24 ene 2015

El aborto y los humanismos

Los humanismos difieren en la mirada metafísica antropológica del hombre y la persona, es decir, en una visión sobre sus fundamentos y condiciones existenciales (especialmente sobre la libertad), para que se despliegue su propia humanidad.

Frente a la discusión sobre el proyecto de ley de aborto que lo ¿despenalizaría?/ ¿legalizaría? cuando se pone en peligro la vida de la madre, o cuando el feto es inviable, o en un embarazo secundario a una violación, lo que resuena en lo profundo es una mirada sobre el hombre y la vida.

Si creo que el ser humano es materia espiritualizada y espíritu materializado a la vez, es decir, todo cuerpo, todo alma, todo materia, todo espíritu, y que la vida, especialmente la del hombre (desde su origen mismo), tiene su fundamento primero en un territorio sagrado y misterioso de Dios, me asalta un deber primero ético e irrenunciable para con su bien, desde que es una primera célula viva. A su vez, me imposibilita crear condiciones intencionales para con su destrucción o sufrimiento presente o futuro.

Si además creo en el “humanismo del otro hombre”, donde siempre el otro está primero y antes que yo, especialmente si es más débil, frágil y especialmente diferente, esta mirada, donde en la otra persona está el misterio de la creación completo y la “huella de Dios”, me impulsa hacia una responsabilidad amorosa casi infinita con el otro en su individualidad e identidad (en un principio biológica-dependiente), a través de la caridad y  la bondad, donde nuevamente,  no cabe la posibilidad de ocasionar su muerte y sufrimiento.

Y si la libertad siempre está al servicio de la humanidad  y su trascendencia a través del bien personal y común, es difícil, por no decir casi imposible, que uno esté a favor de un aborto, reconociendo eso sí, que la propia humanidad, por ser humana, se despliega en su debilidad también fundante, lo que a uno lo obliga también a la acogida y la comprensión solidaria, que no juzga y siempre acoge y perdona.

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  • Gloria Bensan

    Ninguna ley obliga a abortar. Una ley que no penalice el aborto en circunstancias específicas es un intento por transparentar procesos reales, ocultos, negados, riesgosos y hasta falsos. Esa ley asume prioridad social ante la carencia de un sistema estatal que brinde garantías a hijos no deseados producto de violaciones o enfermos
    crónicos, otorgando iguales derechos y protección a hombres y mujeres que decidan abortar en concordancia con la ley y según la “libre demanda” individual.

    Quienes profesamos la fe católica de la Iglesia entendemos que gratuitamente somos dueños de nuestra vida y de nuestras decisiones. Que amamos y cuidamos todo tipo de vida por convicción, respeto y conciencia que no se rigen por leyes humanas. Que sin temor, con y sin ellas, nos mueve la esperanza de un mundo mejor y por eso intentaremos actuar de acuerdo a los códigos que nos dejó Jesús.

    Ante la realidad que los creyentes del mundo y del país que viven su fe alejados de la doctrina, pienso que quienes representen a la Iglesia y a instituciones católicas de renombre nacional, deberían fomentar ese tipo de conductas de modo que cada vez sean
    mayormente recurrentes, generosas, tolerantes y caritativas.

  • Ignacio Leyton

    Supondremos entonces que usted no toma antibióticos, no mata insectos,
    no come animales ni vegetales (pues también son seres vivos), etc….
    debe ser un superhombre no?
    Los amigos imaginarios solo generan
    falacia tras falacia, lógicas y razonamientos errados que no deben ni
    pueden ser impuestos a los demás.