La Conferencia episcopal de Chile invita a todos los católicos a participar en el proceso de preparación del Sínodo de obispos sobre la familia a realizarse en octubre de este año. En octubre de 2014 tuvo lugar en Roma un Sínodo preparatorio dedicado ya a este mismo tema.La Iglesia Católica en todas partes se encuentra en un proceso de discernimiento acerca de variados temas referentes a la familia, la sexualidad y la participación de los católicos en su iglesia.
Lo propio de la Iglesia es el amor. El amor en todos sus aspectos. Puesto que los vínculos amorosos y la vida familiar constituyen el ámbito en el que el amor es lo más real para la vida de la personas, un lenguaje y una enseñanza sobre cómo se ama en estos planos son decisivos.
La fe se transmite o no se trasmite cuando los cristianos aman o no aman de acuerdo a las recomendaciones de su Iglesia. El caso es que a lo largo del proceso de recopilación de información, de opinión y de debate en el cual la Iglesia se encuentra, se ha detectado un verdadero foso entre lo que ella enseña y lo que ella practica.
No porque lo que los católicos practiquen sea “pecado”, sino porque son tales los cambios culturales que se están experimentando que la enseñanza tradicional necesita ser replanteada en términos que las nuevas generaciones puedan comprenderla. Si la Iglesia en dos mil años no hubiera hecho algo parecido otras veces, habría desaparecido o habría quedado reducida a una o varias sectas incapaces de atinar con la época que le tocó vivir.
Este proceso de auténtico discernimiento espiritual comenzado por el Papa Francisco y continuado por el colegio episcopal ha alcanzado un interés solo comparable al que se dio con ocasión del Concilio Vaticano II. En esa ocasión todo se centró en “poner al día” la forma de comunicar la doctrina (aggiornamento). Muchos piensan que el tema en cuestión fue uno de los que el Concilio dejó pendiente.
El Papa, según se ha visto, tiene claro que hay que revisar algunos puntos de la enseñanza o de presentarla, y no teme que se discuta abiertamente. Hace muchos años que no se veía pensar, argumentar y rebatir tan apasionadamente a obispos y cardenales, y todo esto a través de los medios de comunicación. Aun dignatarios que piensan distinto, han apreciado la posibilidad de debatir.
Los obispos chilenos invitan a continuar o incorporarse a esta etapa del Sínodo. Corresponde hacerlo con las mismas actitudes que Francisco pidió en la reunión de octubre pasado: hablar sin miedo, con libertad y con ánimo de verdadera escucha. Los obispos piden participación. Lo que está en juego no es solo lo que importa a este sector del Cono Sur. El resto de la Iglesia necesita saber cómo se vive el Evangelio en esta parte del mundo y cómo se lo aterriza a propósito de la sexualidad y la familia.
Los obispos tienen que enviar un informe. En su momento tendrán que elegir a un representante a la reunión de octubre próximo. Es básico que la iglesia chilena en su conjunto converse, se forme una opinión y se disponga con el mejor espíritu a los cambios que pueden venir. Nadie puede anticipar resultados, pero ningún buen resultado se logrará si no se participa en el proceso de su producción.
En estos momentos la Conferencia hace llegar a las parroquias, congregaciones religiosas , movimientos y otras instituciones católicas conocedoras del tema, los resultados del último Sínodo y un cuestionario de preguntas para trabajarlos. Las contribuciones se esperan hasta el 25 de marzo. La Conferencia debe enviarlos a Roma antes del 15 de abril de 2015. Hay poco tiempo. Pero se ha divido el trabajo. Nada impide que algunas diócesis deseen responder a todas las preguntas. Y nada impide que la iglesia chilena continúe reflexionando acerca del tema el resto del año.
Las palabras del obispo de Melipilla y secretario general de la CECh, mons. Cristián Contreras Villarroel, alientan a una participación entusiasta y seria. El interés es “poder preparar un documento representativo, que sea fruto de un proceso ampliamente participativo. Los obispos queremos que nuestras comunidades reflexionen y contribuyan al trabajo del Sínodo con sus aportes, para que, tal como ocurrió como el Sínodo extraordinario, podamos ver reflejada nuestra reflexión en el Documento de Trabajo que convoca a la Asamblea Sinodal”.