Me encuentro leyendo el libro La Peste de Albert Camus, que trata el fenómeno existencial de los hombres que analiza entre otros temas la evasión de los problemas, minimizarlos y finalmente poco a poco darse cuenta tardíamente de la gravedad de los mismos, aportando con ello a una línea de pensamiento conocida como existencialismo.
Es un libro maravillosamente escrito que se refiere a cómo un pueblo norafricano es objeto de la peste. Inicialmente el asunto comienza con unas pocas ratas muertas que aparecen por doquier, increscendo salen a la superficie de las calles, plazas y escaleras para morir. Muertas todas las que existían comienzan a enfermar algunos seres humanos y al principio las autoridades miran con indiferencia lo que está ocurriendo y sólo reaccionan cuando ya es muy tarde y la población es diezmada.
El ahora conocido como caso Penta, a pesar de su gran difusión y solo debido a una suerte de delación de sus prácticas por uno de sus principales, está siendo mirado como un caso referido a un partido y a una empresa, es decir, estamos mirando el problema al igual, como en el libro, los habitantes observaban al inicio algunas ratas o algunos seres humanos muertos.
Esta mirada, si bien responde a una lógica judicial, por su naturaleza muy estrecha. Es peligroso continuar solo en ella. Si levantamos un poco la vista veremos que este es un caso que se extenderá necesariamente por la forma como se ha ejercido hasta ahora el poder económico privado en Chile, desgraciadamente a vista y paciencia de todos, ha implicado necesariamente un grado de perversa relación entre la más poderosa derecha económica y los partidos políticos.
La poderosa derecha económica logró un gran manto de impunidad respecto de todos los latrocinios ocurridos en esa materia cometidos por algunos bajo la dictadura y sólo permitió, al principio con timidez y luego sin importarle mucho, que se procesara al mando militar.
Esta circunstancia traducida en un sentimiento de superioridad fáctica la llevó en democracia a innumerables excesos que permiten sostener que en Chile el manejo de las grandes corporaciones deja mucho que desear y hay una larga lista que es bueno volver a repetir cada día para que mejore la ética de los negocios en Chile: Inverlink, Chispas, fusiones de empresas inaceptables, aumentos de capital que perjudican a los minoritarios (Enersis), manejos fraudulentos como La Polar, caso Cascadas, (Soquimich), manejos de información privilegiada como el caso de Lan, Falabella, laboratorios Recalcine que involucran a todos los ámbitos de la realidad económica y a una parte muy significativa de sus personeros más representativos.
Que sorpresa entonces puede tener que se descubra, salvo el hecho de saberlo judicialmente y tener las pruebas, que el partido político más cercano a ese poder político tenga una asociación de hecho con a lo menos un grupo económico. Basta revisar la comisión política de la UDI para encontrar personeros de grupos económicos sentados en ella y si observamos el organismo de apoyo legislativo de ese partido veremos que se aportan grandes sumas de dinero para su mantención lo que lo hace por lejos el que más influye en las decisiones legislativas.
El proceso que estamos viviendo está exactamente en uno de los puntos de su desarrollo en que, ni por asomo, podemos pensar que se encuentra en su etapa final, muy por el contrario, la etapa judicial, como en los casos de derechos humanos y en los escándalos bancarios de 1978 a 1983, se toma su tiempo y aunque el movimiento de los engranajes es percibido más o menos lento al final logra gran parte de sus objetivos.
Estos hechos al margen de sus efectos judiciales que siempre son acotados, producirán profundos efectos políticos que ya se vislumbran y que alcanzarán probablemente a toda la actividad política.
Sólo a título de ejemplo habrá que hacer un ejercicio de cuánto influyó en la primaria de la Nueva Mayoría, ya no solo el apoyo comunicacional a favor de Andrés Velasco, sino en el apoyo económico que le permitió posicionarse en un sorprendente segundo lugar, para lo cual no solo por lo visto hubo responsabilidades en la propia Democracia Cristiana sino que influyeron agentes externos, lo que deberá analizarse en profundidad frente a los futuros procesos electorales que se avecinan, porque si de algo puedo estar seguro es de que el poder del dinero en la política no se quedará quieto, sino que se mejorarán las estándares y ajustándose a las leyes, en la medida de lo posible, seguirán influyendo, eso a menos que este gobierno u otro efectivamente decidan poner coto a la excesiva concentración económica y poder de mercado y el poder social y político asociado.
A pesar de lo pesimista que puede parecer este artículo de opinión, en el que la política aparece como una actividad altamente riesgosa de ser infiltrada y perder su auténtico valor, tengo el convencimiento que esta peste hará reaccionar a todo el mundo para que efectivamente la política sea algo más decente y realmente se incorporen jóvenes idealistas al futuro de la patria.
Costó mucho a unos pocos recuperar la democracia y pueden ser muchos los que la destruyan. Actuemos ahora con firmeza.