servicio Nacional de la Mujer en las zonas afectadas por los aluviones ha consistido en brindar apoyo a las mujeres, procurando que la contención psicológica que se realiza en los albergues llegue especialmente a las ellas. A su vez, contribuir en la aplicación de la Encuesta Única Familiar (EFU), para que la ayuda sea entregada prioritariamente a quienes viven mayor vulnerabilidad tras la catástrofe.
Como SERNAM también hemos entregado algunas recomendaciones que, desde un punto de vista de género, se deben tener en cuenta en la convivencia al interior de los albergues tales como: que las mujeres puedan participar de los distintos comités de organización del albergue o de la reconstrucción, para ello fomentar la participación de los padres en el cuidado de hijas e hijos; establecer códigos de conducta que aseguren una convivencia de respeto entre las personas y generar mecanismos de protección para las niñas, adolescentes y mujeres que enfrenten situaciones de violencia de género en el refugio, entre otras medidas.
Por otro lado, es importante contar con personal femenino y masculino en todos los niveles de atención y contención que se realicen durante la emergencia, así como impulsar la privacidad de las consultas médicas junto a las actividades educativas, preventivas y de autocuidado dirigidas a la población en general, teniendo en cuenta las necesidades específicas de los distintos grupos afectados.
Las funcionarias y funcionarios del SERNAM y de otros servicios públicos que viven en la zona siniestrada, y que también han sido afectados y/o damnificados, realizan sus mejores esfuerzos día a día para que las mujeres y la población en general puedan superar la emergencia y recuperar la normalidad a partir del respeto a la diversidad y la equidad de género.