“No estoy ni ahí”, esa era la frase de moda en los 90, la que popularizó Marcelo “Chino” Ríos, la consigna que definía prácticamente un estilo de vida.
Los jóvenes “no estaban ni ahí” con nada, era como si después de dejar la niñez se llegaba a un limbo a la espera de la adultez, donde nada importaba. Nada era suficientemente atractivo como para participar, incluso levantar la voz para opinar era visto como un esfuerzo gigantesco que muy pocos estaban dispuestos a realizar.
“No estoy ni ahí” no era una frase de rebeldía, como algunos erróneamente pensaban, era una frase que mostraba sólo conformismo y resignación.
¿Para qué reclamar si la educación funciona mal?, ¿Para qué molestarse en reclamar por algo que te afectaba directamente a ti y tu futuro?
Y no sólo en temas tan trascendentes como la educación, la cultura del “No estoy ni ahí” abarcaba todos los ámbitos. Los jóvenes no alzaban la voz contra la discriminación, aunque ellos fueran los discriminados, no se quejaban si no podían formalizar la relación con sus parejas, era más cómodo vivir escondidos, no reclamaban si la cultura llegaba sólo a los sectores acomodados, aunque eso significara jamás tener acceso a ella.
Hoy vemos con orgullo como los grandes cambios son impulsados por los jóvenes. Fueron ellos los que salieron a la calle a reclamar por más y mejor educación, fueron los jóvenes gays los que se aburrieron de esconder sus sentimientos y salieron a la calle exigiendo la aprobación del acuerdo de unión civil, son las jóvenes las que están pidiendo legislar sobre el aborto y que se respete su derecho a elegir, son los jóvenes los que hoy repletan cada espacio que se abre a la cultura y las artes, son ellos los que opinan en Twitter, los que debaten, los que gritan y patalean por todo lo que les molesta o que les urge cambiar.
Unos días atrás más de 30 mil jóvenes repletaron la elipse del Parque O´Higgins en el “Festival de Todos y Todas”, un evento masivo convocado por INJUV, donde una vez más los jóvenes de hoy, los jóvenes que “si están ahí”, demostraron que cuando se abren espacios ellos responden.
No sólo fue música, fue música chilena, con contenido, música que los jóvenes de hoy valoran.Atrás quedó la idea que los grandes escenarios estaban sólo reservados para los extranjeros, que los conciertos masivos eran sólo para algún grupo gringo y que los locales debían conformarse con tocar en un pub.
Este festival también demostró que el joven de hoy es un joven opinante y con ganas de aportar, en la entrada se montó una feria con 40 stands, donde juventudes políticas de todos los sectores, organizaciones sociales y fundaciones expusieron su trabajo y captaron nuevos socios. Ese día 30 mil jóvenes sepultaron el “No estoy ni ahí”.