Roberto Ampuero no es solo un comunista converso que terminó siendo ministro de derecha. Es también en mi caso un injuriador. Dice el ex embajador y ministro de Piñera en la página 125 de su libro “Detrás del muro”, recién publicado.
“Ismael, un chileno instalado en una señorial oficina con aire acondicionado del Comité de la Resistencia, estuvo a cargo de organizar mi salida de la isla y de justificarla ante los “compañeros cubanos”. “Siempre le agradeceré su apoyo en esa gestión”.
“Él también estaba hastiado de Cuba, pero no tenía adonde ir. Había intentado infructuosamente trasladarse a México y Venezuela, incluso a Italia, donde contaba con un familiar, pero no le había resultado. Le frustraba haber encallado en Cuba. Disfrutaba, sin embargo, de un buen pasar como funcionario pagado por los cubanos”.
“Por ello simulaba ser un revolucionario de tomo y lomo, un “comecandela”, y era capaz a la vez de criticar con gracia el socialismo y contar los mejores chistes de la isla sobre Fidel.Ante los cubanos actuaba empero como un revolucionario duro. En verdad, lo único duro de su vida era la suspensión del impecable Lada azul que los cubanos ponían a su disposición”. Textual.
“Ismael”, a quien agradece inmediatamente Ampuero, es Ismael Llona, es decir el periodista que escribe esta columna.
Yo era, hace 35 años, secretario del MAPU OC en Cuba y representante de ese partido chileno ante el gobierno y el Partido Comunista de Cuba.
Roberto Ampuero, que ingresó al MAPU OC el 19 de mayo de 1979 pidió su traslado a la RDA, donde había vivido antes, en 1974, y yo, como dirigente del partido en Cuba, hice lo que entendí mi obligación ante un militante exiliado que podía incluso perfeccionarse en la RDA. Nunca puse un inconveniente para ese proceso. Nunca me sentí “utilizado”, y, hoy, después de leer sus libros, aún creo que su “cambio” sólo se produjo 10 años después contra Cuba y 30 ó 35 años después contra la RDA.
A 35 años me recuerda como un aparente “comecandela” y “revolucionario duro”; crítico al socialismo cubano y contador de chistes sobre Fidel.
Siempre, desde mis tiempos juveniles, he sido, a Marx gracias, una persona crítica, y siempre he sido un buen contador de chistes, cuestiones imborrables para un permanente oficialista de todo poder como Ampuero.
Ampuero fue complaciente y oficialista con Allende, con Honecker, con Fidel (no habría contado nunca un chiste sobre él) y con Honecker de nuevo. A ninguno de ellos ni con una broma los tocó, mientras vivió en lo que él entendía eran sus sombras. Se puso valiente 25 años después de la caída del muro y 10 o 12 años después de salir de Cuba con papeles y pasajes puestos por el Partido Comunista de Cuba. Y cuando ya se había cambiado a una derecha pudiente.
Sobre mi vida en Cuba (enero de 1978 a diciembre de 1985) conocieron y conocen mi familia, mis amigos, mis camaradas y compañeros de izquierda de otros partidos, las diferentes instituciones cubanas y hasta la CNI y el COVEMA que me secuestraron en Chile en 1985 y me acusaron (sin juez ni juzgado), según don Jaime Castillo Velasco que me defendió, de ser “un correo cubano” o “un correo del Mir”. Salí de la prisión gracias a una solidaridad que incluyó a diarios italianos, peruanos y al “Granma” de Cuba.
Trata también Ampuero de distinguirme de otros chilenos que vivían en Cuba, destacando que “los cubanos” me pagaban un sueldo (como si fuera raro) y habían puesto a mi disposición un Lada azul de “dura suspensión” y una oficina con aire acondicionado en lo que llama, con interesado error, “El Comité de la Resistencia”. Se llamaba, y él lo sabe, “Comité de Solidaridad con la Resistencia Antifascista”.
La verdad es que “los cubanos” no sólo me pagaban el sueldo (como al 90% de los chilenos exiliados que trabajaban en Cuba y a casi el 100 por ciento de los habitantes que trabajaban en la isla) sino que pagaban mi usufructo de un departamentito alhajado con televisor ruso, los estudios de mis tres hijos, la atención de salud de toda mi familia, la libreta de racionamiento (en ese entonces bastante buena), los estadios de fútbol, de béisbol, de boxeo (que eran gratis), los pasajes (como a él) que utilizábamos para tramitar nuestro retorno a Chile (en consulados chilenos de Panamá o Perú), la mayor parte del precio de los libros, del teatro y del ballet, etc.
Ampuero gozaba de las mismas “granjerías”, como todos allí, salvo que no atendía en una oficina tan bella (la de una vieja casona en El Vedado) y que no usaba (nunca lo pidió) el auto rojo, no azul, y duro (¿cómo supo él que era lo único que yo tenía duro?) de nuestro partido (el suyo y el mío). Y más, tuvo pareja y un hijo con la segunda compañera de la Federación de Mujeres Cubanas, que supongo tenía Lada y en su oficina, al menos, aire acondicionado, como todas las oficinas públicas, los cines, los tencents y las oficinas del Comité Chileno de Solidaridad, que era tratado como una embajada chilena en Cuba en esa época.
Pero estos son chistes de mal gusto del escribidor.
Lo grave son las injurias.
Dice que yo había “encallado en Cuba”. Que yo no tenía adonde ir. Que estaba allí a disgusto. Que “intenté infructuosamente” salir, a México, a Venezuela, a Italia donde tenía familiar (mi hermano Eugenio estaba allí, y él recurre a ello para que su injuria aparezca con base). Y me inventa acciones, no sólo pensamientos y deseos.
“Intentar” es realizar acciones (desesperadas en este caso) para partir de nuevo, como de Chile a Perú huyendo de Pinochet, de Perú a Cuba, ahora de Cuba a cualquier parte, como escapando (con mi familia) de la opresión cubana (que años después él dice haber sufrido)
La verdad es que toda esta patraña es sólo un cúmulo de injurias con lo que trata de desprestigiarme ante todos quienes lean su libro, y de infringirme daño moral, en vida y después de ésta, en Chile y fuera de Chile, por los años que pueda leerse o se recuerde su libro.
La inquina que Ampuero me muestra (35 años después) no es excepcional. Hay organizaciones, países, partidos, personas, a los que ha injuriado y calumniado con publicidad y alevosía. Pero ¿a qué se puede deber lo mío?
Se puede deber, tal vez (si hay algo difícil de entrañar es la mente de Ampuero), a que escribí columnas muy leídas, en cooperativa.cl y elclarin.cl (reproducidas en “Rebelión” de España y “La Jornada” de México) sobre su ingreso al MAPU OC en Cuba y su verdadera salida de Cuba a la RDA, donde fue recibido por Enrique Correa, nuestro Representante ante el gobierno de Honecker y muy bien tratado.
Ese “recordatorio” mío lo pudo hacer reescribir sus últimos días en Cuba, en “Detrás del muro”, incluyendo ahora ofensas e injurias a quienes lo ayudamos y le recordamos sus olvidos de “Nuestros años verde olivo”.
Él sabe que, estando asilado con mi familia en Perú desde fines de 1973, aceptamos, con mi compañera, la sugerencia de la dirección del MAPU OC de viajar a Cuba con nuestros hijos, vivir el exilio allí y representar al partido frente al gobierno y al partido cubanos.
Siempre pensamos, con optimismo, que volveríamos a Chile desde La Habana.
¿Volver a Chile desde La Habana?
Para una cabeza como la de Ampuero eso resultaba y resulta inverosímil. ¿Cómo? ¿Volver a Chile desde Cuba autorizado por el gobierno de Pinochet y corriendo luego los peligros y vicisitudes de opositores de izquierda en la dictadura chilena?
Yo y mi familia tenemos cabezas, afortunadamente, muy distintas a la de Ampuero.
Poco después que Ampuero viajó a la RDA, en 1979, yo salí de Cuba (diciembre de 1984) y me vine a Chile, al Chile de Pinochet (no a México ni a Venezuela ni a Italia ni a la RDA ni a ninguna otra parte) y sin que nadie me lo ordenara, sólo mi conciencia. Después y casi inmediatamente lo hicieron uno a uno mis familiares.
En Chile, al que llegamos sin un centavo y por cierto tuvimos que trabajar y cuidarnos, fuimos encarcelados (en 1985 yo, en 1986 mi hijo menor, ambos estamos en el Informe Valech) mientras Ampuero (a quien nunca más vi) seguía cómodamente exiliado en Berlín donde estudió marxismo leninismo y comunismo científico y cantaba el “Venceremos” y “La Internacional”, aunque, según él “tenía mala voz”.
Fui subdirector de Fortín Mapocho de 1985 a 1987, Encargado del periódico del NO en 1988, seguí militando en el MAPU semilegal y en el PPD legal, luego en el PS unificado. Toda mi familia ocupó puestos de lucha democrática en Chile.
Al fin de la dictadura trabajé con Enrique Correa y Carlos Montes en los primeros años, y con Michelle Bachelet (de quien fui su asesor comunicacional en el Ministerio de Salud) y Ricardo Lagos (que me hizo el honor de nombrarme como Embajador en Haití).
Y siempre mantuve una relación de amistad y reconocimiento a Cuba. El ex Vicepresidente Lage (con quien conversé, enviado por el gobierno chileno, para impulsar el restablecimiento de relaciones diplomáticas a nivel de embajadas), Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, amigo de muchos años, y el actual Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal, me distinguieron con su permanente amistad.
A Cuba, a la que volví en 1986, 1989, 1991 y algunas veces más, le puedo decir lo mismo que la Presidenta Bachelet reiteró recién en Alemania, a la RFA y a la RDA ¡Gracias!
¿Conoce esa palabra el ex ministro de Piñera? ¡Nunca aprendió ni de lejos lo que es una persona decente, una persona de bien. Y si alguna vez lo aprendió, lo olvidó ipso facto!